Copenhague: el mayor almacén humanitario del mundo
- Desde este punto estratégico se distribuyen artículos de primera necesidad a los niños más necesitados de todo el planeta
- Especial El viaje de la vacuna
En un rincón del puerto de Copenhague, rodeado por las aguas del estrecho de Oresund, se levanta un edificio que por sus imponentes dimensiones podría recordar a una de esas plantas donde se ensamblan los aviones comerciales. Sin embargo, se trata de un almacén humanitario. El mayor del mundo. Y a esta hora de la mañana, su interior es lo más parecido a una olla en ebullición.
Decenas de operarios trabajan empaquetando suministros de primera necesidad. Muy cerca de ellos, en otra área donde el acceso humano está rigurosamente controlado, grandes robots mueven sus brazos hidráulicos con precisión milimétrica, depositando cajas en palés, embalándolas y llevándolas de un lado a otro sobre monorraíles, todo a una velocidad de vértigo.
Los mismos robots se encargarán de apilar los palés en estanterías casi tan altas como el propio edificio. O de llevarlos hasta la zona de los muelles de carga, donde un enjambre de carretillas eléctricas los introducirá en la parte trasera de camiones, que será la antesala de la bodega de un avión o de un buque.
Este faraónico complejo tiene 25.000 metros cuadrados y está situado en una de las rutas comerciales marítimas más importantes del mundo, en la confluencia del Mar Báltico y el Mar del Norte. También se encuentra junto al aeropuerto de Kastrup, el de mayor tráfico aéreo de Dinamarca. Su posición estratégica lo convierte en el lugar idóneo para distribuir provisiones a todo el planeta.
Artículos vitales para niños de todo el planeta
Cada día, desde este almacén perteneciente a UNICEF se envían decenas de miles de artículos vitales para los niños más necesitados de los cinco continentes; desde mosquiteras o pastillas potabilizadoras, hasta suministros sanitarios y escolares. Tanto en reparto ordinario como de emergencia, que es el que mayor inmediatez requiere.
“En nuestro almacén, trabajamos con más de 800 artículos diferentes”, describe Peter Jones “Jonesy”, uno de los miembros de esta pequeña Babel formada por empleados de más de 80 países. Sentado frente al volante de su carretilla, explica que lo habitual en un día es enviar alrededor de 700 metros cúbicos de suministros solo por vía aérea. Un flujo que no se ha detenido ni durante los meses más duros de la pandemia de COVID-19.
“El almacén de Copenhague se complementa con otros situados en Accra, Duala, Shanghai, Dubai y Panamá. “
El almacén de Copenhague forma parte de una red que se complementa con otros centros de menor tamaño repartidos por todo el mundo. Están situados en Accra (Ghana), Duala (Camerún), Shanghai (China), Dubai y Panamá. Son puntos clave para llegar lo más rápido posible a las zonas del planeta donde se producen las emergencias humanitarias, que tristemente suelen ser casi siempre las mismas. Entre todos los almacenes, disponen de suficientes suministros de emergencia como para hacer frente a las necesidades de 250.000 personas durante al menos tres semanas.
Este gran depósito es el corazón logístico de UNICEF, aunque en realidad allí no se guarda ninguna vacuna. En cambio, sí que hay muchos materiales imprescindibles para llevar a cabo el proceso de vacunación, como jeringuillas, cajas de seguridad, termómetros, neveras transportables… Las condiciones especiales de mantenimiento de las vacunas hacen que lo más aconsejable sea que los propios proveedores, situados en diferentes puntos del planeta, hagan llegar directamente las dosis a los países de destino.
El reto de mantener la cadena de frío
Mantener la cadena de frío es la parte más delicada de este proceso de distribución, y también el principal desafío, porque una vacuna que pierde la temperatura se convierte en un líquido sin eficacia, prácticamente en agua.
"Hay que tenerlo todo planificado. Primero, tenemos que tener una red de proveedores que nos puedan suministrar las vacunas en el momento que los países las necesitan, ya sea para sus actividades de vacunación rutinarias o para introducirlas en casos de emergencia”, comienza relatando Gemma Orta, quien trabaja en la división de compras y logística de UNICEF.
“Una vacuna que pierde la temperatura se convierte en un líquido sin eficacia. “
Casos de emergencia como el que ha padecido recientemente Yemen, un país sumido en una brutal guerra civil desde hace años, y donde han surgido brotes de cólera que han obligado a desplegar contra reloj una campaña de vacunación destinada a su población infantil.
“Segundo, tenemos que tener una red de servicio de transporte de carga que puedan llevar las vacunas desde los proveedores hasta los países de destino. Y es muy importante que estos proveedores nos garanticen que las vacunas se transporten dentro de las franjas de temperatura adecuadas”, prosigue esta catalana.
La pandemia de COVID-19 no ha interrumpido esta cadena, aunque sí que la ha perjudicado. Especialmente al suministro de las vacunas, que suelen viajar en los aviones comerciales para llegar a los puntos más distantes. El confinamiento y el cierre de fronteras ha dejado en tierra a la mayor parte de la flota aérea mundial, lo que ha ocasionado importantes contratiempos logísticos. “Hemos tenido que encontrar soluciones bastante creativas”, confiesa Gemma Orta, quien cuenta cómo se vieron obligados a fletar “una especie de vuelo autobús” que iba parando en las ciudades y descargando las vacunas, para poder llegar a los niños de los países del oeste de África.
El suministro de vacunas nunca está garantizado, y no solo en tiempos de pandemia. En cualquier momento puede haber una interrupción de la producción debido a la falta de materia primas, o se puede detectar un fallo, o un lote podría no superar el control de calidad... Por este tipo de motivos, para diversificar el riesgo y poder asegurar el abastecimiento, UNICEF trabaja con una red de diferentes proveedores.
Una carrera de obstáculos
Además, la cadena de frío, especialmente en países pobres, es una carrera de obstáculos donde apenas hay margen de error y cada detalle tiene que estar previsto con suficiente antelación. Es muy importante planificar con las autoridades locales la llegada de las vacunas, para asegurar el espacio en los refrigeradores de los aeropuertos, tener preparados los camiones refrigerados, y disponer de espacio en las neveras de los almacenes farmacéuticos de destino.
“Las neveras transportables son esenciales para llevar las vacunas hasta los lugares más remotos. “
La pieza final de este rompecabezas no es menos complicada, ya que desde estos almacenes hay que conseguir llevar las vacunas hasta el centro de salud donde serán administradas a niños y adolescentes. Es lo que se conoce como "último kilómetro".
En lugares donde las infraestructuras están muy deterioradas o son prácticamente inexistentes, este peldaño final solo consigue salvarse haciendo uso de medios de transporte tan diversos como burros, camellos, avionetas, canoas, bicicletas o incluso drones. Cuando no directamente a pie, cargando con las vacunas sobre la espada. Es aquí donde entra en juego uno de los elementos clave en la distribución de vacunas: las neveras transportables, que no tienen que conectarse a la electricidad para mantener el frío en su interior.
“Esta parte es la más compleja pero también es esencial, porque si no llegamos a distribuir las vacunas en los centros de salud para que los niños las puedan recibir, todos los esfuerzos anteriores habrán sido en vano”, declara Gemma Orta.
Desde que el proceso arranca en Copenhague, hasta que la vacuna completa este "último kilómetro", todas las personas que integran la cadena ponen lo mejor de sí mismas para asegurarse de que funcione a la perfección. Desde el operario que conduce una carretilla en un rincón de un país tan próspero como Dinamarca, hasta el sanitario que inocula la dosis en otro tan destruido como Yemen o Mozambique. De esta coreografía depende la vida de millones de niños.
* Con la colaboración de UNICEF