'Memoria de una guitarra', un homenaje a los cantautores que se enfrentaron a la dictadura
- "Los cantautores canalizaron unos sentimientos y unas ansias que eran colectivas", asegura Ramón López-Cabrera
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Chicho Sánchez Ferlosio, Paco Ibáñez, Joan Manuel Serrat, Luis Eduardo Aute, Javier Krahe, Lluis Llach, Víctor Manuel, Patxi Andion, Cecilia, Joaquín Sabina... los cantautores son una parte fundamental de nuestra historia y fueron un ejemplo de resistencia conta la dictadura, a la que combatieron con música y canciones. Ahora el guionista y dibujante Román López-Cabrera (Murcia, 1988) ride homenaje a todos esos cantautores de la dictadura y la transición en el cómic Memoria de una guitarra (Panini).
"Yo soy fanático de la canción antifranquista desde los 14 años -confiesa Ramón-. Cuando descubrí a Lluís Llach, me explotó la cabeza, y me hizo adentrarme en el mundo de la canción protesta y también de la poesía. La poesía me llevó, años después a Paco Ibáñez, y este me terminó de rematar. A día de hoy, Paco es un referente para mí en muchos aspectos, no solo musicales. Hace unos cinco años empecé a darle vueltas a la idea de trasladar el mundo de los y las cantautoras a mi medio, que es el cómic. Esta idea ha ido yendo y viniendo en mi cabeza durante años, ya que, por falta de tiempo, no conseguía materializarla; al final, no aguanté más, y en un breve descanso entre proyectos me lancé a hacer un dossier de lo que sería esta obra y… el resto es historia".
"Pero una de las principales razones de ser de esta obra -añade- es la de intentar dignificar esta figura, a la que tanto debemos sin saberlo en materia de libertades, de aprendizaje, humanismo y poesía. Yo mismo no me había si quiera acercado a la colección de vinilos de cantautores que tenía mi madre y que acabé heredando; no antes de descubrir el mensaje político de “L'estaca”. Antes de aquello, para mí los cantautores eran gente de otra época, aburrida y trasnochada, con un toque ridículo. Por desgracia, esta es una concepción muy extendida e incluso alguna que otra vez me he llevado alguna burla por escuchar a Paco Ibáñez. Por eso, pensé que si yo había podido hacer “clic” y cambiar el chip, más gente podría hacerlo. Si con este cómic consigo que alguien se interese por esta parte de nuestra historia y nuestra música, habrá merecido la pena".
La primera idea fue hacer un cómic sobre Paco Ibáñez
El protagonista del cómic es un personaje ficticio, un anciano cantautor llamado Pepe Soller, referente de la canción antifranquista, que rememora su vida durante un concierto. "No te voy a engañar -confiesa Román-, la primera idea fue hacer uno sobre Paco Ibáñez. Hace como cinco años contacté con Julia, su compañera, lanzándoles la propuesta, pero ya estaban metidos en demasiados proyectos y declinaron la propuesta. La idea se quedó en un limbo hasta que decidí que esa negativa podía haber sido algo beneficioso: no adscribiéndome a una biografía concreta, podría tocar muchos palos y anécdotas a conveniencia. Podría hablar de situaciones comunes, a las que el cantautor antifranquista se enfrentaba en su día a día, pero también de algunas particulares y más sangrantes que vivieron algunos personajes concretos, y así recoger un espectro más rico y amplio".
"Así, Pepe (tanto en su aspecto físico, como su historia y aquello a lo que se va enfrentando) tiene mucho de varios personajes, complicándose al ir evolucionando tanto en aspecto como en actitud; podremos reconocer mucho de Paco Ibáñez, Raimon o Lluís Llach, pero también hay algo de Serrat, Ovidi Montllor, Pablo Guerrero…; pero no solo hombres: algunas de las situaciones en que se ve metido las sufrieron también las mujeres de la canción protesta, como Julia León, por ejemplo".
Perro no fue fácil dar con el aspecto físico de Pepe. "Fue un quebradero de cabeza durante largo tiempo. No tanto en el estilo, que lo tenía bastante claro, sino en el diseño del personaje principal. Si le ponía pelo corto, parecía Paco Ibáñez, si se lo ponía largo, Serrat u Ovidi; si le ponía barba era Pablo Guerrero… Al final probé a insertarle esa nariz tan cómic y exagerada y que tanto contrasta con los diseños más realistas del resto de personajes. Con este detalle, y alguno más, creo, logré tomar una distancia mayor para con otros parecidos, y darle su toque diferencial".
"Acudir a un recital de Raimon era acudir a un mitín político"
En cuanto al papel de los cantautores en la lucha por las libertades, Ramón asegura que: "Jugaron su papel, desde luego. Fueron capaces de canalizar unos sentimientos y unas ansias que eran colectivas. Acudir a un recital de Raimon, ya lo decía Fraga, era acudir a un mitin político; en una sociedad en que la reunión política estaba perseguida, estos recitales eran la vía de escape. Los propios partidos políticos se servían de la capacidad de captación de esta gente. En mi opinión, ayudaron (como muchos otros colectivos) a mantener viva la rebeldía de la gente y el interés de esta por los problemas sociales; también ayudaron a divulgar el arte, la sensibilidad y la poesía"
"¿Cuánta gente conoce hoy a Miguel Hernández porque Serrat y Paco Ibáñez lo cantasen cuando aún era harto difícil encontrar sus libros en España? ¿A cuantos y cuantas poetas nos ha enseñado Paco? Blas de Otero y Gabriel Celaya entendieron que solo a través de la música popular lograrían llevar la poesía a los obreros, y dejaría de ser esta un producto al que solo accedieran señoritos y gente con carrera; fue por medio de la canción, y sobretodo, de Paco, que esto se dio. Por esto, y algunas cosas más, Ibáñez es quien más me ha influido, junto con Llach, que fue el primero que me introdujo en esto. Luego hay muchos… Aute, Jara, Raimon, Ovidi, Mª del Mar…"
Las cantautoras también se jugaron el tipo
Junto a ese Pepe Soller también aparece una cantautora ficticia llamada Carolina Armengol. "El papel de Carolina -asegura Román- cumple tres funciones específicas: la primera era la de representar a la Nova y Novíssima Cançó catalana. Con perdón de la canción de autor vasca, galega…, era impensable hablar sobre la canción protesta, la canción antifranquista de los últimos años de la Dictadura y no nombrar a la cançó; la gran mayoría que hoy nos vienen a la cabeza pertenecían a ella, y la fuerza que llegó a tener no puede discutirse".
"La segunda función de Carolina era, efectivamente, la de representar a la mujer dentro de la canción protesta. Para ello, me entrevisté por teléfono con Julia León, quien me dio algunas claves, anécdotas y conclusiones que acabaron en la obra. Mi intención con aquella llamada era precisamente la de conocer a qué se enfrentaban las cantautoras entonces, además de por cantautoras contestatarias, por ser mujeres; ¿trataban temas concretos sobre su situación? ¿se enfrentaban a otro tipo de problemas, o a los mismos pero más agravados? Las cantautoras, por lo general, jugaron en la misma liga, remaban en el mismo barco que los hombres, o hacia el mismo fin, pero sí aportaron, como no podía ser de otra forma, unas sensibilidades y matices distintas".
"No dejaron, en absoluto, de jugarse el tipo -añade Román-. Elisa Serna acabó en prisión varias veces, y escuchar las vejaciones a que les sometían pone los pelos de punta. Rosa León, por ejemplo, es la responsable de que hoy asociemos “Al alba”, de Aute, a la lucha antifranquista; fue ella quien, por su cuenta y riesgo, y jugándosela, empezó a tratar esta canción como un alegato contra la pena de muerte, dedicándolo a los últimos ejecutados por el franquismo, aunque Aute, conscientemente, solo pretendió hacer una canción de amor y separación".
"Por último, Carolina también tenía el papel de repartir las anécdotas, para que no todo le ocurriese a nuestro protagonista, que habría quedado poco creíble" -concluye Román-.
La lucha contra la censura y la represión
El cómic también muestra las diferentes formas de control que la censura franquista aplicaba a los cantautores, desde la suspensión de conciertos hasta el encarcelamiento. "Les controlaban de todas las formas imaginables, y algunas que no -asegura Ramón-. Debían sortear varios obstáculos para cada aspecto de su vida laboral: para cada recital, las letras tenían que pasar por varios organismos (la censura, el gobierno civil y la guardia civil de cada sitio en que fuesen a tocar); se daba el caso de que unos les permitían el recital pero otros no; que se les permitiese dar el recital pero les prohibiesen casi todo el repertorio presentado…; para grabar, la cosa era similar, y debían pedir permiso para grabar el disco, y luego para editarlo y distribuirlo… El franquismo se valía de todo lo que aún le quedaba para reprimirles, desde coacciones y amenazas físicas, a vetos en los medios y prohibición de conciertos. Era sangrante, si recordamos que esto no suponía solamente una falta de libertad de expresión, sino también de sustento, ya que cada concierto que no se daba, era un concierto que no se cobraba. Esta era una de las razones por las que a menudo debían exiliarse, para poder subsistir con su música".
El cómic también nos descubre que los primeros años de la Transición tampoco fueron fáciles para algunos cantautores. "La Transición consagró a algunos cantautores que supieron (y quisieron, libremente) adaptarse a los nuevos tiempos -nos comenta Ramón-. No obstante, los ayuntamientos y políticos que años antes se colgaban la medalla de contratar a cantantes contestatarios en pleno Régimen, dejaban fácilmente de hacerlo cuando entendían que esta gente seguía siendo contestataria, incluso contra la clase política actual. Se fomentó entre la población, además, la cultura del desentendimiento, que se aceptó con bastante facilidad: el público, después de 40 años de Dictadura, no estaba para más sermones políticos, y preferían música más inocua y desenfadada, centrada más en el individualismo que en los problemas colectivos".
"Por todo esto y más -añade-, cantautores como Paco Ibáñez o Patxi Andión, que siguieron íntegros a su forma de hacer, acabaron bastante más relegados. No obstante, cada uno sobrevivió como pudo: Llach se lanzó a experimentar nuevos estilos musicales y sonidos; otros se centraron en canciones del día a día, de amor y desamor, de noches de bar y mala vida…; pero para el cantautor contestatario clásico, fueron malos tiempos".
Destacar la excelente documentación de Ramón López-Cabrera. fruto de sus muchos años de investgación en el tema: "Me es difícil seguirle la pista a la documentación de esta obra. Mucho lo traía ya visto y aprendido por mero interés mío en la intrahistoria de esta música. Lo demás vino de documentales (como La cançó censurada de Lluís Danés, por ejemplo; de artículos de blogs, libros, los propios conciertos de muchos cantautores, en los que ellos mismos cuentan anécdotas; entrevistas, programas de radio… Ha sido algo muy caótico, en realidad. También he podido contrastar algunos datos con el experto en el tema (y autor del prólogo) Fernando González Lucini, o con la propia Julia León, en posteriores comunicaciones".
La banda sonora del cómic
Destacar que todsa las canciones que interpreta el protagonista son de Román López-Cabrera: "Las canciones que aparecen a lo largo del cómic (incluidas las que se ven amontonadas como “letras censuradas” en las páginas introductorias y finales), a excepción de aquellas de quien se indica la autoría en el pie de página, las he escrito yo, intentando imitar en lo posible, estilos similares a otras canciones de la época; hay temas escritos a imagen y semejanza de “L'estaca”, de “Al alba”, de “La mala reputación”… Fue divertido, porque me tocó escribir tanto las letras que Pepe va cantando a lo largo de la obra, como las que no le dejan cantar, las censuradas".
"Incluso -añade- me tocó escribir una canción con la intención de tener que cambiar algunas palabras para que, sobre el papel dijeran algo completamente nuevo, mientras que, fonéticamente, parecieran decir lo mismo -algo similar a cuando Lluís Llach tuvo que sustituir de “Cançoneta (la gallineta)” la palabra “revolució” por “revulsió”, para poder pasar la censura, aunque luego, en la práctica, y con cierta intencionalidad por parte del intérprete, sonasen prácticamente igual-. Esto fue un quebradero de cabeza, pero, a la vez, muy divertido; fue como meterme en la cabeza de esta gente, intentando encontrar opciones de colarle un gol al organismo censor de Franco".
Preguntamos Román qué banda sonora llevaría este cómic: "Pregunta difícil... Así, a bote pronto, “Una guitarra” de Serrat para las primeras escenas en que Pepe habla de la guitarra de su madre; “A galopar”, “España en marcha” de Paco Ibáñez (y Alberti y Celaya, respectivamente) o “Damunt d'una terra” de Llach para las escenas de las cargas policiales o manifestaciones; para los exilios forzados, “Un español habla de su tierra” de Ibáñez con letra de Cernuda, o “Corrandes d'exili” de Llach y Pere Quart; para el ambiente parisino, Brassens; “Què volen aquesta gent?” de Mª del Mar Bonet y Lluís Serrahima para las escenas de la Brigada Político-Social; cualquiera de la primera etapa de Raimon para los conciertos multitudinarios, o la eterna “L'estaca” de Llach; para las escenas de Chile, cualquiera de Víctor Jara, por trivial que parezca la canción, ya que todo él era revolución y recordarle es ya una patada a quienes perpetraron el golpe contra Allende y asesinaron al cantor; para amenizar las escenas en que se trata la censura, no se me ocurre otra más acertada que “Bon senyor / bon censor” de Llach -aunque de Raimon podrían rescatarse varias al respecto-; los ochenta sonarían a Chicho Sánchez Ferlosio y a la Mandrágora (con Sabina, Krahe y Alberto Pérez). Eso sí, si tuviera que poner una canción a la Transición (tanto a nivel genérico, como centrado en lo que supuso para la canción social), escogería, sin dudarlo, “No és això, companys”, de Lluís Llach".
En cuanto a los cantantes que no podrían faltar en esa banda sonora, además de los mencionados, Román cita a "el recientemente desaparecido Luis Eduardo Aute, Julia y Rosa León, Pablo Guerrero, Ovidi Montllor, Labordeta…"
Los cantautores en la actualidad
Aunque asociamos a los cantautores a esa época que refleja el cómic, en la actualidad siguen resisitiendo. "Los y las cantautoras actuales han sabido adaptarse a tendencias nuevas, y la canción de autor en España, hoy en día, tiene sabores muy diferentes, desde latinos, al flamenco, hay quien se deja influir por el rap, y sonoridades que pasan por el indie o la electrónica. Podemos encontrar mucha fusión y mestizaje que hace que la canción de autor actual, no solo sea producto de su tiempo, sino que además se revitalice con cierta ligereza".
"Ismael Serrano sigue ahí, siendo uno de los que mantuvo vivo para el gran público el interés por el cantautor, y sirviendo, en mi opinión, de transición del cantautor clásico, al contemporáneo. Tenemos a Rozalén, a quien oigo en el hilo musical de cada tienda que entro o de cada bar en que me siento a tomar algo. No creo que podamos decir que los cantautores actuales pasen por un mal momento, más allá del problema de la oferta y la demanda, y que quizá haya más de lo primero que de lo segundo. Y en cuanto a los temas, hay de todo: letras poéticas de corte amoroso, situaciones cotidianas…; pero en general, no se ha abandonado del todo la implicación social y política que históricamente se ha asociado a la figura del cantautor".
"En cuanto a los clásicos… unos van muriendo (Aute, Patxi Andión, Elisa Serna…); otros, como Llach o Raimon, se han ido retirando. Pero siempre queda un faro por ahí, que no lo tumba nadie, y es Paco Ibáñez: con él, prácticamente, empezó todo esto en España, y no nos ha abandonado. Está bien que cambien algunas cosas, pero otras, se agradece que sigan como siempre".
"¿Si son necesarios los cantautores? Siempre. Tanto a nivel reivindicativo, como cultural" -concluye Román-.
Sus proyectos
Para terminar, Román Lopez-Cabrera repasa sus proyectos: "Pues acabo de autopublicar, a través de Amazon, mi primera novela, Calapobre y en cuanto a cómic, ahora mismo estoy trabajando en un proyecto comunal para The RocketMan Project, con guion de Fernando Llor (con quienes ya trabajé en La Confesión y Sangre en el suelo) y varios dibujantes más. Es una revisitación del personaje underground de los 80, Octobriana”.
"Por otro lado, estoy en fase de documentación para mi próxima obra en solitario, que debería entregar en diciembre a Cascaborra Ediciones (con quien hice 1643: Rocroi, con Roberto Corroto), sobre Miguel Hernández (la que sería mi segunda aproximación desde el medio comiquero a la vida y obra del poeta, desde que en 2013 publicase con el Ayto. de Orihuela, Miguel Hernández, la Fontana Eterna”.