Violencia, desplazamiento y confinamiento en el estado mexicano de Guerrero
- Más de 40 grupos armados se disputan el control del estado, afectando a la salud física y mental de miles de personas
- La violencia es una de las principales causas de migración hacia Estados Unidos
La población del estado mexicano de Guerrero afronta otra epidemia más prolongada y aguda que la de la COVID-19: la epidemia de violencia. Una violencia que se intensifica y afecta la salud física y mental de miles de personas. Desde el año 2016, clínicas móviles de Médicos Sin Fronteras (MSF) se desplazan a comunidades incomunicadas para facilitar atención médica y de salud mental. Se trata de enclaves golpeados por los enfrentamientos que mantienen más de 40 grupos armados que se disputan el control del territorio.
Esta otra epidemia se ha extendido desde años en diferentes regiones de Guerrero y ha provocado el desplazamiento interno de miles de familias y es una de las principales causas de migración hacia los Estados Unidos.
"La violencia, como epidemia, va minando a las comunidades fundamentalmente por los choques que se suceden entre diferentes grupos del crimen organizado por el cultivo de la amapola y el cultivo del aguacate", explica Alberto Macín, psicólogo y responsable de las actividades de salud mental de MSF en Guerrero. Se trata de cultivos que generan ingresos y por los que combaten los grupos para obtener su control.
Atrapados por el conflicto
Comunidades de la sierra guerrerense han sido escenarios de batalla en los que la población se encuentra atrapada o es obligada a salir huyendo en medio del fuego cruzado.
Equipos de MSF han acompañado a los habitantes de una población que fueron forzados a abandonar su comunidad en la región de Tierra Caliente a principios de años. En verano, en medio de la pandemia de COVID-19, pudieron regresar a reconstruir su pueblo después de que los grupos armados alcanzaran una tregua.
"Los residentes han padecido las consecuencias de su desplazamiento y ahora están viviendo todo lo que implica el retorno a la comunidad y empezar desde cero", señala Gabriela Peña psicóloga de MSF en Guerrero.
"Devastada, la comunidad era un basurero. Animales muertos por aquí, todas las casas abiertas, saqueadas, charcos de sangre en la laguna. Estuvo feo”, así recuerda Onelia Ayala, vecina de la comunidad, lo que encontraron a su regreso a la comunidad.
Secuelas físicas y mentales
Las secuelas para la población no solo son físicas, no solo son perceptibles en la destrucción de sus hogares o de la infraestructura comunitaria; algunas familias han sufrido también la pérdida de seres queridos. "Mi hermano no quiere venir; quedó muy mal, muy trastornado. Difícilmente va a regresar", se lamente Onelia.
Según los relatos de los vecinos, se estima que 7 de cada 10 habitantes han regresado al pueblo. El resto permanece en otros estados cercanos, como Morelos o han tratado de llegar al vecino del Norte para pedir asilo.
"Unos se fueron a EE.UU. vía asilo, varios de mis alumnos se fueron, están allá. Otros se fueron a la Ciudad de México, otros a la cabecera municipal según las posibilidades de cada uno", afirma Omar Rojas, profesor de telesecundaria.
Sin coronavirus en las zonas aisladas
Pese a que Guerrero se ha visto afectado, como el resto del país, por la pandemia de COVID-19, las poblaciones rurales más aisladas y/o confinadas visitadas por Médicos Sin Fronteras no han detectado ningún caso. Sin embargo, los equipos de MSF extreman precauciones para evitar contagios y forman al personal de los centros de salud y a la población en general sobre las medidas de protección.
"Para protegerse del COVID, al inicio de la pandemia esta comunidad cerró sus fronteras", señala Bonnie Vera, médica de MSF que asiste a una comunidad confinada por la violencia en la región Costa Grande. "A partir de agosto de este año reactivamos la atención de las clínicas móviles con todas las medidas necesarias para evitar contagios". En la comunidad a la que se refiere la doctora Vera, las clínicas móviles de MSF son la única opción de la población para recibir tratamiento.
"El centro de salud lleva dos años y dos meses cerrado. Por ejemplo, aquí, si una mujer va a dar a luz hay una señora partera que las atiende y afortunadamente, hasta ahora, han salido bien, pero si se llegara a complicar la situación es un riesgo, porque en realidad aquí son como cuatro o cinco horas que tiene que hacerse uno [para llegar] al municipio", señala Pablo Costilla, agricultor y ganadero.
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"Estamos a veces tranquilos, a veces intranquilos y con la desconfianza con el temor y con el miedo de pensar a qué hora nos vienen a matar"“
La población vive en un constante temor. "Comunidades vecinas han tenido que migrar a los Estados Unidos en busca de asilo político", apunta Narciso Torres, líder comunitario y defensor ecologista. "Se fueron a Estados Unidos porque los habían amenazado y todo el que estaba amenazado se fue. Estamos a veces tranquilos, a veces intranquilos y con la desconfianza con el temor y con el miedo de pensar a qué hora nos vienen a matar", reconoce Torres al que le "han matado" dos hijos como dice él.
"Imaginad el impacto que tiene en la población el vivir aislado, sin libertad de tránsito y en un estado de hipervigilancia. En esta comunidad hay una gran cantidad de niños que no estaban siendo acompañados por profesores, sin educación y con el miedo permanente de que no pueden salir de su comunidad porque corren riesgo", concluye Macín.