Así desinforma el movimiento negacionista COVID-19 (y cómo puedes evitar darle eco)
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El día 16 de agosto se reunieron en Madrid entre 2.500 y 3.000 personas, según la delegación del Gobierno, con eslóganes como “Queremos ver el virus”. Es un movimiento que niega lo que llaman “falsa pandemia” y rechaza sus medidas de protección. Ha avanzado a golpe de bulo en redes de mensajería y busca amplificarse gracias a tu indignación.
¿Qué piensan?
Los negacionistas (en la terminología internacional, algunos les llaman terraplanistas de la COVID-19 y otros covidiotas) rechazan la existencia del coronavirus en diferente grado. Para algunos no existe en absoluto y para otros puede existir, pero no con la gravedad que las autoridades sanitarias le confieren. En otros casos se acepta que el virus existe pero se cree que ha sido fabricado con motivos geopolíticos. Los negacionistas se oponen al uso de mascarillas y medidas de confinamiento/aislamiento/distancia social como remedio. Niegan la validez de los tests PCR y rechazan el desarrollo de vacunas.
¿En qué datos se basan?
Sostienen sus argumentos en teorías de la conspiración sin base científica que VerificaRTVE ya te ha explicado. Esta línea de pensamiento considera que una élite poderosa está aprovechando la crisis para instaurar un Nuevo Orden Mundial. Según ellos, políticos, grandes corporaciones (especialmente farmacéuticas y medios de comunicación) forman parte de un plan oculto urdido para engañarnos y aumentar su cifra de negocio o el control sobre nosotros.
¿Qué relación tienen con la desinformación?
Sus sitios web y cuentas en redes sociales abiertas o en redes de mensajería privada (como Telegram y Whatsapp) originan o importan del extranjero muchos de los bulos que los verificadores desmontan a diario. Ejemplos de desinformación creada o republicada por estas iniciativas (todas son ideas desmentidas por VerificaRTVE): el virus no existe; las mascarillas no sirven, provocan infecciones y otros males como la hipoxia; las cifras de rebrote son falsas; nos han transmitido la COVID-19 a través de la vacuna de la gripe; la tecnología 5G provocó el virus; o este fue diseñado en un laboratorio.
¿De dónde han salido?
El movimiento no es nuevo. Bebe de corrientes anti-sistema, pseudocientíficas, esotéricas, conspiracionistas y anti-vacuna con décadas de historia. Los partidarios de la pseudociencia y los anti-vacuna han aprovechado la incertidumbre de estos meses de COVID-19 para expandir su oposición a estos preparados inmunitarios a través de argumentos engañosos. Es lo que hizo en un hilo viral con muchas mentiras uno de los “líderes ideológicos” del movimiento, Miguel Bosé.
¿Son un grupo unívoco?
No. Es difícil trazar sus fronteras y no todos los que forman parte de la corriente piensan igual. Por ejemplo, son frecuentes las acusaciones cruzadas de “disidencia controlada” entre unos y otros. Un disidente controlado es aquel que protesta pero que no quiere tumbar el sistema, algo que según los defensores puros del movimiento sería lo deseable.
¿Son apolíticos?
No. Pese a su insistencia en su “neutralidad”, y en su rechazo a todos los partidos, hay intereses políticos que insuflan todo el oxígeno que pueden a la iniciativa. Algunos miembros del movimiento mezclan una crítica que puede ser legítima y neutral contra poderes públicos, farmacéuticas, corporaciones o medios de comunicación, con argumentos muy pegados a protestas de la ultraderecha en Europa. Se aprovecha todo lo posible el malestar social para generar ira. La semana pasada, en preparación de la manifestación, diversos mensajes apremiaban a sumar al movimiento a los empresarios del ocio nocturno, sector cuyo cierre se acaba de decidir para evitar los rebrotes. Cualquier causa sirve si permite ganar fuerza al movimiento, aunque las prioridades de un anti-vacuna no tengan nada que ver con las del propietario de un bar.
¿Quién convoca?
Hubo dos iniciativas principales tras la manifestación de Madrid el 16 de agosto que se consideran “contrainformación”: ReVelión en la granja y La Quinta Columna. Los canales de ambos, cerca de 32.000 suscriptores el primero y 30.000 el segundo, fueron cerrados por YouTube el viernes por incumplir su normativa, después de meses desinformando sobre la COVID-19. Todavía mantienen su actividad en Telegram y han comenzado a publicar en plataformas alternativas. Los responsables, Fernando Vizcaíno y Ricardo Delgado, el primero vinculado al yoga y el segundo al campo de la estadística, se han convertido en caras visibles del movimiento, junto a personal de sanidad agrupado en la iniciativa “Médicos por la Verdad”. Esta última difunde sistemáticamente contenidos engañosos a través de representantes como la doctora Natalia Prego, que cuenta con miles de seguidores en su propio canal. Otras marcas como Canal5radio, con casi 110.000 suscriptores en YouTube, dan una expansión politizada a esas ideas.
¿Cuál era el objetivo de la manifestación?
Hacer ruido, expandiendo la onda desde Colón a Internet. El movimiento quería inundar las redes sociales con sus contenidos, simulando entrevistas que se harían unos asistentes a los otros. En ese juego sobran otras preguntas más incisivas de la prensa: el domingo se incomodó a reporteros, entre ellos el equipo de RTVE, como antes se había molestado a otros profesionales de la información en concentraciones anti-confinamiento de países como EE.UU. . Actualmente, estos canales están promoviendo en España envíos maliciosos al correo de periodistas que trabajan en equipos de verificación.
¿Son pacíficos?
Afirman que sí, pero parte de sus miembros juegan a la polarización, a la generación de posicionamientos extremistas. De manera contradictoria, acusan a las autoridades de neolengua por expresiones como “nueva normalidad” pero ellos también la utilizan para distorsionar la realidad, como cuando hablan de Plandemia, haciendo referencia a un famoso vídeo conspirativo, en lugar de pandemia. Subrayan principios referidos a la libertad y los derechos humanos y consideran censura cuando les cierran un canal, pero el uso de insultos que rozan el discurso del odio por su parte es frecuente. Las mascarillas son “bozales”, los hospitales son “campos de concentración” y se emplea la terminología bélica. “Coronavirus, la tercera guerra mundial: actos de guerra por parte de China”, dicen en el grupo de Telegram de Resistencia Democrática, surgido a raíz de las protestas en el barrio madrileño de Nüñez de Balboa y también muy activo en esta movilización. “Estamos en una guerra civil camuflada, de plandemia”, “esta es una guerra informativa-digital”, “guerra de dominación de los pueblos”, “afilen sus cuchillos”, se dice en otros canales.
¿Por qué no se rebaten más sus argumentos?
El mayor peligro de sus propuestas es que son peligrosas para la salud. Por eso los verificadores desmienten estos bulos de manera frecuente con ayuda de los médicos, pero no lo hacen de manera continua para evitar darlas a conocer a un público que no había oído hablar de ellas. Cansar a los medios con una sobreabundancia de argumentos tan científicamente detallados como falsos hace que pierdan tiempo en verificarlos, lo que constituye una victoria para quienes mienten. En #VerificaRTVE muchas veces no te hemos ofrecido los nombres de estos canales o hemos evitado enlazar a ellos para no hacerles publicidad.
¿Cómo actuar ante ellos en las redes?
En términos de cifras, la manifestación de ayer fue un fracaso. No hay cifras concretas procedentes de la organización pero el movimiento se miraba previamente en lo logrado en Alemania, con una protesta de mucha mayor asistencia. Sin embargo, en redes el eco sí fue considerable, con cuentas relevantes utilizando la etiqueta #Madrid16A aunque fuese para criticarla, lo que la convirtió en tendencia buena parte del día. Es una cosa que no se recomienda hacer, porque convierte lo que piensa una minoría en el debate de una mayoría. Se entiende mejor con el ejemplo de las vacunas. El estudio Wellcome Global Monitor 2019, realizado sobre 140 países y 140.000 personas, reflejó que ocho de cada diez ciudadanos (79%) están de acuerdo con la idea de que las vacunas son seguras, mientras que sólo un 7% está en desacuerdo y un 3% no sabe. En España, un 80% pensaba en aquel momento que las vacunas eran seguras. Pese a esa opinión pública claramente favorable a las vacunas, las imágenes continuas de manifestaciones anti-vacuna y anti-mascarilla en las ciudades, por ejemplo en la Plaza de Callo de Madrid, hacen pensar que su rechazo está más extendido.
¿Cómo debatir con miembros de este movimiento?
De nuevo las vacunas pueden servir como ejemplo. La Organización Mundial de la Salud (OMS) propone en un manual hablar con los anti-vacuna siempre con respeto, porque el movimiento no es uniforme. Lo mismo debería tenerse en cuenta ante los negacionistas en general. En un extremo están los escépticos (por ejemplo, padres que carecen de información o temen que las vacunas dañen a sus hijos). Con ellos sí se puede hablar. En otro extremo están los negacionistas puros. Están decididos a ignorar la evidencia y se asemejan a los fanáticos religiosos. Debatir con ellos puede ser contraproducente.
¿Hay negocio?
Varias de las iniciativas que confluyen en el movimiento negacionista monetizan sus canales de YouTube, obteniendo ingresos por publicidad a partir de un determinado número de suscriptores. Otras abren cuentas de Paypal o Patreon y aceptan donaciones de sus seguidores. La justicia ha perseguido en varias ocasiones a una persona muy vinculada al movimiento, el agricultor Joseph Pàmies, conocido como el “gurú de las terapias alternativas”. Recibió una multa de 600.000 euros en 2018 por promocionar el dióxido de cloro (MMS), un derivado de la lejía, contra el autismo. Sin embargo, la Fiscalía de Lleida ha archivado recientemente una investigación contra él. El Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos le había denunciado por promocionar este mismo producto para hacer frente al coronavirus, pero no ha quedado acreditado que lo fabricase o vendiese. Cabe la posibilidad de que se imponga sanción administrativa por publicitar productos que no están autorizados.