Tres meses esperando el ingreso mínimo vital: "Estoy yendo a las basuras para que mis hijos coman"
- RTVE.es ha conversado con algunas personas que han realizado el trámite y aún no han obtenido respuesta
- El ministro de Inclusión y Seguridad Social estima que más de un 50% de los solicitantes "no tienen derecho" a la prestación
Marisa solicitó el ingreso mínimo vital hace tres meses, solo unos días después de que la Seguridad Social abriera el formulario digital para solicitar esta ayuda que aún no ha recibido. Mientras espera, ha tenido que tomar una decisión que nunca se habría imaginado para poder alimentar "de mala manera” a sus seis hijos.
“Estoy yendo a las basuras para que mis hijos coman. El día que encuentro algo para que coman pueden comer y el que no, pues no. Jamás me he visto así. Jamás”, asegura esta madrileña de 36 años en una conversación con RTVE.es.
Desde que irrumpió la pandemia, su situación no ha hecho más que empeorar. Antes cuidaba de un hombre de 95 años y cobraba por ello 100 euros semanales con los que su familia podía sobrevivir, pero tras el confinamiento y por miedo al contagio los hijos del anciano han decidido asumir los cuidados, así que en cuestión de días Marisa vio cómo se esfumaba el único ingreso que percibía.
"No tengo ni para comprar un litro de leche"
La esperanza a la que se ha agarrado durante los últimos tres meses la representa el ingreso mínimo vital, una ayuda que podría ser crucial para aliviar la tensión económica de esta madre "desesperada".
“La solicité en junio, en cuanto se pudo, y ni me han contestado ni nada. Llamas y te dicen que hay que esperar y esperar... Nada más”, explica Marisa.
Lo previsto, tras la aprobación de estas prestaciones en el último Consejo de Ministros del mes de mayo, era que el dinero llegara a 850.000 hogares, de los cuales 100.000 recibirían de oficio la ayuda a finales del mes de junio, algo que parece no haber ocurrido según lo planteado.
El ministro de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, José Luis Escrivá, aseguró el pasado miércoles que, del total de expedientes tramitados, 90.000 solicitantes están cobrando la prestación, mientras que unos 80.000 han sido rechazados y el resto están pendientes de la entrega de documentación o subsanación de errores. Sin embargo, en su desglose no tienen cabida los casos de quienes lo han solicitado, cumplen con los requisitos y siguen esperando.
“Según los servicios sociales, yo sí cumplo los requisitos. No tengo ningún ingreso y estoy a punto de que me corten el teléfono. Estamos en una vivienda de Cáritas pero, aunque me han puesto el canon a cero, tengo que pagar la comunidad, que son 57 euros, y si no lo cumplo me voy a acabar desahuciando a mí misma. Pero es que no tengo ni para comprar un litro de leche para mis hijos”, lamenta la mujer.
Ella inició los trámites para optar a la prestación mediante la sede electrónica de la Seguridad Social, en una biblioteca pública, y tras ser asesorada por un trabajador social. Pensó que por ser madre soltera y víctima de violencia de género la resolución llegaría antes, pero sigue esperando una respuesta mientras su vida se complica cada día más.
“No tengo ni para comprar comida, ¿cómo voy a comprar mascarillas?“
Sus seis hijos tienen edades comprendidas entre los 3 y los 18 años, y algunos de ellos no están asistiendo a clase, dice, porque no puede comprarles gel hidroalcohólico ni mascarillas.
“No tengo ni para comprar comida, ¿cómo voy a comprar mascarillas? A las pequeñas no las estoy llevando al colegio. A la de 15 le dejaron una mascarilla y sí va, pero los otros no tienen. Esto es un sin vivir”, revela Marisa, que teme verse algún día en la tesitura de “tener que entregar” a sus hijos “a los servicios sociales o a la policía” para que puedan vivir en mejores circunstancias.
“El COVID ha complicado todo. Si antes estábamos mal, ahora con esto mucho peor. No hay ayudas, no hay comida a domicilio, los bancos de alimentos están colapsados… A ver hasta cuándo puedo aguantar”, dice apenada.
Desde la Seguridad Social les dicen que hay "mucho colapso"
Según lo aprobado, el ingreso mínimo vital garantiza a las familias monoparentales una renta de entre 700 y 977 euros, dependiendo del número de hijos, una teoría a la que también se aferra Cristina, que solicitó la ayuda el pasado mes de julio.
Esta otra madre soltera también tiene la certeza de que cumple los requisitos y, además, le dijeron que el primer pago se iba a realizar “de oficio” a quienes ya cobraran la prestación por hijo a cargo. No obstante, dispuesto para la mayoría de casos es que esta última ayuda sea finalmente sustituida por el ingreso mínimo vital, de forma que una misma familia no pueda cobrar las dos cuantías a la vez.
“He tenido que tramitarlo porque no ha sido automático, pero me dicen que hay mucho colapso. Y eso que yo estoy sola con nueve hijos y en una situación muy mala”, explica Cristina, que tiene 31 años y vive en el barrio madrileño de Hortaleza.
Desde hace 19 años, colabora con la Fundación Madrina, que trabaja contra la pobreza infantil y ayuda a madres en situación de vulnerabilidad social, y lo que nunca podía esperarse es que una pandemia haría crecer día tras día el número de mujeres que acuden a pedir ayuda. Muchas de ellas, apunta, también han pedido el ingreso vital y no han obtenido respuesta.
“Es mentira que esté llegando el dinero a todo el mundo. Conozco algunos casos en los que sí, pero la mayoría de todas las que van a la fila no lo cobran y tengo vecinas que podrían contarte lo mismo”, subraya la joven, que relata lo mucho que están sufriendo este año algunos de sus conocidos.
“Conozco a una familia que está entera confinada. Son nueve personas con COVID y tienen un bebé de seis meses. Están sin trabajo y sin prestación esperando a la renta vital y pasándolo muy mal”, dice Cristina, que con el poco dinero que actualmente cobra de la renta mínima de inserción ha tenido que ayudar a esa familia que no tiene ningún ingreso.
“Le han dado esperanzas a la gente y el dinero no ha llegado“
Ella no entiende cómo en un momento tan complicado desde el punto de vista sanitario no se le ofrece ayuda, "al menos", a quienes se han contagiado de coronavirus y deben estar confinados, y critica la lentitud de los trámites para acceder al ingreso mínimo vital.
“Le han dado esperanzas a la gente y el dinero no ha llegado. Yo estoy viendo todos los días cómo crece la fila de gente llorando que pide para comer”, añade Cristina.
Dos familias viviendo de un único ingreso
Esa afirmación la suscribe Alba, una dominicana que llegó a España hace 20 años y que se ha visto sumida en una fuerte depresión desde que su marido entró en un ERTE a raíz del estado de alarma.
Durante meses han vivido de la ayuda que le dan los bancos de alimentos y de la caridad de algunos vecinos porque el dinero del ERTE, explica, llegó "tarde" y cuando lo hizo no era suficiente para mantener a sus cuatro hijos y a los dos de su hermana, que también viven con ella. En total, son nueve personas en un mismo domicilio que dependen de un único ingreso.
Debido a sus circunstancias familiares, Alba pensó que cumplía con los requisitos para recibir el ingreso mínimo vital y lo solicitó en junio. Sin embargo, le dijeron que no le correspondía: "Me lo rechazaron porque cobramos lo del ERTE".
Su familia forma parte de ese “50 por ciento o más” de solicitantes que, según el ministro de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, han iniciado los trámites y han visto rechazada la ayuda.
“El mes de agosto ha sido muy duro. A mi marido no le ingresaron el dinero porque hubo un problema en la empresa y solo llegaron 70 euros. Fue horrible. Los niños no han tenido ni leche ni cereales. Yo estuve con ataques de ansiedad”, confiesa.
En estos momentos su pareja está de baja y la situación dice, sigue siendo dura porque la cantidad mensual que perciben por el ERTE sigue siendo insuficiente para mantener a dos familias.
“Mi hermana también solicitó el ingreso mínimo y le pusieron que estaba aceptado, pero no le llega el dinero. Ella es madre soltera, cumple con los requisitos y no lo ha recibido”, afirma Alba, que, como “cabeza de familia”, seguirá acogiendo a su hermana pequeña hasta que esta logre encontrar un trabajo o hasta que la ayuda concedida aparezca finalmente.