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Coronavirus

Grupos burbuja, mascarillas y la mitad de plazas: arrancan los campamentos de verano de la nueva normalidad

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Las empresas que organizan campamentos de verano tranquilizan a los padres sobre la seguridad de las actividades.
Las empresas que organizan campamentos de verano tranquilizan a los padres sobre la seguridad de las actividades.

"Este año nos quedamos sin campamento. No podía esperar hasta saber si había o no había, y he cogido una chica para cuidarlos". Mari no llevará a sus dos hijos, de ocho y seis años, al campamento de verano que se organiza en su colegio cuando se acaba el cole. Hasta mediados de junio no empezó a organizarse y las familias fueron buscando otras alternativas. Al final comenzará el 1 de julio, una semana después de lo habitual.

Los campamentos de verano cambian la rutina de los pequeños y ayudan a conciliar a las familias. Dos caballos de batalla en la nueva normalidad tras tres meses en los que los niños apenas han podido salir de casa y las familias han hecho malabares para seguir trabajando.

"Es un fastidio porque a ellos les encanta, iban dos días a la piscina, están con muchos compis del cole... Pero yo tenía que incorporarme a trabajar y la empresa y el colegio no sabían cuándo ni cómo iba a empezar el campamento", nos dice Mari. Esta incertidumbre era la que querían evitar las empresas del sector, que a principios de mayo se organizaron en el Colectivo Nacional de Campamentos de Verano para exigir a la administración anticiparse a la desescalada y establecer una normativa clara y uniforme en todo el país para ponerse a trabajar.

"No nos hicieron caso", cuenta José Manuel Fernández, su portavoz. El colectivo preparó unas directrices que ahora ven reflejadas de manera desigual en las 17 normativas al respecto: una por cada comunidad autónoma. Algunas las han publicado hace escasos días. "Eso nos complica el trabajo. Íbamos contra reloj, y muchos no llegan". Si lo unimos a las limitaciones de aforo y la precaución de las familias, el colectivo calcula que el 55% de los campamentos privados no van a celebrarse. Se perderán 110.000 puestos de trabajo.

Los campamentos de verano son una de las opciones más demandadas por las familias para conciliar trabajo y vacaciones escolares. Este año, se podrán realizar pero con aforo limitado y menos actividades en las que haya contacto. Ayuntamientos y empresas buscan la manera de adaptarse a estas condiciones.

Campamentos seguros

Se esfuerzan ahora por salvar los muebles en una temporada que daban casi por perdida, después de que el estado de alarma impidiese su actividad en Semana Santa.

Las empresas que organizan los campamentos presentan a ayuntamientos y diputaciones un plan de seguridad frente al coronavirus. Algunas exigen tener un responsable de higiene y prevención, "algo que asume cualquier coordinador de campamentos. Nosotros somos un sector muy controlado, con mucha formación y muchos protocolos ya desarrollados", explica Fernández. Para empezar, piden una declaración a las familias para garantizar que el menor ha estado sano y sin síntomas de COVID-19 en, al menos, 14 días.

Somos un sector muy controlado

Entradas escalonadas, toma de temperatura varias veces al día, lavado de manos constante, desinfección de instalaciones... Las empresas de ocio juvenil están preparadas para asumir la nueva organización y también su coste. "Nos puede suponer hasta un 15% de sobrecoste que en este momento, como está el mercado, no podemos trasladar a las familias".

También han preparado un protocolo para aislar a los menores que presenten algún síntoma durante el campamento: se le aísla y se avisa a las familias. Si hay positivo, la actividad completa podría llegar a clausurarse.

Los grupos burbuja pueden comer y dormir juntos

El aforo del campamento varía también según la región, entre el 50% y el 75% del habitual, con un máximo entre 100 y 150 personas en actividades en interior, y 250 en exterior. Y la medida estrella: los grupo "burbuja". "Nos permiten trabajar con ellos como si fueran núcleos familiares. Pueden comer y dormir juntos. Son grupos de entre 10 y 14 personas, según la comunidad, contando a los niños y su monitor", explica el portavoz del Colectivo Nacional de Campamentos de Verano.

Grupos con los que poder interactuar a menos de un metro y medio, imprescindibles sobre todo cuando hablamos de niños más pequeños, incapaces de mantener la distancia social. Deben intentar, eso sí, no interactuar con el resto de "burbujas", o hacerlo con mascarilla y precauciones. Y no compartir materiales, o desinfectarlos a fondo antes de volver a usarlos.

Esto limita las actividades, sobre todo las más especializadas. "La escalada, por ejemplo, tiene que darla un monitor concreto", recuerda José Manuel Fernández. Hay campamentos que, directamente, han tenido que suspenderse. Y los urbanos reinventan sus juegos para reforzar las medidas de higiene y las normas sociales de la nueva normalidad.

Pensar en los niños

Son muchas las exigencias añadidas pero la apertura de las colonias y campamentos urbanos era "más esencial que nunca" para la directora del Instituto de la Juventud (INJUVE), María Teresa. "Puede reforzar la enseñanza de habilidades y valores que se vio paralizada en la educación formal por la pandemia y puede recuperar la socialización entre niños y adolescentes tan necesaria tras el confinamiento", explica.

"Los niños nos han dado un ejemplo a todos durante el confinamiento, y necesitan recuperar la máxima normalidad posible, en un entorno amigable que compartir con sus iguales. Les hemos pedido mucha responsabilidad a la hora de afrontar el virus, y se merecen algo a cambio", recuerda Fernández.

Los niños necesitan recuperar la normalidad en un entorno amigable con sus iguales

Son muchas las entidades locales que, ante las dudas en la organización de estas actividades, han optado por organizar ludotecas u otras actividades alternativas para facilitar la conciliación familiar, recortando aún más el negocio de estas empresas. "Nuestro coste de oportunidad es muy alto", lamenta el portavoz del colectivo, que augura que un tercio de ellas no podrán mantener su actividad. "Somos autónomos, empresas pequeñas de entre 20 y 50 empleados temporales. No tenemos caja para aguantar".

Hay otros impactos que Fernández destaca de esta reducción de casi la mitad de las plazas de ocio juvenil: el que afecta a la España vaciada. "Los ingresos de muchas familias dependen de estas actividades temporales: los alojamientos rurales, la comida, el comercio local, el personal del pueblo que trabajaba con nosotros... Somos un sector muy transversal".