Viggo Mortensen: "Espero que los líderes aprendan a no recortar en sanidad y cuidado de mayores"
- RTVE.es entrevista al cineasta, que recibe el Premio Donostia y presenta su debut como director: Falling
- Un drama poético sobre un hijo que tiene que hacerse cargo de su violento padre enfermo de alzheimer
Cuando a Viggo Mortensen le llamaron en los 80 para un papel muy secundario en una producción de Hollywood no quiso abandonar la pequeña obra de teatro que interpretaba en Nueva York: ya había participado en dos cintas de las que había sido eliminado en el montaje. Su representante le convenció, y cuando Peter Weir le vio en acción ataviado de amish, le ofreció rápidamente alargar su estancia en Único testigo, inicinado una carrera que todavía no tiene techo.
Mortensen es bien conocido como actor, pero él no se descuida como fotógrafo, pintor, escritor y, al fin, director de cine. Una oportunidad largamente perseguida, con proyectos que se financiaban y se derrumbaban, y que por fin ha cristalizado en Falling: un drama poético sobre la difícil comunicación entre un padre reaccionario y maltratador con alzheimer (Lance Henriksen) y el hijo que logró sobreponerse a entorno tan hostil y debe hacerse cargo de sus cuidados (interpretado por el propio Mortensen).
Tres veces nominado al Oscar (Promesas del Este, Captain fantastic y Green Book), el actor recibe el Premio Donostia en San Sebastián, el único de una edición que no ha podido añadir un segundo galardón debido a la dificultades y precauciones para viajar a España en pandemia. Mortensen reside en Madrid y su reconocimiento es incontestable. Miel sobre hojuelas.
Como director, Mortensen muestra facilidad para crear tensiones dramáticas, grandes interpretaciones y también una vena poética sobre la memoria de la infancia y las relaciones familiares. Un debut más que digno que ya fue bien recibido en Sundance y Toronto y logró el sello del -no celebrado- Festival de Cannes.
“Soy un debutante (como director) y parece que estoy a punto de jubilarme (como actor)”, bromea Mortensen, de 61 años, que recuerda que el origen de la historia fue el funeral de su madre, que le llevó a examinar los sentimientos hacia sus padres.
“Inventé una familia y un relato ficticio, pero la madre es el eje moral, la conciencia del relato, por la que persiste ese conflicto entre padre e hijo. Aunque es una ficción, son los sentimientos que quería explorar”, explica en una entrevista con RTVE.es. “Y me di cuenta de que funcionaba cuando vi que el equipo se implicaba emocionalmente con algunas escenas”.
Sobre las normas de diversidad en los Oscar: "La intención es buena, pero no me gustan las resticciones en el arte"
Mortensen sitúa su historia en 2009, al comienzo de la era Obama, para que la oposición entre padre conservador e hijo liberal, y entre la América profunda y California, no se sobreinterprete como una alegoría de la actual división de la sociedad estadounidense.
“Si no, alguien podía ver está familia como un microcosmos de lo que pasa en la sociedad en general, no solo en EE.UU. Por eso lo saqué de la era Trump”, dice. “De todas formas el conflicto en la sociedad siempre existe, el problema es cuando vienen líderes incendiarios. Hay otros que tratan de cambiar las cosas. Y después están los que crean el incendio y luego aparecen como los únicos que pueden apagarlos. Esa historia ha pasado toda la humanidad”.
Falling gravita sobre un asunto esencial de la sociedad agravado en la pandemia: el cuidado de los mayores. “Claro, y los defectos de la sanidad, que está recortada en muchos países para que funcione con lo justito, pero sí entran 200 personas más están jodidos. La sanidad y el cuidado de los mayores no son lujos: son necesidades. Espero que los líderes aprendan a que no hay que recortar por ahí”.
Dice que todavía está meditando sobre la idoneidad de las nuevas medidas de la Academia de Hollywood para favorecer la diversidad en los Oscar. “La intención es muy buena, pero me preocupa ponerlo como obligación. Estás prohibiendo ciertas formas de contar y no me gustan las restricciones en el arte, sean estatales o de la Academia. Hay gente que se opone por razones anticuadas, yo porque me da cosa las restricciones que parecen censura en el arte, pero vale la pena seguir hablando”, explica.
En Falling ha incluido en un pequeño papel David Cronenberg (que le dirigió en Una historia de violencia, Promesas del este y Un método peligroso) ¿Cuál ha sido el cineasta para el que ha trabajado que más le ha influido? “No miro para atrás, pero todo me ha ayudado ver gente como Cronenberg, Matt Ross o Jane Campion que lo hacen tan bien. Hace 20 o 30 años no habría estado preparado”, reconoce.
Pero ya piensa en la próxima. “Si por mí fuera ya estaría en la preproducción de la siguiente, aunque es difícil si el guion no se parece mucho a una fórmula. Siempre es difícil y ahora con la pandemia más”. Y no pierde el optimismo. “Siempre va a haber público para historias que no resuelven ni subrayan todo. Porque la vida es así, las cosas no se resuelven y siempre quedan cosas por decir. Me gusta salir de una película teniendo dudas”.