El brote de Lleida vuelve a poner a prueba un sistema sanitario "agotado"
En apenas una semana, Lleida y alrededores ha pasado de la ilusionante nueva normalidad a reclamar sanitarios para enfrentarse a una alta demanda de hospitalizaciones y a un posible regreso al confinamiento domiciliario que ya reclaman los expertos. De momento, el primer gran brote tras el estado de alarma tiene cerrado el perímetro de la comarca de El Segrià,con 200.000 personas en su interior.
“Con 500 casos ahora mismo, debemos esperar un incremento en los próximos días. La gente tiene que volver al confinamiento domiciliario y solo salir para el trabajo indispensable”, ha explicado en RNE Oriol Mitjà, experto en enfermedades infecciosas y asesor de la Generalitat de Cataluña durante la pandemia.
Ahora mismo hay en El Segrià 74 personas hospitalizadas, 9 de ellas en las UCI. La mayoría (37) en el Hospital Arnau de Vilanova. Para comprender la magnitud de la cifra sirve la comparación con la situación de toda la provincia de Lleida en el pico de la pandemia: el 31 de marzo había 216 hospitalizados, 47 en UCI y 134 en el Arnau de Vilanova. Es decir, con la progresión actual, las cifras son muy alarmantes.
"En marzo y abril, el resto de patologías dejaron de venir al hospital y se cerraron quirófanos y consultas salvo las urgentes y oncológicas, pero ahora no sucede eso”, señala como agravante de la situación el doctor José Ángel Montañes, miembro de la Junta de personal del Hospital Arnau de Vilanova, en una entrevista con TVE.
El hospital ha habilitado una tercera planta Covid y ha realizado un llamamiento para conseguir médicos especialistas en críticos y semicríticos. Hay capacidad para 75 enfermos, pero necesitan 20 médicos y 50 enfermeras. A la oferta han respondido 260 profesionales.
Es el escenario más temido por los sanitarios: otro pico de hospitalización sin apenas solución de continuidad. “El personal médico está agotado, física y mentalmente. Además, actualmente tenemos bajas por contagio de covid, por contacto de covid, y personal de vacaciones”, explica Olga Pérez, del Sindicatos de médicos de Cataluña, que lleva años denunciando la mengua de la sanidad en Cataluña.
El Sindicato de Enfermería, SATSE, alertó hace tan solo un mes que Cataluña no disponía “del número suficiente de camas de UCI", estimando que a la comunidad le "faltarían 811 para llegar a la media de 1,5 camas por 1.000 habitantes que marcó el Ejecutivo central”.
Transmisión comunitaria sin control: “Nos plantamos en la casilla de salida de la epidemia”
Desde mañana, como en toda Cataluña, será obligatoria la mascarilla en espacios abiertos aunque haya distancia física. Pero en una situación de transmisión comunitaria es una medida que llega tarde, según los expertos.
A menor escala, y desde luego más conscientes del peligro, en los últimos días se han repetido patrones de finales de febrero y comienzo de marzo: las autoridades sanitarias confiaban en detectar los brotes a tiempo y detener la temida transmisión comunitaria. ¿Cómo es posible que hayan fallado el rastreo de contactos de los contagiados?
“Era una situación previsible y evitable. Poner ahora hospital de campaña es como poner una cama a la gente que se tira desde un edificio. Lo que hay que hacer es contratar personas para rastrear contactos. Hay muchas líneas de transmisión abiertas y la medida puede ser el confinamiento de nuevo”, explica Fernando García Benavides, catedrático de Salud Pública de la Universidad Pompeu Fabra. "Hay que invertir más en profesionales de salud pública y epidemiólogos".
“Nos plantamos en la casilla de salida de la epidemia con un factor agravante que es la cuestión de los temporeros”, coincide Oriol Mitjà. “Hay una situación social de hacinamiento. Con que solo uno tenga carga viral alta existe la posibilidad que infecte al 60% de sus contagios. Y solo el 20% de los contagiados desarrollan síntomas, el resto puede contagiar sin darse cuenta”.
Los sindicatos alertan de que no se ha cubierto suficientemente las necesidades de atención primaria, y como sucede en los hospitales, el mayor problema –además de los contagios- son las vacaciones de los propios sanitarios, cubiertas en parte por los residentes, pero en absoluto lo suficiente para una nueva avalancha. Irónicamente, algunos médicos piensan que en ese sentido la región de Lleida ha podido tener “suerte”: si más tarde brotes similares suceden en el resto de España la movilidad de médicos quizá ya no resulte tan fácil.