Rafael vs. Miguel Ángel: los tapices que enfrentaron a dos genios llegan al Palacio Real
- Por primera vez se expone la colección de tapices sobre los Hechos de los Apóstoles comprada por Felipe II
- El encargo del papa a Rafael de los tapices para decorar la parte baja de la Capilla Sixtina desató los celos de Miguel Ángel
Hay exposiciones que cuentan mucho más de lo que parece. El Palacio Real de Madrid conmemora el V Centenario de la muerte de Rafael, reuniendo por primera vez los nueve tapices de los Hechos de los Apóstoles que compró Felipe II en la lonja de Amberes en 1550, y que se basan en cartones realizados por el pintor renacentista. Ante ellos, cabe preguntarse por su ejecución, su historia, su diseño… pero basta observarlos de cerca para percibir el latido de un choque entre dos genios del Renacimiento: Rafael y Miguel Ángel.
Pertenecientes a la colección de Patrimonio del Estado, que incluye más de 2.000 piezas, los monumentales paños se encuentran en perfecto estado y están considerados por los expertos como la réplica más completa y de mejor calidad, de las basadas en los cartones que Rafael pintó para la colección del Vaticano, 30 años antes.
Con casi seis metros de altura, diez de longitud y más de sesenta kilos de peso cada uno, los tapices representan escenas de las vidas de los Apóstoles San Pedro y San Pablo. En 1514 el Papa León X, que como sus predecesores quería dejar su impronta en la Capilla Sixtina, encargó a Rafael los cartones de los tapices, porque pretendía decorar con ellos la parte baja, en ocasiones especiales. Se hacían siempre pensando en el lugar donde serían ubicados. El Papa encargó diez paños, uno de apenas un metro, para colocar sobre la cancela que separa el espacio sagrado del espacio público.
Encontronazo histórico
Pero aquel encargo generaría un encontronazo histórico. En aquellos años, Rafael decoraba las estancias privadas del Papa en el Vaticano, y a pocos metros, Miguel Ángel terminaba los frescos de la bóveda de la Capilla Sixtina, un encargo del Papa anterior, Giulio II. Cuando Miguel Ángel supo que su joven rival, Rafael, competiría con su magna obra en aquel lugar sagrado, montó en cólera.
Para entender aquel encontronazo, hay que leer al escritor y experto en el Renacimiento Antonio Forcellino. Asegura que ambos eran tan geniales como dispares. Rafael, empático, amable, creativo e imprescindible en todos los eventos de la corte papal. Miguel Ángel irascible, difícil, atormentado, asocial e infatigable. En torno a aquel histórico desencuentro se han extendido algunas leyendas, como la que responsabiliza a Miguel Ángel de la poca visibilidad que tuvieron posteriormente los tapices de Rafael. En realidad, asegura Forcellino, no tenía el poder de vetarlos y mandarlos a los subterráneos del Vaticano, como se ha dicho. Sí es cierto, dice, que la competencia de Rafael le provocó envidia y celos. No solo por la obra, sino porque cada tapiz costó 1.000 ducados de oro, mucho más de lo que él cobró por los frescos de la bóveda.
Pero el destino de los tapices estuvo más marcado por los saqueos y la codicia, que por aquella rivalidad entre genios. Y no hay que olvidar que Rafael moriría prematuramente a los 37 años, poco después de terminar el encargo, por lo que escapó a su control lo que pasó con los tapices y con sus cartones.
Cuando en 1519 los paños se expusieron en la Capilla Sixtina, bajo la bóveda de Miguel Ángel y los frescos de artistas del Renacimiento temprano como Botticelli, Perugino y Ghirlandaio, la corte papal quedó impactada e incrédula. El historiador Giorgio Vasari los describió como“obras milagrosas” porque consideraba un milagro que se pudieran representar personas con esas calidades a través del tejido. Impresionaron también las escenas. Rafael había elegido pasajes poco conocidos de los Hechos de los Apóstoles y aquellas composiciones, alejadas de la clásica pirámide tradicional flamenca vista en otros tapices, tenían un valor incalculable, con los Apóstoles musculados en primer término, casi tridimensionales, tejidos minuciosamente en lana, seda e hilos de oro y plata.
El Director del Departamento de Historia del Arte de la Universidad Complutense de Madrid, Matteo Mancini, cree que esos tapices evidencian de forma clara la influencia de Miguel Ángel, sobre Rafael, que le admiraba; y que el joven pintor se inspiró en los frescos del Génesis de la bóveda, donde la fuerza de los gestos y los fondos sin paisaje dan absoluta prioridad a los personajes. Los dos, asegura, plantean una visión diferente en términos estructurales de los modelos clasicistas.
Rafael murió sin ver expuestos todos los tapices
Tanto Rafael como Miguel Ángel, se consideraban intelectuales y querían desvincularse de su condición de artesanos. Por eso, asegura Mancini, Miguel Ángel oculta todo el proceso de realización de los frescos de la Capilla Sixtina, que es un esfuerzo físico y material. Y Rafael se encarga de los cartones, pero se aleja de la realización material de los tapices. Ambos querían dejar una huella original, cada uno en lo suyo.
Rafael murió en 1520 y nunca vio todos los paños expuestos. Este año, por el V Centenario de su muerte, el Vaticano decidió exhibirlos juntos, como debió hacerse entonces, aunque se han perdido tres y no podemos imaginar cómo quedarían con los frescos de Perugino al fondo, porque aún faltarían 15 años para que Miguel Ángel pintase en su lugar el Juicio Final que preside el altar en la Capilla Sixtina.
En cuanto a los cartones, la voluntad de Rafael era que fuesen destruidos, para preservar la exclusividad. Dibujados en papel (más fácil de dividir y transportar) se tenían que trocear para que los tejedores pudieran utilizarlos como guía y realizar los tapices. Pero, concluidos los diseños no se destruyeron, nadie los reclamó, y en los talleres del prestigioso Peter van Aelst, en Bruselas, se encolaron para que ganaran resistencia. Con ellos se realizaron grabados que luego sirvieron de enseñanza en las escuelas de arte de Europa, y varias réplicas, a petición de reyes como Francisco I de Francia o Enrique VIII de Inglaterra, por encargo de nobles, o para vender en la lonja de Amberes. Ya en el siglo XVII y asesorado por Rubens, Carlos I de Inglaterra compró los cartones que hoy pertenecen a la Corona británica y se pueden ver en el Victoria and Albert Museum de Londres.
La Comisaria de la Exposición, Concha Herrero, señala que en la colección española hay dos reediciones de esos tapices: la que ahora se expone, para Felipe II y otra para su hijo Felipe III. También hay otra colección en la Iglesia de San Pablo en Zaragoza. Pertenecía a los duques de Villahermosa y hoy se pueden ver en el Palacio Arzobispal, la Iglesia y el Museo Arqueológico de Madrid.
Los paños, aunque no todos juntos, se ha utilizado en varias ocasiones en ceremoniales áulicos, palaciegos y litúrgicos. También, como otras valiosas piezas de Patrimonio Nacional, se ha prestado para exposiciones internacionales en grandes museos. Según Herrero, su valor específico es que esta colección ha sido considerada por especialistas punteros de la historia de la cultura y el arte, como la más completa y perfecta en su realización, es decir, que los tapiceros supieron trasladar perfectamente las indicaciones que Rafael dejó en los cartones.
Confeccionados en seda de potentes colores
Frente a ellos es tan fácil percibir, como imposible computar, las puntadas y horas de trabajo que han costado. No hay en ellos hilos de oro y plata, como en los tapices del Vaticano, pero están realizados en seda y lana de potentes colores que dan perspectiva y profundidad a las escenas. Los tapices, tejidos concienzudamente, solo pueden ser expuestos durante unos meses. La luz y los cambios de temperatura, los dañan.
Hace siglos viajaban en carros, anticipando la llegada de los monarcas a cualquier lugar. Adornaban y daban empaque a los lugares donde paraban. Pero se cuidaban como la más preciada joya, y antes de guardarlos se lavaban en el río Manzanares. Hoy, de su mantenimiento se encarga la Real Fábrica de Tapices. Allí, entre telares, tramas, bobinas y urdimbres, se siguen tejiendo historias.