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El paisaje que dejó la pandemia: el coronavirus cambió nuestra imagen de las cosas

  • La COVID-19 ha traído un mundo que no es lo que era hace solo unos meses. Repasamos en imágenes cómo se ha transformado

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El paso del coronavirus por nuestras vidas ha dejado un antes y un después en todos los terrenos.
El paso del coronavirus por nuestras vidas ha dejado un antes y un después en todos los terrenos.

Al echar la vista atrás a este 2020 es difícil encontrar una foto que nos provoque una sonrisa, un recuerdo grato, el reconocimiento de un instante memorable. Han sido demasiadas malas noticias en un solo año y la mayoría de las imágenes que asoman a la mente solo nos hacen añorar las del pasado o desear que el futuro las borre.

El coronavirus SARS-CoV-2 y la enfermedad que causa, la COVID-19, nos han hecho vivir a la fuerza un momento histórico. No de esos que uno quiere protagonizar, no con las connotaciones épicas de la palabra "histórico", pero sí de los que marcan la existencia y graban un antes y un después en la vida de cada uno.

Esta pandemia deja un mundo que ya no es el que era hace tan solo unos meses. Lo que dábamos por seguro, lo que conocíamos de toda la vida, lo que estaba marcado en la agenda, todo lo puso el coronavirus patas arriba. Muchas cosas han cambiado y buena parte permanecerá con nosotros en 2021. Estas son algunas de las imágenes que el año de la COVID ha transformado:

La primera señal: el Mobile World Congress

Precedida de un gran debate sobre si era un acierto o una exageración, la noticia cayó como una bomba y anticipó en España lo que vendría un mes después. El 12 de febrero, GSMA, la asociación organizadora del Mobile World Congress (MWC), decidió cancelar la celebración de la feria de tecnología móvil más importante del mundo que Barcelona acoge desde 2006.

"La preocupación global por el brote del coronavirus, los viajes y otras circunstancias hacen imposible que GSMA celebre el evento", explicaba el consejero delegado de la organización, John Hoffman. El impacto económico de esta cancelación, 500 millones de euros y 14.000 empleos, fue solo un preludio de las consecuencias que traería la pandemia del coronavirus al margen de las de la propia enfermedad, ante la incredulidad de los gobiernos catalán y central, que entonces no veían la necesidad de cancelar el evento pese a los brotes de COVID-19 y la espantada de las empresas participantes.

El MWC de 2021 se ha vuelto a aplazar, y se espera que se celebre del 28 de junio al 1 de julio, cuando se calcula que la situación epidemiológica global volverá a hacerlo viable.

Atalanta - Valencia, la "bomba biológica"

El 19 de febrero, la ida de los octavos de final de la Champions League frente al Valencia era el partido más importante en la historia del club italiano del Atalanta y un tercio de los residentes de Bérgamo viajaron a Milán para congregarse en el estadio San Siro. Con los 40.000 aficionados italianos, también hubo casi 2.500 hinchas españoles que asistieron al partido, algunos de los cuales volvieron contagiados e iniciaron la propagación del virus por el Levante español.

Un mes después, los expertos señalaron a este partido como un “acelerador” de la propagación del virus, una "bomba biológica" y una de las principales razones de que Bérgamo se convirtiera en uno de los epicentros de la pandemia y que hizo que el 35% de los jugadores de Valencia también se contagiaran. Aún se jugó el 10 de marzo el partido de vuelta en Valencia, aunque a puerta cerrada. Dos semanas más tarde, la UEFA decidió aplazar las finales de la Liga de Campeones y la Europa League.

El 23 de agosto se disputó en Lisboa la final entre el Bayern de Múnich y el PSG francés, después de una fase final jugada en burbuja y sin público, que ganó el conjunto alemán. El fútbol, deporte de masas por excelencia, se ha vuelto a jugar sumido en el silencio. Sin público en los estadios y el negocio paralizado, los grandes clubes han estimado en 4.000 millones de euros la pérdida de ingresos a causa de los efectos del coronavirus. El espectáculo continúa, pero disminuido.

Coalición, alarma, censura

El año 2020 era para la política española un hito: el de la puesta en marcha del primer gobierno de coalición de la democracia, entre un partido tradicional, el PSOE, y una formación joven, Unidas Podemos, obligados a un complicado juego por la endeblez de su mayoría parlamentaria.

El coronavirus trastornó todo. Lo de menos ha sido la presencia de las mascarillas en los diputados, la no siempre observada restricción de aforo o incluso la interrupción de la vida parlamentaria provocada por el confinamiento. La pandemia hizo volcar el programa legislativo previsto para dar paso a una gestión de crisis permanente, sanitaria, económica y también política, y a debatir medidas extraordinarias, con un país que habrá pasado la mitad del año en situación de excepcionalidad, en un estado de alarma que ha sido declarado dos veces, y en medio de una polarización política e ideológica agudizada que llegó a su culmen con una moción de censura infructuosa presentada por Vox.

Las imágenes representan dos instantes bien diferentes. El primero, un momento del debate de investidura en enero del que salió Pedro Sánchez como presidente del Gobierno. El segundo, el aplauso de media bancada socialista a Sánchez congratulándose por el pacto alcanzado en julio en Bruselas para un fondo europeo de recuperación ante la crisis causada por la COVID-19.

Sin Feria pero con libros

Ni en primavera ni en otoño. La Feria del Libro de Madrid no celebró su 79ª edición en el parque del Retiro, después de que la organización decidiera suspender la cita que previamente había aplazado para las fechas del 2 al 18 de octubre, una vez que se había descartado la habitual primera quincena de junio. También Sant Jordi y las principales citas con los libros tuvieron que ser canceladas.

El sector editorial, que llevaba seis años consecutivos creciendo, se vio tan afectado por la pandemia como cualquier otro comercio minorista de proximidad. Sin embargo, tras el confinamiento, las librerías fueron recuperando el pulso, ayudadas por la fidelidad de los lectores y el redescubrimiento de la lectura en las largas semanas de encierro doméstico. Los editores calculan unas pérdidas del 22% por la incidencia del coronavirus, pero las librerías independientes buscan abrirse un nuevo camino con el comercio online y erigiendo su propia alternativa a Amazon.

Un Vía Crucis de 12 meses

Pese a que fue llamando uno tras otro a todos los países del mundo, nos resistimos a creer que una pandemia fuera a irrumpir en nuestra existencia. Después, uno a uno también, fueron cayendo sin remisión todos los acontecimientos del día a día, desde los más cotidianos a los más especiales. Cerraron los colegios, las universidades, las tiendas, las empresas, las calles, las ciudades y los países. Se suspendieron fiestas y celebraciones de aquella hoy lejana primavera: un año sin carnavales, sin Fallas, sin procesiones de Semana Santa.

En lo que a muchos habrá parecido un pequeño apocalipsis, una auténtica prueba de fe -en uno mismo, en los demás, en lo trascendente- las iglesias apenas sirvieron de refugio, porque los templos tampoco eran inmunes al virus. El particular 'vía crucis', como el que presidió el papa Francisco en una vacía Plaza de San Pedro el pasado Viernes Santo, se ha vivido de puertas adentro.

Una parcela en la playa

El coronavirus hizo mutar las playas abarrotadas, la lucha por un hueco para la sombrilla y otras escenas propias del verano por las parcelas delimitadas, las aplicaciones de control de aforo, los horarios restringidos y el paseo con mascarillas. En la imagen se enfrentan la playa de la Misericordia, en Málaga, en una instantánea de mayo de 2019, y la playa de La Grand Motte, en Francia, un año después.

La orilla del mar dejó de ser un lugar de descanso y se convirtió en otro posible foco de contagios, una amenaza que conjurar con toda suerte de normas y reglamentos, en aras de una nueva normalidad que resultó fallida al final del verano tanto en España como en otros países de Europa.

El turismo, ante y post-confinamiento

Si toda la economía, es especial los servicios, han sufrido por los efectos de la pandemia del coronavirus, el sector del turismo y los viajes ha sido sin duda el más perjudicado, y cerrará 2020 como un año negro, con más de 100.000 millones de euros en pérdidas y 700.000 empleos en el aire.

Las perspectivas de recuperación del verano se esfumaron rápidamente al ritmo en que surgían brotes y contagios. Los puentes festivos de final de año o la apuesta por el turismo de interior y rural no compensan las enormes pérdidas de la que en España es la primera industria del país. Siete de cada diez hoteles han cerrado por la pandemia. Por eso, la economía española será la que más caiga de la OCDE.

Las multitudes de turistas han dejado paso al espacio vacío, a pueblos y ciudades fantasma. ¿En todas partes? No. Precisamente, en China, el país donde se originó la pandemia, el control de esta ha llevado a invertir las imágenes. El confinamiento vació la Gran Muralla, el monumento más visitado del mundo; después, el cierre de fronteras y los protocolos de seguridad la dejaron casi desierta. Sin embargo, una vez que se flexibilizaron las restricciones, se ha vuelto a llenar de visitantes. Las colas habituales, pero con mascarilla, como pasó el Día Nacional de China, el pasado 1 de octubre.

Madrid, sin boina

En lo peor de la pandemia, una crisis que no ha terminado, ha habido tiempo para pensar en el mundo que nos gustaría tener en el futuro. Entre otras aspiraciones, la de un planeta más sostenible, una civilización más verde, menos dependiente de la movilidad y el consumo de carburantes.

Y se han visto atisbos de esa realidad alternativa en muy poco tiempo, entre la imagen de principios de enero, con una gruesa capa de contaminación sobre la ciudad de Madrid -vista desde Getafe- mientras se debatía el futuro de Madrid Central, y una vista de las cuatro torres con un cielo limpio debido al confinamiento y la postal de la sierra al fondo, en una panorámica del 22 de abril.

Se calculaba que la paralización del transporte y de buena parte de la actividad industrial por la crisis de la COVID-19 supondría un descenso aproximado del 6 % de las emisiones de CO2 en 2020. En España la contaminación se redujo un 58 % en apenas mes y medio, entre el 14 de marzo y el 30 de abril. Aún insuficiente para frenar el cambio climático, según la Organización Meteorológica Mundial, cuando hemos vivido entre 2015 y 2019 el lustro más cálido del que se tiene registro.

Aeropuertos casi desiertos

Tras años batiendo récords de viajeros y alcanzar los 275 millones de pasajeros en 2019, los aeropuertos españoles se han vaciado como nunca antes. Nada que ver las decenas de pasajeros esperando para facturar en terminales como la madrileña de Barajas en un puente o unas vacaciones, con las escasas ocasiones en que se han vuelto a ver colas en 2020, pero ahora para pasar controles adicionales motivados por la pandemia de coronavirus.

La COVID-19 ha dejado desiertos los aeropuertos. Tan solo entre enero y septiembre, Aena perdió 107 millones de euros por la caída del tráfico aéreo cuando el año anterior ganaba más de 1.100 millones en el mismo período. Iberia incluso transformó un avión comercial en un carguero buscando nuevos negocios para sobrevivir. En el sector se calcula que, con una vacuna y en el mejor de los casos, el tráfico aéreo no se recuperará hasta 2024.

Los colegios enseñan a hacer burbujas

El concepto de burbuja de convivencia ha tenido su expresión más cotidiana en la vuelta de los niños al colegio, una prioridad política después del impacto educativo, laboral y familiar de todo un trimestre con los menores encerrados en casa durante el cierre escolar derivado del confinamiento en primavera.

Los recurrentes asuntos políticos en torno a la educación, sobre la escolarización en centros sostenidos con fondos públicos o en colegios e institutos privados, el nivel académico de los alumnos españoles, etcétera, fueron absorbidos por una única prioridad: volver a abrir las aulas de forma segura para evitar que niños, adolescentes y jóvenes no fueran vectores de una transmisión descontrolada de la COVID-19.

Y las imágenes también fueron distintas: del barullo, los abrazos y gritos entre amigos que se reencuentran y el olor a libro nuevo a las colas organizadas, los circuitos de seguridad y el olor a gel hidroalcohólico frotándose en las manos varias veces al día.

Rafa Nadal, algo sí es como de costumbre

El deporte no es solo un ejercicio de superación personal de los límites físicos y mentales del ser humano. En su mejor versión, es también un aglutinador social, un punto de encuentro, una experiencia emocional y un entretenimiento. En el verano en que se desvanecieron eventos globales como los Juegos Olímpicos o la Eurocopa de fútbol, recuperar la práctica del deporte podía parecer una banalidad, pero fue tan balsámico para muchos como cuando volvimos a salir a las calles en tasados paseos. Representaba un alivio colectivo, la promesa de que era posible recuperar poco a poco la normalidad.

Ver a Nadal ganar Roland Garros un año más y morder la Copa de los Mosqueteros por 13ª vez en su carrera, aunque fuera en otoño, y ganando a su rival más duro, Novak Djokovic, fue presenciar el regreso de una bendita rutina, la confirmación de que podemos seguir venciendo, superar obstáculos, romper límites y ver cumplirse los sueños.

América según Trump, o según Biden

Las elecciones presidenciales de Estados Unidos han sido más que el voto por la reválida o la ruptura con la administración de Donald Trump, el magnate metido a presidente. En mitad de una pandemia que ha hecho de Estados Unidos el país más afectado del mundo por la COVID-19, representaron la apuesta por dos cosmovisiones antagónicas del coronavirus.

A un lado, la del presidente republicano, que huía de las restricciones estrictas y ninguneaba los argumentos científicos, que subestimó la pandemia aunque él mismo enfermó. En la campaña, alentó a la asistencia masiva a sus mítines al tiempo que minaba el voto por correo, palanca del cambio para su oponente.

De otro lado, el vencedor de las inicialmente superpobladas primarias demócratas, el exvicepresidente Joe Biden, siempre portando mascarilla, eludiendo los actos electorales convencionales, aconsejando continuamente prudencia y alertando de la gravedad de la situación en el presente y el futuro cercano. No fue su única baza electoral, pero Biden se ha convertido en el candidato presidencial más votado de la historia de Estados Unidos.

Música confinada en la pantalla

El modo de escuchar y sentir la música ha cambiado drásticamente con la crisis de la COVID-19, como ha pasado casi sin excepción con el resto de formas de creación artística. Con cines, teatros, auditorios y museos cerrados, la expresión cultural se ha visto también confinada dentro del marco negro de una pantalla.

La música en especial ha vivido un largo silencio. Dejó de vivir en la carretera, los festivales desaparecieron del mapa, las salas más míticas languidecen o cierran. Un largo silencio a la música, cuyos artistas han tratado de ingeniárselas en formato de streaming para seguir presentes, a la espera de la recuperación definitiva de su espacio.

El auge de las plataformas puede ser un cauce para mantener el caudal de producción musical, y ha sido una tabla de salvación del aburrimiento durante el encierro en casa en lo que respecta al consumo de series. Pero al mismo tiempo puede llegar a fagocitar a las salas de cine y a la experiencia ¿en peligro de extinción? de ver una película en pantalla grande desde una butaca y codo con codo con amigos o desconocidos.

La mascarilla y las otras M que nos acompañarán

De un día para otro, ocultamos medio rostro para que nuestra identidad se redujera a lo que expresan una voz amortiguada y los ojos. Ni sonrisas, ni muecas, ni tampoco besos, ni abrazos, ni apretones de manos. Al ser humano, social por naturaleza, la pandemia le caracteriza con tres M: mascarilla, manos (lavado y apartadas de los otros) y metros, metros de separación.

Estas iniciales no nos definirán como personas, sino lo que hemos aprendido a hacer como individuos y como sociedad para mantener a salvo a los demás. Y el rostro enmascarado y las demás M reflejan lo que ha sido este año, y son el equipaje que nos acompañará en el próximo.