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Vivir una infancia trans: "Mamá, ¿de pequeña qué eras tú, chico o chica?"

  • Adultos y menores trans y sus familias cuentan sus experiencias de crecimiento personal
  • El Gobierno prepara una ley para defender sus derechos ante las críticas de una parte del feminismo

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Una madre y su hija juegan en una tienda de campaña
Una madre y su hija juegan en una tienda de campaña.

“Yo no creo que el ser trans me haya quitado mi infancia; todo lo contrario, gracias a que pude hacer la transición tan pequeña he podido ser muy feliz”. Eli tiene 16 años y cuenta que, desde que tiene “uso de razón”, ha sabido que era una chica. “No me gustaba nada que me hablasen en masculino, siempre me sentía incómoda”, explica a RTVE.es. Por eso recuerda con alegría algo que ocurrió un día, cuando tenía seis años: “Un profesor al que tengo mucho cariño escribió mi nuevo nombre en la pizarra, les dijo a los niños que me tenían que llamar así y mis compañeros lo entendieron enseguida”.

La futura 'ley trans' que prepara el Gobierno hace hincapié en proteger el derecho de los menores de desarrollar su identidad de género y establece mecanismos para garantizarlo. Se trata de una ley que también ‘despatologiza’ a las personas trans, eliminando los requisitos del diagnóstico de trastorno de la identidad de género y de un tratamiento hormonal durante dos años que no todos los trans quieren recibir. Dos claves que, pese a estar avaladas por la OMS, el Consejo de Europa y la Sociedad Española de Psiquiatría, han recibido las críticas por parte de un sector del feminismo.

Las familias estamos bastante solas al principio

Violeta, la madre de Eli, cuenta que la transición de su hija hasta mostrarse públicamente a la sociedad como una chica fue un proceso “duro”: “Cuando empezamos, las familias estamos bastante solas”. Ella trabajaba en un salón de belleza, vivía ajena al colectivo LGTBI y “ni sabía nada del feminismo”. Pero recuerda que, desde que su hija “empezó a hablar”, dejó claro que era una niña.

“Con tres años me preguntaba si estaba guapa y yo la corregía y le decía que estaba muy guapo”. Otras veces, cuando iba a casa de su prima, “se escondía ropa de niña”. “Me montaba unos pollos tremendos por no ponerle una falda”, explica. Cuando dibujaba, Eli pintaba a sus hermanos vestidos como su padre y, a sí misma, vestida como su madre. “Yo pensaba que era muy creativa”, dice Violeta.

Pero un día, Eli le preguntó a su madre: “Mamá, ¿de pequeña qué eras tú, chico o chica?”. “Yo me quedaba loca”, reconoce Violeta. “Un día, le pregunté qué veía cuando se miraba en el espejo, y ella dijo muy claro y con tono de reproche: pues una niña, mamá”.

Hasta que no empezó a vivir como una niña "tenía terrores nocturnos"

“Era muy insistente” y, hasta que no empezó a vivir como una niña a los 6 años , “tenía terrores nocturnos, se desesperaba por las noches”.

La psiquiatra nos dijo que los niños no juegan con muñecas ni se visten de princesas y ese día Eli se hizo pis en la cama

Antes de esto y desde el pleno desconocimiento, Violeta y su marido empezaron a buscar “información médica”. Tras ser derivados a salud mental, les atendió una psiquiatra, que pidió a Eli hacer un dibujo y habló con los padres. “Yo le expliqué la situación”, dice Violeta. “Pero ella me dijo: a los niños hay que saber ponerles límites y los niños no juegan con muñecas ni se visten como princesas”. También les dijo que los niños “tenían que aprender a frustrarse desde pequeños”.

Al oír eso, la niña tachó con un rotulador rojo todo lo que había dibujado, recuerda Violeta, y cuando la psiquiatra le preguntó qué había pintado, “mintió y dijo que un avión, lo que pensaba que la doctora quería oír”. La ya adolescente recuerda ese día “perfectamente”. “Me sentí súper triste”, explica. Su madre lo confirma: “Ese día, Eli se hizo pis en la cama, algo que no había desde que dejó el pañal y yo me empecé a comer la cabeza pensando que a lo mejor estaba haciendo algo mal”.

Me planteé que todo lo que estaba haciendo era para los demás y no por mi hija y decidí que fuera feliz

“Es durísimo que te presionen con esto. Yo llevé a mi hija a cortarla el pelo y cuando salió, me preguntó si las chicas también llevaban el pelo corto. Fue para mí tan duro, que me planteé que todo lo que estaba haciendo era para los demás y no por ella”, recuerda. “Hablé con mi marido, mostrándole mi preocupación sobre tratar a Eli como a una niña y que ella luego cambiara, pero fue mi marido el que me dijo: vamos a dejar que sea feliz ahora y, si mañana cambia, ya veremos qué pasa”, explica Violeta. Recuerda, en un primer momento, la “sensación de vértigo, de miedo a equivocarse, a que la hagan daño y a la presión social”.

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"Las mujeres trans adultas me abrieron los ojos"

Fue entonces cuando la familia comenzó a buscar ayuda en asociaciones LGTBI y trans. “Necesitaba hablar con mujeres trans adultas, que me contaran su experiencia. Me abrieron los ojos, me hablaban de infancias terribles, de tener que salir de casa, de maltrato”, asegura. Todo aquello era lo que quería evitarle a su hija, así que, cuando Eli tenía 6 años, expusieron la situación en el colegio y, aunque algunos profesores tenían “reticencias” porque la veían “muy pequeña”, todos empezaron a tratarla en femenino.

Después, “todo se volvió más fácil” para Eli. No ha recibido acoso escolar. “Si acaso, la familia somos los que hemos tenido que dar la cara, las faltas de respeto las hemos sufrido nosotros al protegerla”. “A quien nos cuesta entenderlo es a los adultos… los demás niños ya la veían desde hacía mucho como una niña”, prosigue.

Otro momento que recuerda Eli con cariño fue unas vacaciones con su familia, cuando ella tenía ocho años. “Fue la primera vez que conocí a una niña trans y me hizo muchísima ilusión”. Eli lamenta la falta de educación en diversidad sexual y de género que recibió en el colegio, aunque reconoce que al pasar al instituto, sí recibió “muchísima” formación sobre ello.

Desde niña le preocupaba cuándo le iba a cambiar la voz o a salir barba

También recuerda como un día feliz aquel en el que, con once años y medio y tras años luchando con negativas, le dijo el endocrino infantil que iba a comenzar el tratamiento para bloquear su desarrollo corporal. “Desde niña estaba preocupada y me preguntaba cuándo le iba a cambiar la voz o a qué edad sale barba”, recuerda su madre: “Era una de las cosas a las que más miedo le tenía”.

Eli es una chica trans de 16 años

 RTVE.es

Pero hasta los 14 años no le concedieron a Eli el tratamiento hormonal para desarrollarse como chica, tras años de “ansiedad”. “Ella iba viendo que sus amigas se desarrollaban, hablaban sobre sus cambios… por eso, cuando comenzó a recibir el tratamiento hormonal y empezó a verse pecho, se tranquilizó”, explica Violeta. Para Eli, cuando supo que por fin se iba a hormonar fue un día “súper feliz”. “Es verdad que si tus amigas hablan de la regla o cuestiones así te sientes un poco más incómoda”, reconoce la adolescente, aunque por lo demás vive como una más.

Ahora, Violeta es una luchadora activista y trabaja asesorando a familias para que arropen a sus pequeños. También lo es Natalia Aventín, quien junto a su hijo Patrick cambió el destino de los menores trans en 2019, cuando el el Tribunal Constitucional falló a su favor para reconocer a Patrick como chico y permitió que todos los menores “con suficiente madurez y que se encuentren en una situación estable de transexualidad" cambiar su nombre y su sexo en el registro civil.

Mi hijo es súper feliz, tiene aficiones sanas y la cabeza bien amueblada

Patrick tiene ya 18 años y la sentencia llegó cuando estaba rozando la mayoría de edad, aunque él se expresara como niño “desde los tres años” y su madre intentara reconocerle así en el registro cuando él tenía 11. “Mi hijo es un tío súper feliz, yo de mayor quiero ser como él”, dice sonriendo Natalia, quien cuenta que la principal pasión de su hijo es la montaña, aunque le encantan otros deportes. “Tiene aficiones sanas y la cabeza bien amueblada”, destaca. Donde viven, en Benasque -un pueblo de Huesca de poco más de 2.000 habitantes-, “todos saben que es trans y nadie tiene ningún problema”.

Cuando el entorno es hostil

Eli y Patrick son dos adolescentes que tuvieron el apoyo de su familia, que fueron escuchados y tenidos en cuenta desde niños. Y aunque la sociedad va poco a poco avanzando, no todos los menores trans cuentan con este apoyo y comprensión. Lo cuenta Mané Fernández, vicepresidente de FELGTB.

Nos llamó la atención la cantidad de menores que nos llamaron porque el aire que se respiraba en sus casas era tránsfobo

“Tenemos una línea de atención a personas LGTBI. En marzo, durante el confinamiento, se triplicaron las llamadas. Nos llamó la atención la cantidad de menores trans que nos llamaron para decirnos cómo estaban sufriendo porque en sus casas el aire que se respiraba era tránsfobo, no se les permitía ser quienes eran y, a veces, sabían que si se mostraban tal y como eran las consecuencias podían ser muy graves”, explica Mané. A esto, critica, se le suma la “presión social” y denuncia que muchos niños y adolescentes acaban “pensando en el suicidio o incluso se llegan a suicidar, no porque no estén a gusto con quiénes son, sino por la transfobia”.

A sus 57 años, Mané puede dar testimonio en primera persona de lo que sufre una persona trans entre quienes no le aceptan. Él nació en Chile y vivió su adolescencia durante la dictadura de Augusto Pinochet, donde el colectivo LGTBI era brutalmente perseguido. Su familia le apoyaba, pero el consejo que recibió por parte del psicólogo que le atendió fue que no contara a nadie su realidad, por miedo a que hubiera represiones. Tanto fue así, que Mané recuerda el dolor de no poder contárselo ni a su hermano pequeño, no por miedo a que le rechazara, sino a que él pudiera contarlo fuera de casa y hubiera consecuencias.

La mayor disriminación que he sentido a lo largo de mi vida ha sido tener que ser invisible

“La mayor discriminación que he sentido a lo largo de mi vida ha sido la de tener que ser invisible, que no se me pudiera entender”, explica, recordando la “infelicidad” que eso le supuso desde su infancia.

La situación mejoró al llegar a España en la veintena. Cuando, en 2007, se aprobó la ley de la rectificación registral de la mención relativa al sexo de las personas, Mané no lo dudo y comenzó el proceso para que le fuera reconocida oficialmente su identidad. Cuando lo completó y pudo ser Mané Fernández “sin tener que dar explicaciones”: “Fue un respirar profundo y decir ‘lo he logrado’”.

Hemos aprendido desde niños los cánones sobre cómo nos tenemos que comportar para ser aceptados

Ahora, espera que la futura ley mejore la actual, pero recuerda que aún queda mucho por avanzar: “Las personas trans hemos aprendido desde niños a escondernos y a autodefendernos de la agresividad social, de las normas y cánones sobre cómo nos tenemos que comportar en una sociedad que marca unas conductas para que seamos aceptados a nivel social”.

Niurka Gibaja es una mujer trans de 40 años nacida en Perú que lleva más de 10 años viviendo en España. Es una generación diferente a la de Eli y Patrick, pero coincide en recalcar la importancia de la educación para solventar las discriminaciones y brechas como la laboral cuando se trata de personas adultas. “No tenemos suficientes protocolos educativos que permitan la inclusión de manera sana”, reprocha.

Aún así, celebra: “Las personas trans cada vez se visualizan más de manera positiva y con orgullo, las generaciones de jóvenes se están mostrando y van enseñando sus crecimientos, su proceso en redes sociales”. Los trans somos cada vez más conscientes de luchar por nuestros derechos y eso hace que tengamos cada vez una mayor presencia”, concluye.