Los estadounidenses se dan un respiro tras el triunfo de Biden y a la espera del desafío judicial de Trump
- El presidente electo prepara ya el traspaso de poderes con la vista puesta en la reconciliación del país y en la pandemia
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Después de una extenuante campaña, una frenética jornada electoral y un tenso recuento -sin ganador declarado aún en cuatro estados-, los estadounidenses se daban este domingo un respiro una vez que Joe Biden ha alcanzado el umbral de delegados en el Colegio Electoral para convertirse en el 46º presidente del país y a la espera de que Donald Trump, que sigue sin reconocer la derrota, concrete su desafío judicial contra el escrutinio.
Por el momento, el todavía presidente -ejercerá el cargo con plenos poderes hasta el 20 de enero de 2021- ha vuelto a pasar la mañana del domingo jugando al golf en su club privado de Sterling, en Virginia, tal como hiciera el sábado, justo cuando las principales cadenas de televisión concedieron la victoria de Biden en Pensilvania, que decantaba definitivamente su victoria en las elecciones presidenciales.
Trump emitió un comunicado en el que negaba que Biden haya ganado los comicios -"Los votos legales deciden quien es el residente, no los medios"-, deslizaba de nuevo acusaciones de fraude sin aportar pruebas y anunciaba una ofensiva en los tribunales a partir del lunes, con nuevas demandas de su equipo legal para contestar los resultados, todavía provisionales. "La elección está lejos de haber finalizado", advertía la nota, a la que, unas horas después, siguió toda una serie de tuits del presidente para reivindicar que él ha ganado la reelección.
Este domingo, también ha colgado varios mensajes con alusiones al "robo" de las elecciones, aunque citando a terceros: así, por ejemplo, ha recogido una cita de Newt Gingrich, quien fuera líder de la mayoría republicana en la Cámara de Representantes entre 1995 y 1999, a cuenta del escrutinio en los estados donde ha estado más ajustado: "Donde hacía falta, han robado lo que tenían que robar". Una opñinión que no comparten algunos pesos pesados del Partido Republicano, pese al silencio mayoritario de sus miembros, como el expresidente George W. Bush, quien este domingo ha felicitado a Biden y ha afrimado que el resultado electoral es "claro".
Calma tras la tensión acumulada
Poco concernido ya por la actitud de su rival, Biden ofrecía este sábado en horario de máxima audiencia un discurso para proclamar su victoria, en el que apelaba a la reconciliación de los estadounidenses y, sin nombrar a su contrincante, pedía dar carpetazo a la era Trump: "Hagamos que esta sombría era de demonización termine aquí y ahora". Este domingo, el ya presidente electo a vuelto a acudir a misa -será el segundo inquilino católico en la Casa Blanca, después de John Fitzgerald Kennedy- en Wilmington, la localidad de Delaware en la que reside, como hace regularmente.
Y al igual que los candidatos, los estadounidenses parecían aprovechar el domingo para distanciarse del asfixiante enconamiento político que ha vivido el país en las últimas semanas y, especialmente, durante los cuatro días de escrutinio sin ganador claro, que ha exacerbado todavía más la polarización social del país.
Toda esa tensión estallaba este sábado, sin violencia pero con dos bandos claramente definidos: los simpatizantes demócratas tomaban las calles en una explosión de júbilo, mientras que los seguidores de Trump, en menor número, mantenían sus protestas para denunciar el supuesto fraude electoral. Una fractura que era evidente incluso al paso de la comitiva presidencial mientras Trump regresaba de jugar al golf, con los partidarios de uno y otro bando a ambos lados de la calzada, enarbolando banderas.
En cualquier caso, la mirada empieza estar ya puesta más allá de Trump y la atención se dirige hacia las primeras decisiones que adoptará Joe Biden cuando llegue a la casa Blanca y al equipo del que se acompañara en su mandato. Por lo pronto, el presidente electo ha prometido crear este mismo lunes un comité de crisis frente a la COVID-19, que ya ha dejado más de 237.000 muertos y cerca de diez millones de contagiados en Estados Unidos, con científicos y expertos que elaborarán un plan de lucha coordinada contra la pandemia para ponerlo en marcha en cuanto tome posesión.
Perfilar las primeras medidas antes de una transición que no se espera fluida
Decidido a borrar lo más rápido posible buena parte del legado de Trump -algo que este intentó, a su vez, con el de su antecesor, Barack Obama-, Biden también tiene intención de volver a incluir a estados Unidos en el Acuerdo de París contra el cambio climático y anular la leyes ejecutivas que prohiben la entrada en el país de los ciudadanos de varios países de mayoría musulmana, como Siria, Irán, Libia, Somalia y Yemen.
Asimismo, se especula ya con los nombres de quienes serán sus colaboradores más cercanos y de quienes ocuparán los principales cargos de la nueva administración, en la que se espera que haya sitio para el ala más izquierdista del Partido Demócrata -Alexandria Ocasio-Cortez felicitaba a Biden de forma sucinta este sábado, mientras Bernie Sanders, el principal exponente del progresismo, le recordsaba que la victoria se debía a los jóvenes y a los movimientos de base-, pero sobre todo para los más moderados e, incluso, para algún republicano, en un esfuerzo de reconciliación.
Un puzzle que debe encajar con el deseo de incorporar a más mujeres y representantes de minorías; por el momento, la vicepresidencia será para Kamala Harris, su compañera de candidatura, la primera mujer y afroamericana que ocupará el cargo. Aunque la composición del gabinete depende también de quien acabe alcanzado la mayoría en el Senado, que debe confirmar a los secretarios y que hasta enero no sabrá de que lado caen los dos senadores de Georgia que inclinarán la balanza; si la mayoría vuelve a ser republicana, Biden puede encontrarse dificultades para sus nombramientos, especialmente en los casos de políticos netamente progresistas.
De la misma forma, la actitud de Trump será esencial en el traspaso de poderes y en el margen de actuación de Biden hasta que tome posesión en enero, ya que el acceso a la información de las agencias federales depende de una decisión administrativa suya para iniciar el proceso de transición. Y dadas sus reticencias a reconocer la derrota, no parece que el actual presidente tenga intención de facilitar a su rival un desembarco fluido en la Casa Blanca.