Romances y masones: un recorrido por el cementerio de Buñol
- Al recorrer las calles del camposanto, el visitante puede conocer historias del municipio y de España
- El cementerio cuenta con más de 400 tumbas con simbología masónica que actualmente están siendo rehabilitadas
“Coge la chaqueta porque a partir de las cuatro de la tarde empieza a refrescar”. Consuelo Trasobares nos recibe en la puerta del cementerio de Buñol. El sol comienza a caer y hace un poco de viento. En el camposanto hay apenas un par de parejas. Han ido a llevar flores a sus difuntos, un poco antes del día de Todos los Santos. “Así evitamos las aglomeraciones”.
Consuelo Trasobares es aragonesa, pero llegó al municipio valenciano hace casi cuarenta años. Ella es la autora del libro Cementerio de Buñol. Necrópolis de símbolos laicos, políticos y religiosos. ¿Por qué un libro sobre el cementerio de Buñol? “Porque es único”. Mientras camina entre los nichos, nos cuenta: “La necrópolis fue construida en 1886 por el entonces alcalde de la localidad, Joaquín Ballester. Las pandemias de fiebre amarilla, varicela y cólera habían saturado el cementerio antiguo y Ballester decidió construir dos nuevos adyacentes con la misma consideración: uno católico y otro civil”.
La simbología que reside en el primer camposanto es la habitual: cruces y vírgenes. En cambio, los elementos que componen el cementerio civil van desde la hoz y el martillo o el gorro frigio hasta la escuadra y el compás: es simbología masónica, republicana o perteneciente a librepensadores. Buñol ha sido tradicionalmente un municipio de ideología progresista y así se refleja en las tumbas y nichos de los vecinos y vecinas del municipio.
El cementerio civil durante el franquismo
“No hubo una represión tan brutal como en otros sitios“
Pero, ¿qué sucedió cuando llegó la dictadura? ¿Se cubrieron todos estos símbolos? Según Pepe Medard, guía turístico del cementerio, los vencedores decidieron hacer la vista gorda: “No hubo una represión tan brutal como hay en otros sitios, ni respecto a la gente que apoyó el golpe de estado, ni respecto a los del bando republicano”.
Durante el franquismo se limitó la asistencia a los entierros a los familiares más allegados. La Guardia Civil vigilaba que se cumpliera la norma, pero, según Trasobares, los vecinos encontraron la forma de burlarla: “Cuando todo el mundo se iba y esto quedaba en la oscuridad, los amigos y parientes se colaban por las tapias y le iban a dar un homenaje al que había muerto. Se acercaban a la tumba y le susurraban <<no nos han dejado, pero aquí estamos>>”.
Ya en democracia, la reconciliación llegó gracias a la destrucción del muro que separaba ambas necrópolis y aquello dio lugar a lo que hoy en día se conoce como el cementerio municipal de Buñol. Así, las cruces y las vírgenes comenzaron a ocupar también espacio en la parte civil, pero los vecinos y las vecinas de la localidad continuaron decorando sus nichos de manera peculiar.
En muchas tumbas todavía se pueden ver los escudos del Barça o del CD Buñol, pero también los del Valencia CF y el Levante UD, rivales futbolísticos separados por apenas unos metros. Sin embargo, el fútbol no es el único ámbito de desencuentro histórico que acoge el camposanto. Buñol, como todo municipio valenciano que se tercie, tiene un gran arraigo musical y cuenta con dos bandas, conocidas como los “litros” y los “feos”. Purín y Claudio eran una pareja del municipio y, como cada uno de ellos pertenecía a una banda diferente, decidieron decorar sus lápidas con los escudos de ambas. Es la tumba de los Romeo y Julieta buñolenses.
“El pueblo se volcó en la despedida a Virgilio, asesinado por ETA“
Del mismo modo que se puede conocer la memoria de Buñol, recorrer las calles del cementerio también permite descubrir partes de la historia reciente de España. Virgilio Más Navarro era un vecino del municipio, tenía 31 años y era militar en Barcelona. El 16 de enero de 1992 fue asesinado por la banda terrorista ETA y, según recuerda Trasobares, su funeral fue "muy sentido. Todo el pueblo se volcó para darle su último adiós”.
La influencia masónica
El cementerio de Buñol cuenta con al menos 40 maestros masónicos enterrados y más de 400 tumbas y nichos con iconografía masónica. Ballester, el alcalde que lo mandó construir, pertenecía a esta institución y decidió que la masonería tuviera su propio espacio.
La tumba de Ballester es la primera que se ve al entrar y, dado que la masonería no está reñida con la religión, la corona una cruz. Según cuenta Medard “es una cruz apuntada, que se relaciona con la masonería”.
El cementerio cuenta con la protección patrimonial de Bien de Relevancia Local y en 2018 la Dirección de Cultura y Patrimonio de la Generalitat Valenciana decidió restaurar más de una treintena de tumbas muy deterioradas, en respuesta a la ayuda que solicitó el consistorio del municipio.
La restauración de las 38 lápidas del siglo XIX se presupuestó en 48.395 euros y todavía no ha finalizado. Sin embargo, su precio es incalculable para Trasobares, que pide que no solo se proteja a las tumbas y nichos con simbología masónica, sino que se trabaje para preservar todo el valor patrimonial del camposanto.
“Hay que preservar todo el valor patrimonial del camposanto“
“A la entrada al cementerio civil”, cuenta la escritora, “justo donde se encuentran las tumbas sobre las que se lleva a cabo la intervención, hay una pirámide masónica que se instaló en 1995 como regalo de cuatro Obediencias Masónicas diferentes llegadas desde varios puntos de Europa”. En ella están esculpidos los símbolos masónicos más habituales y una frase: “El futuro es pasado”, porque los cementerios no son otra cosa que un lugar al que acudimos cuando no sabemos qué nos depara el futuro, sabiendo que el pasado siempre está y siempre vuelve.