Jóhannesson, reelegido presidente de Islandia con más del 92% de los votos
- Jóhannesson, el presidente más joven desde la independencia en 1944, es visto como un hombre de consenso
- La epidemia de Covid-19 está casi extinta en Islandia pero las elecciones han respetado las medidas de seguridad
El presidente islandés Guðni Jóhannesson ha sido reelegido en las presidenciales del sábado 27 de junio con más del 92% de los votos. Elecciones de una única vuelta y por sufragio universal que le han dado a este profesor de Historia, sin etiqueta política cuyo rival, el populista de derecha, Guðmundur Franklín Jónsson, sólo obtuvo el 7,6% de los sufragios emitidos.
La participación, sin embargo, se redujo al 66,9% en comparación con las elecciones de 2016 en las que votó el 75,7% del electorado que, por primera vez, también la victoria a Jóhannesson. La tendencia a su favor ha sido en esta ocación abrumadora tanto en la capital Reikiavik como en cada una de las regiones de Islandia.
Su victoria es la segunda más contundente en la historia de las elecciones presidenciales de la isla y había sido predicha por las encuestas que, en las últimas semanas le daban a Jóhannesson entre el 90 y el 94% de la intención de voto.
Elecciones bajo la sombra del coronavirus
Después de Serbia, el domingo 21 de junio y antes que Polonia y Francia el 28 de junio, Islandia es el segundo país que ha celebrado unas elecciones desde que se empezaron a adoptar en Europa medidas de confinamiento sanitario para frenar la expansión del coronavirus.
Pese a algunas señales inquietantes en los últimos días, la epidemia de coronavirus está práctiamente controlada en la isla pero los comicios se han celebrado respetando todas las medidas de seguridad: distancia interpersonal de dos metros además de distribución de guantes y desinfectante para los votantes.
Gracias a su estrategia de test masivos, rastreo y aislamiento, Islandia ha sido uno de los países que mejor ha controlado el coronavirus: apenas se han registrado casos nuevos en las últimas semanas, no hay pacientes ingresados y solo ha habido diez muertos, el último hace dos meses. Esto ha facilitado una apertura progresiva de la vida pública y que el país permita desde mediados de mes la llegada de viajeros de todos los países del área Schengen y de Reino Unido, aunque es obligatorio hacerse un test o pasar cuarentena de 14 días.
¿Quién es Guðni Th. Jóhannesson?
Guðni Th. Jóhannesson, reelegido presidente de Islandia en los comicios del sábado, es una figura de amplio reconocimiento popular y que ha recuperado el valor de símbolo de unidad nacional para un cargo que en los años precedentes había estado rodeado de polémica. Antes de asumir el cargo en 2016, ejercía como profesor asociado de historia en la Universidad de Islandia.
Sin experiencia política previa, accedió a la presidencia sucediendo a Ólafur Ragnar Grímsson, que con sus cinco mandatos y veinte años en el cargo es la persona que más tiempo lo ha ocupado en las siete décadas de independencia de Islandia. La presidencia de Guðni Th. Jóhannesson ha sido en cambio mucho más tranquila y, su papel, mucho más secundario, limitado a las labores representativas del cargo.
Sin pompa ni formalismos, el presidente Jóhannesson, de 52 años y padre de cuatro hijos, se mueve con frecuencia en bici y acostumbra a acompañarlos así a la escuela, además de asisir con otros padres a competiciones deportivas.
Un presidente protocolario pero con poder de veto legislativo
En el sistema parlamentario islandés, el presidente es el jefe del estado y en su mandado que debe renovarse cada 4 años tiene un papel esencialmente protocolario con la excepción de un único e importante poder: el de vetar la promulgación de una ley y someterla a refer-endum. Un veto que se utilizó por primera vez en la isla a raíz de la quiebra bancaria en la crisis de 2008.
El entonces presidente, Ólafur Ragnar Grímsson, lanzó dos referéndums, en 2010 y 2011, para forzar un referendo sobre dos leyes del Parlamento que obligaban a pagar a los Gobiernos británico y holandés el dinero adelantado a sus ahorradores tras la quiebra del banco islandés Icesave.
Ese ejercicio repetido del veto que permite la Constitución convirtió el cargo de presidente, tradicionalmente de poco peso político, en una figura controvertida tal y como la ejerció Grímsson al tratar de defender a los islandeses frente a los acreedores extranjeros, lo que le valió también críticas por asumir un papel excesivamente protagonista.