¿Ha perdido agresividad el coronavirus SARS-CoV-2?
- Los expertos coinciden en que el virus sigue siendo el mismo, pero ahora se detectan los casos antes y son más leves
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"Desde el punto de vista clínico, el virus ya no existe", esta afirmación, lanzada por el médico italiano Alberto Zangrillo en una entrevista televisiva para la RAI, ha supuesto el inicio de un intenso debate en el seno de la comunidad científica, aunque la mayor parte de los expertos apenas otorga credibilidad a sus palabras. "Los test efectuados en los últimos diez días muestran una carga viral absolutamente infinitesimal respecto a los de hace uno o dos meses", justificaba, para pedir que "ya es hora de dejar de aterrorizar" a Italia.
Para apoyar su argumentación, Zangrillo, que es jefe de la unidad de Terapia Intensiva y Anestesia del Hospital San Raffaele de Milán, aludía a un estudio realizado por el virólogo Massimo Clementi, director del Instituto de Virología de la Universidad San Raffaele; y también se refería a Guido Silvestri, profesor de la Universidad Emory en Atlanta (Estados Unidos).
Isabel Sola: "El virus sigue siendo el mismo"
Sin embargo, los virólogos no parecen coincidir con este veredicto tan optimista. Han pasado ya más de seis meses desde que se tuvieron los primeros indicios del salto del SARS-CoV-2 a la especie humana, y hasta ahora no se ha registrado ninguna mutación significativa en su material genético. "En las decenas de miles de secuencias que se van publicando no hay cambios relevantes que puedan asociarse a una atenuación", explica a RTVE.es Isabel Sola, científica y codirectora del laboratorio de coronavirus del Centro Nacional de Biotecnología (CNB-CSIC).
Sola, que lleva más de 25 años investigando el comportamiento de los diferentes coronavirus, cree que ahora se puede estar detectando una menor carga viral en los enfermos de COVID-19, pero en todo caso este hecho no se debería a la naturaleza del propio patógeno, sino a cambios en las personas contagiadas. "Cuando se observa una variación es o bien porque el virus ha mutado o bien porque el hospedador, que es la persona infectada, es diferente", manifiesta, para decantarse por esta segunda opción: "lo que puede estar sucediendo es que ahora no nos encontramos en el momento de la pandemia en el que los hospitales estaban saturados, y la gente evitaba ir al hospital o solo lo hacía cuando se encontraba ya en una etapa de la enfermedad más avanzada".
“Isabel Sola: La gente que llega ahora al hospital lo hace con el mismo virus, pero la cantidad es menor. “
"Ahora hay sistemas de diagnóstico que están funcionando de una forma más eficaz, y la detección se está haciendo más rápidamente. Entonces, la gente que llega al hospital lo hace con el mismo virus, pero la cantidad de virus es menor, puesto que se ha encontrado en una etapa más temprana", opina.
Debido a su condición emergente, las incógnitas que rodean a la COVID-19 son todavía mucho más numerosas que las certezas. Pero hay una constante que se ha repetido desde los primeros coletazos de la enfermedad: una incidencia radicalmente distinta entre las personas que la sufren. Mientras que para la mayoría la patología cursa con síntomas leves e incluso de manera asintomática, existe un pequeño grupo con el que el virus se ensaña de manera especialmente agresiva.
En este sentido, Isabel Sola recalca la importancia de las características particulares de cada contagiado en el desarrollo de la enfermedad, ya que "en la gravedad de la infección por este virus hay un componente enorme que se debe a la propia respuesta de la persona infectada".
Tal y como explica la investigadora, el daño que causa un virus no solo depende del número de partículas virales que haya, sino también de lo que se conoce como “factores de virulencia”, es decir, de que tenga genes que expresen proteínas capaces de producir problemas, como por ejemplo inducir a inflamación. "El SARS-CoV-2 tiene importantes factores de virulencia, y no ha cambiado prácticamente desde que apareció", afirma, y apunta a otra posible explicación para esa menor carga viral detectada: "ahora los grupos de riesgo se están protegiendo mejor".
Santiago Fernández: "Seguimos en un terreno desconocido"
Tampoco da credibilidad a las afirmaciones que llegan desde Italia Santiago Fernández, director del grupo de investigación en infección e inmunidad del Institute for Research in Biomedicine, en Suiza. "Desde mi punto de vista es muy precipitado decir que el virus es ahora menos virulento basándonos en la gravedad de los casos clínicos", expresa a RTVE.es, "seguimos en un terreno desconocido con respecto a la evolución de la pandemia, y la mayor parte de los especialistas coinciden en que existe un peligro real de que se reproduzcan puntualmente nuevos brotes".
Este investigador gallego opina que afirmaciones como la de Zangrillo deberían medirse con más cuidado, porque pueden llegar a ser contraproducentes. "Debido a la gravedad de la situación necesitamos ser todos, especialmente los científicos, extremadamente cautelosos con cierto tipo de generalizaciones que pueden dar lugar a malentendidos por parte de la población general", critica.
“Santiago Fernández: Es muy precipitado decir que el virus es ahora menos virulento basándonos en la gravedad de los casos clínicos. “
Descartada la mutación del virus, hay más factores que podrían explicar esa menor carga viral. Uno de ellos es que no solo ha aumentado la detección de casos leves, sino que, algo muy relacionado con este hecho, ahora los pacientes son más jóvenes. A medida que ha evolucionado la epidemia se ha reducido la edad media de los afectados. Durante el pico epidémico, se situaba en más de 60 años y ahora se encuentra entre los 52 o 54, casi diez años menos, según datos ofrecidos por el Ministerio de Sanidad.
Tendencia a perder virulencia
El hecho de que el SARS-CoV-2 no haya mutado no significa que no vaya a hacerlo. Aunque, en este sentido, la opinión de los expertos al menos es tranquilizadora, ya que la tendencia de cualquier virus es a perder virulencia. "El virus no pretende hacer daño, lo único que hace es seguir su camino para sobrevivir, y lo hace multiplicándose", detalla Isabel Sola, quien matiza que "acabar con todas las personas no supondría ninguna ventaja evolutiva, porque acabaría con su propia posibilidad de sobrevivir. Lo único que le interesa es multiplicarse, y cuantas más personas pueda infectar, mejor".
Por lo tanto, la respuesta esperada del nuevo coronavirus es que se adapte cada vez más a su hospedador, en este caso a las personas, dado que esa mejor adaptación es lo que le va a permitir multiplicarse más eficazmente. Aunque, tal y como argumenta Sola, si el SARS-CoV-2 ha cambiado poco desde que dio el salto a la especie humana es "porque ya está bastante bien adaptado", puesto que cuando un virus muta "se debe principalmente a que no está bien adaptado y necesita mejorar".
“Para copiar su genoma, el SARS-CoV-2 necesita tan solo unas horas. “
Hay que tener en cuenta que los cambios evolutivos en los virus son muy rápidos. Para copiar su genoma, cada uno de estos microorganismos necesita tan solo unas horas, debido a que son extremadamente sencillos desde el punto de vista genético. "Si el genoma humano tiene 3.000 millones de letras, el nuevo coronavirus apenas tiene 30.000 letras, así que es fácil imaginarse la simplicidad con la que se replica", expone la viróloga, "en unas pocas horas, una sola partícula viral puede haber dado lugar a lo mejor a 100.000, así que la capacidad de incorporar cambios en esos números de replicación es grandísima".
¿Habrá una segunda oleada de la enfermedad en otoño?
¿Cómo se transformará el SARS-CoV-2 en el futuro? Podría ganar fuerza, perderla o incluso desaparecer. Pero eso es algo imposible de predecir. "Es un virus completamente nuevo, por lo que es mas difícil prever su evolución", considera Santiago Fernández, quien cree que si hay una cosa clara es que "ha llegado para quedarse, por lo menos hasta que consigamos tener una vacuna disponible y un programa de vacunación eficaz a nivel mundial".
En relación con el comportamiento del nuevo virus, la posibilidad de una segunda oleada de la enfermedad en otoño es otro de los escenarios que se manejan, aunque esta predicción se basa fundamentalmente en el modelo de la gripe, que se ha tomado como referencia porque ambos patógenos comparten dos características esenciales: su incidencia en el sistema respiratorio y su facilidad de propagación entre las personas.
“La posibilidad de una segunda oleada en otoño es otro de los escenarios que se manejan. “
"El modelo de la gripe tampoco es exacto para el SARS-CoV-2, ya que hay diferencias significativas entre los dos virus", opina Santiago Fernández sobre la posibilidad de una nueva onda epidémica después del verano. "Ademas hay que tener en cuenta el efecto de la cuarentena y de los cambios de hábitos en la población general, que seguramente afectarán a la dinámica de contagio del virus, por lo que es probable que un nuevo pico se retrase", continúa, e incide en la importancia de "observar cómo evoluciona la pandemia en los paises asiáticos, que han sufrido el virus anteriormente y se encuentran en una etapa más avanzada que nosotros".
Modelos, solo "como aproximación"
Isabel Sola coincide en calificar al virus como "impredecible", ya que es "completamente nuevo". "Los otros coronavirus que hemos conocido y que son más parecidos -SARS y MERS- epidemiológicamente no nos ayudan, porque son muy diferentes, y los modelos que se están haciendo se apoyan en lo que sabemos del virus de la gripe, que a pesar de todo es bastante diferente a este, con lo cual son modelos que solo sirven como aproximación".
"Dentro de estos modelos que se están utilizando hay varias posibilidades, -prosigue detallando-, una sería que esta ola que estamos sufriendo fuera la más fuerte y las que vinieran después fueran menos fuertes, en el sentido de que ya va habiendo una población que va adquiriendo una cierta inmunidad y las repeticiones no van a tener un impacto tan grande".
"Aunque hay otros modelos que sugieren que la segunda oleada puede ser más fuerte que la primera. Solo tenemos que fijarnos en diferentes pandemias de gripe, de varias de las que ha habido en el siglo XX. Ocurrió por ejemplo en la gripe española de 1918", advierte.
En cualquier caso, deja claro que podríamos defendernos de un nuevo zarpazo devastador de la enfermedad. La transmisión siempre se puede contener, y para lograrlo la investigadora destaca la importancia de las circunstancias sociales, con medidas como la higiene y la distancia física, y de un sistema sanitario eficaz, dentro del que hace hincapié en los mecanismos de detección temprana de casos positivos, algo que considera "crítico". "Todo eso contiene los rebrotes fuertes, y de alguna forma estamos viendo que se puede controlar", concluye, dejando entreabierta la puerta a la esperanza de un futuro no tan negro.