Yemen: cuando la esperanza viaja a lomos de un burro
- Miles de vacunadores luchan cada día por llegar a los lugares más inaccesibles de Yemen para inmunizar a los niños
- Especial El viaje de la vacuna, un recorrido virtual por los cinco continentes
Después de caminar varias horas, Ahmed y el resto de vacunadores han llegado por fin a Al´anaf, un pequeño poblado oculto entre montañas. El trayecto ha sido agotador, ya que no hay ninguna carretera que conduzca hasta allí, y prácticamente han tenido que avanzar sobre un continuo pedregal. Pero para ellos la recompensa de su trabajo está muy por encima de cualquier dificultad: salvar a los niños de la polio, una enfermedad capaz de matarlos o de condenarlos a un cuerpo deformado para el resto de sus vidas.
Las vacunas han hecho posible que el poliovirus, un microorganismo que hasta no hace mucho tiempo causaba auténticos estragos entre la población infantil, haya sido prácticamente erradicado en todo el planeta. Sin embargo, en los últimos meses se han detectado brotes en el noroeste de Yemen, el lugar donde nos encontramos. Y la labor de este grupo de sanitarios es fundamental para evitar que el incendio vuelva a propagarse entre los más pequeños.
No todos los miembros del equipo de Ahmed son humanos. Entre ellos, también hay un burro, en quien recae el cometido fundamental de transportar la nevera con las vacunas, junto con la pesada bombona de gas que hace posible su funcionamiento. La versatilidad y resistencia de estos humildes animales están ayudando a salvar muchas vidas en zonas de difícil acceso, como este inhóspito rincón de la Península Arábiga.
"Necesitamos vacunar a nuestros hijos porque son parte de nosotros", expresa Ahmed, quien ha llegado a Al´anaf impulsado por una promesa que se ha hecho a sí mismo: “No dejar atrás ni a un solo niño". Desde hace casi seis años, Yemen está sumido en una feroz guerra civil que ha devastado al país, desencadenando la que ha sido calificada por la ONU como “la mayor crisis humanitaria del mundo”. El conflicto ha provocado ya cuatro millones de desplazados internos, que se encuentran atrapados en su propia tierra, sin poder cruzar la frontera de Omán o de Arabia Saudí, ni tampoco avanzar por mar. De ellos, casi la mitad son niños.
Los combates comenzaron en marzo de 2015, y desde entonces no han dado ni un solo día de respiro a una población abandonada a su suerte. Por un lado, se encuentran las fuerzas gubernamentales suníes, apoyadas por Arabia Saudí y varias naciones del Golfo Pérsico. Por el otro, los rebeldes hutíes, una minoría chií que cuenta con el respaldo de Irán y que controla gran parte del país, incluida la capital Saná. Las negociaciones entre el Gobierno y los insurgentes se han mantenido durante los últimos meses, pero nunca han llegado a cuajar, dificultando un acuerdo que permitiría establecer un alto el fuego temporal, impulsar medidas humanitarias y avanzar hacia el final definitivo del conflicto.
Años al borde del colapso sanitario
Al mismo tiempo que la violencia se enquistaba, la atención sanitaria se ha deteriorado hasta la precariedad absoluta, y la pandemia de COVID-19 no ha hecho otra cosa que agravar aún más esta coyuntura de extrema fragilidad. Golpeado por una brutal carestía de casi todo, el sistema sanitario lleva años al borde del colapso. La mitad de las instalaciones de salud no funciona. La otra mitad lo hace, pero con graves problemas de escasez de medicamentos, equipos y personal.
Aproximadamente 24 millones de yemeníes, el 80% de su población, necesitan algún tipo de ayuda humanitaria para poder sobrevivir. De ellos, casi 12,5 millones son niños. En este contexto de emergencia salvaje, la asistencia sanitaria, especialmente la relacionada con la administración de vacunas, es aún más importante para ellos.
“La situación en Yemen es muy, muy seria. Para los niños es lo más parecido a un infierno”, describe Gianluca Buono, jefe de operaciones sobre el terreno y coordinación de UNICEF en la zona, quien cuenta cómo las principales amenazas para ellos son las enfermedades, la falta de alimentos, el desplazamiento de sus hogares y un acceso muy limitado a los servicios básicos. “Cada uno de esos desafíos empeora día a día, poniendo en riesgo la vida de millones de ellos”, se lamenta, apuntando un dato demoledor: “actualmente, más de dos millones de niños yemeníes menores de cinco años sufren de desnutrición”.
Ambiente casi festivo
Cuando Ahmed y su equipo, con el burro abriendo paso, llegan al poblado, las familias ya los están esperando, ya que han sido avisadas con antelación por medio de la emisora de radio comunitaria. El ambiente en el que se desarrolla la vacunación es muy alegre, casi festivo, porque para estos padres, que desgraciadamente están acostumbrados a bregar con todo tipo de enfermedades, el líquido que se esconde en esa nevera azul es lo más parecido a un tesoro. Saben que es sinónimo de vida. Y no una vida cualquiera, sino la de sus hijos.
Los vacunadores van casa por casa, vertiendo las preciadas gotas en la boca de los niños. Ahmed dibuja directamente sobre las puertas el esquema para seguir el proceso de vacunación de los miembros de ese hogar, llevando la cuenta de quienes viven allí. Quizá pueda parecer una método muy rudimentario, pero en zonas como esta, donde los registros civiles son inexistentes, es el más efectivo para asegurarse de que todos reciben su dosis y completan el calendario vacunal. Por esta misma razón, cuando un menor es vacunado, también se marca la uña de su dedo índice con rotulador permanente.
“He elegido este trabajo para servir a mi pueblo y a mi comunidad. Me convertí en enfermero para ayudar a mi gente. Las dificultades no importan cuando los niños crecen sanos, pueden estudiar y tienen la oportunidad de disponer de una buena vida”, asegura Ahmed sin poder ocultar el orgullo.
Un virus que ataca a menores de cinco años
La poliomielitis es una enfermedad que ataca sobre todo a niños menores de cinco años. En su fase inicial es muy silenciosa, ya que no presenta síntomas visibles, lo que hace que su capacidad de contagio sea explosiva. Una de cada 200 infecciones produce una inmovilidad irreversible, que suele afectar al aparato locomotor. De estos casos, entre un 5% y un 10% fallecen por parálisis de los músculos respiratorios.
Hace tres décadas, se detectaban anualmente cerca de 350.000 casos a nivel mundial. En la actualidad, apenas suman unas decenas, y el virus únicamente persiste en dos países: Afganistán y Pakistán, aunque en los últimos meses también se han detectado brotes en zonas de Sudán y Yemen. A pesar de que esta baja incidencia podría hacer pensar que la vacunación no es necesaria, en realidad sucede exactamente lo contrario. La elevada capacidad de contagio de esta enfermedad hace que sea necesario mantenerla a raya. Y, cuando se trata de virus, no hay cortafuegos más efectivo que la inmunización.
En Yemen, los nuevos casos se concentran en el noroeste, donde el programa de vacunación ha tenido muchas dificultades para acceder debido a los combates. Un escenario que no solo ha favorecido a la reaparición de la polio. Por ejemplo, desde 2017, el país ha sufrido el brote de cólera más grande y de más rápida propagación de la historia moderna.
“Las enfermedades prevenibles con vacunas se encuentran entre las principales causas de muerte infantil. El país tiene un sistema de salud deficiente, devastado por el conflicto, además de un sistema de vigilancia y control de enfermedades muy débil”, cuenta Gianluca Buono, que cree que todos estos factores hacen que sea “más importante que en cualquier otro lugar” que los niños estén protegidos contra enfermedades de fácil profilaxis como la neumonía, el sarampión, el cólera, el tétanos o la diarrea aguda infecciosa.
Cuando Ahmed y su equipo finalizan el trabajo de vacunación en Al´anaf, emprenden el largo y complicado regreso a casa. Como ellos, miles de vacunadores luchan cada día por llegar a los lugares más inaccesibles del país para inmunizar al mayor número posible de niños. Sin embargo, un 30% de ellos no llega nunca a ser vacunado.