Los teatros plantan cara al coronavirus: "Somos tan seguros como ir en avión, en el metro o estar en una terraza"
- La mayor parte de los teatros han reabierto sus puertas en septiembre tras meses de parón
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“Los teatros son seguros tanto o más que ir en un avión, en el metro o estar en una terraza”. Es una respuesta unánime desde las artes escénicas en defensa de sus medidas "anticovid", después de que esta semana se cuestionaran los aforos tras el incidente en la ópera Un ballo in maschera, de Verdi, con la que arrancó la temporada del Teatro Real.
Un grupo de espectadores protestó entre abucheos por la falta de distancia de seguridad en la llamada zona Paraíso (los asientos situados en la parte más alta del teatro) y forzaron que se suspendiera la función el pasado domingo. Un hecho inusual en la historia del coliseo madrileño.
En rueda de prensa, los responsables del Real confirmaron que se había cumplido la normativa: el aforo máximo para los teatros en Madrid por la pandemia de coronavirus es del 75 % y no es obligatorio dejar una localidad de separación aunque sí recomendable.
El Teatro Real ha movido ficha para la “comodidad” de su público: ya ha anunciado que limita su aforo a un 65 %, ha propuesto reubicar parte de los abonos y la devolución de las entradas a los asistentes de las zonas de Madrid “confinadas” (37 áreas de salud básicas de la comunidad mantienen restricciones a la movilidad). Los escenarios intentan blindarse ante la incertidumbre aparejada a una realidad movediza.
“Esto no es una foto fija y estamos aprendiendo cada día de la situación. La mayor parte mantienen un aforo de entre el 60 % y el 65 %. Dejan la butaca vacía en medio para que la gente esté tranquila y no se sienten al lado de alguien que no conocen. Lo del Teatro Real es un hecho excepcional. Ese fin de semana había 400 salas abiertas entre cines y teatros en España y no pasó nada”, señala Jesús Cimarro, presidente de la Federación Española de Asociaciones de Empresas de Teatro y Danza (FAETEDA).
Cimarro recalca el comportamiento “modélico” del público en el “banco de pruebas” de los festivales de teatro al aire libre de Mérida o Almagro este verano. “Tanto en cine como en teatro la gente no se abraza no se mueve como en otros eventos. No hay transmisión”.
"Si nos bajan los aforos será complicado mantenerse"
La mayor parte de las salas han reabierto sus puertas este septiembre tras meses de parón y han desconfinado obras que no pudieron estrenarse por el encierro.
El Pavón Teatro Kamikaze de Madrid (100 % privado) ha subido el telón con Traición protagonizada por Raúl Arévalo, Miki Esparbé e Irene Arcos que reflexiona sobre la infidelidad basada en un texto de Harold Pinter. El teatro está ocupando con éxito sus 290 localidades del patio de butacas (70 % de aforo). Un gran esfuerzo de inversión con todas las cautelas.
“Lo hemos tenido casi lleno y eso nos ha permitido seguir vivos pero si nos bajan el aforo será complicado mantenerse. Hemos aumentado los gastos de seguridad un 15% por función entre señalética, gel hidroalcohólico en el control a la entrada... Hemos implementado nuestro propio aire acondicionado muy parecido al de los aviones que cumple todas las normativas”, explica a RTVE.es Israel Elejalde, director de la obra y socio del Pavón Kamikaze (Premio Nacional de Teatro 2017), que también destaca el reverso positivo del reencuentro con el público.
“Ha sido muy emocionante. Ha habido una especie de comunión entre lo que pasaba en el escenario y lo que pasaba en la platea. Es como si los ciudadanos no solo fueran a ver una obra sino también a recuperar un espacio que consideraban esencial en sus vidas”, recuerda Elejalde con emoción.
"El impacto en las artes escénicas está siendo brutal"
Otra de las experiencias la aportan los Teatros del Canal, dependientes de la Comunidad de Madrid, que se convirtieron en junio en una de las primeras salas europeas en reabrir en presencial. Ya han disfrutado de sus espectáculos 14.000 espectadores y mantienen un activo escenario virtual llamado La cuarta sala.
“Es interesante porque el streaming quizás acerca el teatro a un público que quizás no va y durante este periodo han surgido muchas propuestas”, afirma Blanca Li, directora de los Teatros del Canal.
“Esta pandemia ha provocado una situación inimaginable en muchas profesiones y en las artes escénicas está siendo un auténtico desastre. No se cómo imaginar el futuro en los próximos meses pero lo que estamos intentando es mantener el teatro abierto y proponer nuevas ideas para que los artistas sigan trabajando y el público siga viniendo”, apunta la coreógrafa.
La precariedad marca el rumbo de un consumo cultural a trompicones (la cultura representa el 3 % del PIB y da empleo a unas 700.000 personas), en un sector laminado por la crisis económica al que un horizonte de más limitaciones podría dar la puntilla. Según los datos de FAETEDA, más de 5.500 trabajadores de artes escénicas se acogieron a ERTES con una caída de taquilla no ingresada de 192 millones de euros.
“No puede ser que en teatros de Valladolid o Salamanca en salas con 1.000 localidades se pongan 25 a la venta. Se han cancelado representaciones de dentro de un mes por si acaso y no sabemos cómo vamos a estar. Hay otros sectores que sí han tenido brotes y no están cancelándose. Si hemos sacado a la gente de los ERTE para trabajar y suspenden las funciones, qué sentido tiene”, denuncia Jesús Cimarro.
En Cataluña suben los aforos y se potencian los abonos
Ante un comienzo de temporada incierto, los teatros empujan por adaptarse al cambio de paradigma. Esta misma semana, la Generalitat de Cataluña, vía Procicat, el Plan de Protección Civil de la comunidad, ha aprobado ampliar al 70 % el aforo en cines, teatros y salas de conciertos de Barcelona y su área metropolitana, que antes se situaba a la mitad de su capacidad (podrán ampliar los equipamientos culturales Barcelona, Viladecans, Badalona, Sant Boi de Llobregat o l'Hospitalet).
Una medida reivindicada por el sector que ha protestado en la calle este verano en toda España por los recortes en cultura. Como precaución, el Procicat ha solicitado a las salas extremar los controles en las zonas comunes para evitar aglomeraciones.
Uno de los teatros afectados es el emblemático Lliure de Barcelona que alza el telón tras seis meses de cerrojazo con propuestas que conectan con el drama de la pandemia como Mi nombre es alguien y cualquiera, de la médico y escritora Laura Vago, que recrea un recorrido "de duelo" itinerante por un hospital de campaña.
El Lliure también llama al público potenciando los abonos, en la estela de otros teatros, y con una sala online estable. Más otra novedad: la suscripción personalizada con un precio de nueve euros, “una especie de tarifa plana teatral a la carta para cambiar la sensación de que el teatro es caro”, explican.
“La percepción que tiene una persona de lo que es seguro y lo que no, es muy subjetiva, depende de dónde estés sentado, de la duración de la obra, pero para nosotros es una obligación que el espectador se sienta seguro (…) el teatro presencial es el único espectáculo que te da la medida humana de las cosas y no hay que perderlo”, reflexiona Juan Carlos Martel, director del Teatro Lliure. Mientras, el Teatro Real ha vuelto a representar este miércoles Un ballo in maschera, esta vez sin incidentes, y entre aplausos en mitad de la tormenta de la COVID-19.