El sector de la enfermería denuncia falta de información y estrés laboral: "Somos los grandes olvidados"
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Esta semana se ha celebrado el Día Internacional de la Enfermería. Y quizás este año ha cobrado más relevancia que nunca por el azote del coronavirus. Enfermeros y enfermeras han sido, y siguen siendo, imprescindibles, antes de que esta pesadilla apareciera en nuestras vidas y su papel permanecerá para siempre.
En el País Vasco, 15.000 personas ejercen la profesión; 750 de ellas se han infectado de Covid-19 y una de ellas, Encarni, falleció. Hasta hoy, más de 6.500 casos han requerido de hospitalización en Euskadi; casi 600, han tenido que ingresar en unidades de críticos. Junto a todos ellos, a su lado, siempre han estado nuestras protagonistas de hoy.
Larraitz Varas tiene 32 años y es enfermera en el hospital de Cruces, en Barakaldo. Ni ella, ni nadie del hospital, nos cuenta, estaba preparado para vivir algo así. “Esto ha sido un palo muy duro para todos”, asegura.
Desde que estallara la crisis, han sido dos meses infernales, horribles, asegura sobre el impacto psicológico: “Nos han modificado turnos, nos han cambiado de áreas, apenas hemos tenido descansos… y la sobrecarga como consecuencia del coronavirus ha sido extra. Hemos visto morir a la gente”.
"Hemos tenido que usar una misma mascarilla durante toda una semana”
Larraitz denuncia lo que otros muchos también han hecho antes. “El ratio enfermera-paciente no se ha respetado, hemos llegado a estar una enfermera por cada 6 pacientes, nos ha llegado incluso a faltar medicación”, relata indignada. Y añade: “Durante mucho tiempo, hemos tenido que usar una misma mascarilla durante toda una semana”.
Esta enfermera de Cruces asegura que al estrés, la ansiedad, El miedo y la desprotección que han vivido durante tanto tiempo, se une “la falta de información y de un protocolo de actuación unificado”.
Piensa lo mismo, Obdulia Martínez, enfermera en el centro de salud de Orozko, en Bizkaia. Después de haber ejercido durante 36 años, señala que nunca había trabajado con tanta incertidumbre. Con voz temblorosa afirma que han tenido que tranquilizar a pacientes, cuando enfermeros y enfermeras eran los primeros que tenían miedo. Lo peor para ella, “era saber si realmente estábamos haciendo bien nuestro trabajo”.
"Nunca hasta ahora había sufrido tanto"
Como Larraitz y Obdulia, Noa Rueda, enfermera de la residencia Aspaldiko de Portugalete, también se ha llevado cada día el miedo a casa. Siente que “el sector de la enfermería geriátrica ha sido el gran olvidado”.
Por eso pide que se les tenga en cuenta. “Hemos trabajado por encima de las posibilidades de control y hemos tenido que cambiar de hábitos de trabajo cada día”, subraya.
Lleva 17 años trabajando como enfermera geriátrica y nunca como hasta ahora había sufrido tanto, afirma, “al tener que aislar a un residente, explicarle por qué lo haces sabiendo que, en muchas ocasiones, no lo iba a entender”.
Larraitz, Obdulia y Noa esperan que, tras todo lo vivido, haya un antes y un después. “Hace falta más personal, es necesario reforzar el sistema”, reclaman. Y hacen un llamamiento a la sociedad para que tome conciencia. “Miles de personas han muerto solas y no lo podemos olvidar tan pronto”.
Y sentencian, “Serán necesarias nuevas actitudes y nuevas formas de comportamiento si queremos poner fin a la pandemia”, porque creen que “todos somos vulnerables y nadie está libre de contagiarse.