'Oro, petróleo y aguacates', las venas de América Latina siguen abiertas (50 años después de Galeano)
- En 2021 se cumplen 50 años del ensayo de Galeano, famoso por denunciar las consecuencias de la colonización y explotación
- La explotación de las riquezas amazónicas provoca que la deforestación avance a un 54 % más rápido que el año pasado
En 2021 se cumplirá medio siglo de la publicación de Las venas abiertas de América Latina. El ensayo de Eduardo Galeano se convirtió rápidamente en un clásico por su denuncia de las peores consecuencias de la colonización y la explotación.
Cincuenta años después, el continente sigue aquejado de algunos de esos males. El principal, según el reportero Andy Robinson, que el continente sigue confiando su prosperidad a la explotación insostenible de sus recursos. Robinson es autor de Oro, petróleo y aguacates, un fascinante recorrido por un continente esclavo de sus riquezas.
Unas 35.000 de las 120.000 toneladas de aguacates que cruzan la frontera de México con MéxicoEstados Unidos se consumen en forma de guacamole durante la final de la liga de fútbol americano.
Guacamole y Superbowl es casi un solo sintagma gracias a las poderosas agencias de publicidad, al paladar estadounidense y a unos campos de Michoacán cuyos dueños están dispuestos a exprimirles hasta la última gota de fruta a cambio de unos ingresos millonarios.
"El caso del aguacate encaja en una nueva versión posmoderna de la paradoja de Galeano, que exponía que la riqueza de los recursos naturales de América Latina era el motivo de su subdesarrollo y su pobreza, debido al extractivismo colonialista e imperialista", explica a RTVE Andy Robinson, autor de Oro, Petróleo y aguacates (Arpa, 2020).
"El aguacate", continúa, "se convirtió en el oro verde en México, con una subida de producción disparada por la demanda en Estados Unidos, donde se puso de moda comer guacamole delante de la tele para ver la Superbowl. Lo triste, lo trágico, es que muchos terratenientes en México optaron por deforestar y plantar árboles de aguacate. Y, como siempre en México, cuando hay una especie de fiebre extractivista de este tipo, un producto que genera tanto dinero, sea el petróleo o la coca".
En el estado de Michoacán, los cultivos de aguacate ocupan ya más de 167.000 hectáreas. El año pasado produjeron 725.000 toneladas que generaron unos ingresos de más de 600 millones de euros.
En el negocio ha entrado el crimen organizado. Cuenta Andy Robinson que "hay historias espeluznantes sobre Uruapán, la capital del aguacate, donde se centra la producción y donde ahora estas bandas de delincuentes y narcotraficantes".
Grupos como Los Viagras o Los Blancos de Troya "secuestran los camiones de aguacates y extorsionan a los productores", recuerda el periodista, para quien todo ello conforma "una historia muy mexicana y creo que muy latinoamericana de una fiebre de materia prima, como las fiebres del oro y la plata. En este caso, la fiebre verde del aguacate, que provoca una catástrofe medioambiental, con un problema de consumo de agua insostenible, y además un nuevo negocio para la delincuencia organizada".
Las venas de Galeano en el siglo XXI
Explotación de los recursos sin distribución de renta y un Estado que desaparece en favor de empresarios y grupos de violencia organizada. "Las venas de América Latina están más abiertas que nunca", afirma Andy Robinson, que ha recorrido el continente de norte a sur como corresponsal del diario La Vanguardia, y cuyos reportajes son la base de este libro.
"En realidad", continúa, "no sé si han dejado de estar abiertas alguna vez, ni siquiera en esa década esperanzadora, cuando llegaron al poder gobiernos comprometidos con la distribución de la riqueza y el combate a la pobreza en países como Brasil, Ecuador, Bolivia, Venezuela o Chile".
De hecho, se comprueba en Oro, petróleo y aguacates, una de las contradicciones de la izquierda latinoamericana –fiel lectora de Galeano– es que, al menos cuando ocupó responsabilidades de gobierno, puso en práctica "un modelo económico insostenible que estaba condicionado a un súper ciclo de precios altos en el mercado internacional de materias primas", explica Robinson.
Por eso, "a pesar de todos los logros y conquistas sociales, cuando se desplomó el precio del petróleo y otras materias primas, todos esos gobiernos perdieron el poder. No creo que fuera casualidad".
El periodista reclama a las dos grandes familias de la izquierda que detecta "en América Latina, pero no solo" que busquen un punto de encuentro entre "el crecimiento del PIB como precondición de la reducción de la pobreza" y la "protección de las comunidades indígenas y el medio ambiente". Sobre todo, cree Robinson, porque “lo que tienen ahora delante es la ultraderecha, tanto en Washington como en Brasilia o La Paz”.
La nueva fiebre del extractivismo
"Me encantaría explorar las riquezas del Amazonas junto a Estados Unidos". La frase es de Jair Bolsonaro, El presidente de Brasil la pronuncia ante Al Gore, atónito exvicepresidente de EE. UU. que no se ha acercado a Bolsonaro para hablar de negocios sino del alarmante proceso de deforestación que padece la región amazónica, especialmente acelerado con el gobierno del exmilitar brasileño.
"Desde la salida de los gobiernos progresistas del poder", afirma Andy Robinson, "hemos visto una fase acelerada del extractivismo". El caso de Brasil es paradigmático: "En el gobierno de Temer, y ahora con Bolsonaro, se están quitando casi todas las restricciones a multinacionales mineras y del sector de la agroindustria, como los grandes latifundistas de la soja y el ganado. El gobierno está haciendo la vista gorda ante una deforestación brutal".
Los datos avalan la opinión de que se han levantado las cercas y contrapesos a la explotación de las enormes riquezas amazónicas. El ritmo de la deforestación avanza a un ritmo un 54% más rápido este año que en 2019.
Solo en el pasado mes de mayo, la Amazonía brasileña perdió 649 kilómetros cuadrados de selva nativa, según el Sistema de Alerta de Deforestación del Instituto del Hombre y el Medio Ambiente de la Amazonía (Imazon).
La causa: el constante aumento de la explotación de los bosques en favor de la agricultura y la ganadería. Sólo Brasil ha transferido más de 60 millones de animales a la región.
“Vamos de mal en peor”, describe Robinson, quien, en sus viajes por América Latina, en sus visitas a lugares de explotación de oro, plata, plátanos y petróleo, ha comprobado que solo algunas comunidades indígenas y campesinas son capaces de vivir con “modelos de desarrollo compatibles con su entorno”.
Por eso defiende que “tenemos que sacar los conocimientos de esas comunidades que han logrado coexistir con su entorno medioambiental sin destruirlo”.
Sea ese el camino u otro, en Oro, Petróleo y Aguacates queda en evidencia que la ruta actual de América Latina no hace sino secar sus fuentes de riqueza sin darles nueva vida; como si, medio siglo después, no se hubiese aprendido gran cosa de las palabras de Galeano, que denunciaba que al continente le estaban abriendo las venas sin darle más futuro que desangrarlo.