De Israel a Australia: los brotes de coronavirus obligan a desandar la desescalada por todo el mundo
- El virus resurge en territorios que parecían haber controlado su expansión y retomaban la actividad
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Los brotes de coronavirus en lugares donde su transmisión parecía bajo control están obligando a desandar el camino de la desescalada por todo el planeta, desde Israel, donde se ha decretado el cierre de los bares y nuevas restricciones de aforo, hasta Australia, donde el gobierno del estado de Victoria ha impuesto el confinamiento en sus casas durante seis semanas a los casi cinco millones de ciudadanos de Melbourne al tiempo que cerraba la frontera con Nueva Gales del Sur, un hecho inédito en más de un siglo.
La pandemia sigue acelerando su expansión por el planeta y cada semana suma un millón de nuevos contagios: en pocos días alcanzará los doce millones de infectados y los fallecidos con SARS-CoV-2 ya superan ampliamente el medio millón. Con todo, lo más inquietante es que el virus parece penalizar los intentos de relajar las normas de higiene y distancia social que más de media humanidad ha sufrido o aún sufre para intentar frenar la transmisión.
Y ocurre incluso en territorios en los que la incidencia de la pandemia había sido relativamente baja, como Australia: la isla-continente apenas había registrado hasta este martes 8.755 casos, lo que representa una tasa de 35,04 por cada cien mil habitantes, y 106 muertes, lo que supone 0,42 fallecidos por cada 100.000 habitantes. En comparación, España tiene 538,05 casos y 66,06 muertes por cada cien mil habitantes y Estados Unidos, el país más afectado por el coronavirus, alcanza los 899,52 casos y las 39,89 muertes.
Eso no ha evitado que las autoridades australianas, que llevaban semanas avanzando en la retirada de las medidas restrictivas, se hayan visto obligadas a devolver a un confinamiento estricto en sus casas a los habitantes de la segunda ciudad más poblada del país, después de que el estado de Victoria registrara 191 de los 199 casos detectados en el país en la última jornada. El brote ha llevado, además, a confinar desde esa medianoche a otras 44.000 personas en el estado y a cerrar la frontera con Nueva Gales del Sur, algo que no ocurría, según Reuters, desde la epidemia de la gripe española, en 1919.
Lisboa, Leicester... y España
Una decisión similar a la que hace dos semanas tuvieron que afrontar las autoridades de Portugal, un país que hacía gala de una gestión modélica de la crisis y de un impacto moderado, pero que ha vuelto a confinar a los residentes de 19 distritos de Lisboa, la capital, ante el aumento de los contagios en su zona metropolitana, donde se concentraban casi cuatro de cada cinco infecciones nuevas cada día.
Pocos días después, el Gobierno de Reino Unido confinaba la ciudad de Leicester al registrar una tasa de contagios en una semana de 135 casos por cada 100.000 personas, el triple que la siguiente localidad británica, lo que ha dejado a sus 400.000 habitantes al margen del desconfinamiento puesto en marcha en el país, uno de los más afectados por la epidemia, con más de 287.000 contagiados y más de 44.000 fallecidos, el tercer país del mundo en muertos con coronavirus.
España, asimismo, ha tenido que reimponer medidas restrictivas en varias comarcas: los brotes, más de 70 desde que se inició la desescalada y casi medio centenar activos, han llevado a confinar a más de 200.000 personas en la comarca de Segrià, donde se encuentra la ciudad de Lleida, y la comarca lucense de A Mariña, con 70.000 residentes, así como a devolver a la Fase 2 a cinco comarcas de Aragón, lo que limita los movimientos de sus habitantes.
Los pasos atrás ante el coronavirus afectan incluso a países enteros: en Kazajistán, el Gobierno ha impuesto un segundo confinamiento desde el pasado domingo y hasta dentro de dos semanas, a causa de un repunte en las infecciones, con un pico de más de 3.000 casos el sábado.
La presión económica contra las medidas de protección
Y el Gobierno de Israel decidía este mismo lunes cerrar de nuevo bares, gimnasios y eventos culturales, así como reducir el aforo en los restaurantes a 20 comensales en el interior y 30 en el exterior y el de las sinagogas a 19 personas, ante el repunte de casos: el viernes pasado se registraron más de 2.500 contagios, el mayor aumento diario desde el inicio de la pandemia, que ha infectado a más de 30.000 personas en el país hebreo.
Israel había reabierto ya desde los colegios hasta las playas, impelido por los efectos económicos del confinamiento, que ha elevado el paro por encima del 20 %, mientras el Banco de Israel pronostica una caída del PIB del 6 % para este año.
Porque las medidas de distancia social y la restricción de la movilidad impactan con saña en la actividad económica: de ahí que la Comisión Europea haya impulsado una rápida reapertura de las fronteras, con vistas a salvar un sector clave para la Unión Europea como el turismo, o que Donald Trump, que se juega la reelección en noviembre, hay instado una y otra vez a relajar las restricciones en Estados Unidos.
De hecho, Estados Unidos es un caso paradigmático de la perversidad del proceso: estados como Texas -ocho días consecutivos marcando máximo diario de infectados-, Florida y California, que habían iniciado ya el proceso de desconfinamiento, están teniendo que frenar la desescalada mientras el país marca récords de contagios casi cada día. El último caso ha sido el del área metropolitana de Miami, que este lunes ha dado marcha atrás en la reapertura de bares y restaurantes. Porque el coronavirus aprovecha cualquier resquicio y penaliza cualquier descuido.