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Violencia de género

Las víctimas de la generación del silencio y Alicia G. Montano

  • Recuperamos el último reportaje de Alicia Gómez Montano en el primer aniversario de su fallecimiento
  • El 11% de las mujeres asesinadas son mayores de 65 años
  • El 016 es el teléfono de atención a víctimas es gratuito y no deja huella en la facturael correo es 016-online@igualdad.gob.es

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El 11% de las mujeres asesinadas por violencia de género tiene más de 65 años

María José Pallarés desapareció a mediados de octubre de 2018, cuando tenía 67 años. Era abuela de una gran familia, pero en los últimos tiempos estaba pasando por una depresión que hacía que no se relacionara mucho. Llevaba sólo un año viviendo con su marido en una casa unifamiliar de Arganda del Rey. Fue él, Gaspar Olmo, de 72 años, quien denunció su desaparición. Nada dijo durante las semanas de búsqueda hasta que su cadáver apareció en el pantano de Arenoso de Montoro, cerca del pueblo cordobés donde había nacido, con una bolsa de basura en la cabeza y los pies atados a una piedra. Este verano, Gaspar Olmo ha sido condenado a 22 años y seis meses de prisión; en la sentencia se determina que golpeó a María José en la cabeza, la asfixió para terminar de quitarle la vida y trasladó su cadáver al pantano.

El caso de María José está recogido en el especial 'Más de 1000 mujeres asesinadas' de RTVE.es. Hay más víctimas mayores de 65 años de lo que pudiera parecer: son más del 11% del total, 126 desde que se empezaron a contabilizar en 2003 los asesinatos a manos de parejas o exparejas. Según la Macroencuesta sobre Violencia contra las mujeres publicada en 2019, ellas son también las que en mayor proporción guardan silencio, sobre la situación de malos tratos que sufren, en proporción piden menos ayuda tanto a los servicios formales como a su entorno.

El peso psicológico de la violencia de género en las mujeres mayores

Una vida de maltrato

“Han llegado a la vejez cuidando de su familia, incluido el marido maltratador que las sometió de por vida a todo tipo de vejaciones”, decía Alicia Gómez Montano en el que fue su último reportaje, en noviembre de 2019. Cuando se cumple un año de su fallecimiento, recordamos ese trabajo, que ella llevó a cabo preocupada por transmitir la magnitud de la tragedia que veía día tras día a través de la construcción del especial 'Más de mil mujeres asesinadas' y angustiada ante la tortura interminable que sufren estas mujeres sin que nadie lo note.

Han llegado a la vejez cuidando de su familia, incluido el marido maltratador que las sometió de por vida a todo tipo de vejaciones

El reportaje comenzaba con el testimonio de una superviviente, Laura, a la que primero maltrató su padre y después su marido desde que comenzó su matrimonio. Se tardan 26 años de media en denunciar al agresor. El 40% de las mujeres mayores de 65 años la han sufrido durante 40 años antes de poder salir de ella; 27 de cada cien han estado entre 20 y 30 años encerradas en ese infierno. Son datos del estudio que en 2019 realizó la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género. Muchas han sido asesinadas antes de poder escapar. Otras siguen aguantando. Su generación creció en un ambiente social que normalizaba la violencia dentro de la pareja, que la consideraba un asunto doméstico, privado. Ellas escucharon mil veces, incluso de sus propias madres, que tenían que aguantar, que las cosas son así.

En ese reportaje que elaboró Alicia G. Montano a finales de 2019 podemos ver los talleres desarrollo personal de la Fundación Luz Casanova organizaba, dirigidos tanto a mujeres que sufren la situación de maltrato como a las que han conseguido salir de ella. “La idea de estos talleres es que puedan encontrar un espacio compartido con otras mujeres que han sufrido o sufren lo mismo que ellas, que puedan contar su experiencia y sentirse por fin comprendidas, que puedan también escuchar la de las demás e identificarse con ellas”, explica Ana Gil, psicóloga de la Fundación Luz Casanova.

No es un día cualquiera - Violencia en mayores - Alicia G. Montano - 'Zona de tránsito' - Escuchar ahora

El problema añadido de la pandemia del COVID-19

La pandemia les ha obligado a suspender estos talleres para no poner en riesgo a estas mujeres, pero desde el primer momento han puesto en marcha alternativas para seguirles prestando atención y que no se sintieran abandonadas: “Nos hemos tenido que adaptar y cambiar totalmente el trabajo. Pusimos en marcha una línea de atención telefónica que se mantiene, pero no funcionaba durante el confinamiento en el caso de las mujeres que conviven con su maltratador, así que ideamos alternativas”, cuenta Ana Gil

Entre esas alternativas, un programa de radio elaborado gracias a la colaboración de emisoras comunitarias de Madrid, a través del que se les hacía llegar mensajes, canciones, la sensación de que no estaban solas. Tras la desescalada han intentado poner en marcha encuentros limitados en torno a un café y al aire libre y están intentando darles formación para crear una comunidad virtual.

Las campañas institucionales no suelen tener en cuenta los aspectos específicos de las mujeres mayores

Durante el confinamiento, el gobierno puso en marcha una serie de medios online llamados “silenciosos” para que las víctimas pudieran pedir ayuda, aunque su maltratador estuviera en la habitación de al lado. El problema es que muchas mujeres de edad avanzada no se manejan lo suficientemente bien en las nuevas tecnologías o no tienen dispositivos adecuados. “Tampoco las campañas institucionales se suelen dirigir a ellas, no tienen en cuenta sus características específicas”, se lamenta Ana Gil.

Pone como ejemplo que en los itinerarios para víctimas de violencia se prevé una inserción laboral que para ellas no tiene sentido y el hecho de que se las derive a plazas preferentes en residencias tampoco es operativo para mujeres que pueden valerse por sí mismas y vivirían en lugares en los que las puede encontrar su maltratador. Muchas ni siquiera se plantean abandonar a los maltratadores porque creen que no hay alternativa para ellas.

Mujeres diferentes, situaciones específicas

Manuela San Andrés era ama de casa y no tuvo hijos. Su marido la mató con 76 años en Fuenlabrada (Madrid). También era ama de casa Carmen González Ropero, natural de Cabra (Córdoba), madre de cuatro hijos asesinada a los 79 años en Joncarets de Súria (Barcelona). A Mercedes Beltrán la asesinó su marido cuando tenía 80 años, después de cincuenta años de casados y de compartir trabajo en la carnicería que regentaban durante décadas en Catadau (Valencia). En Murcia, la hija de Caridad E. P. de 75 años, encontró su cadáver cuando fue a avisarla de que su padre se había suicidado. Además de maltratarla, él la había amenazado con asesinarla y después tirarse a las vías del tren para "salir en todos los periódicos".

En sus últimos meses, Alicia leía estremecida los mensajes que los familiares de las víctimas enviaban para el especial 'Más de mil mujeres asesinadas'. No existe un perfil monocorde, pero sí características específicas que pueden ayudar comprender estas tragedias. Casi todas estas mujeres, 97 de cada cien, tienen hijos. El 60% viven en una ciudad pequeña, un municipio rural o una vivienda aislada, donde todo el mundo se conoce, la presión social es mayor, el acceso a los medios de ayuda más complicado, la movilidad difícil. Muchas han guardado silencio toda la vida o pidieron ayuda de jóvenes y nadie les tendió la mano. Ahora incluso se encuentran ante el rechazo de sus propios hijos ante la idea de que abandonen a sus maridos después de tantos años de matrimonio.

El 60% de las mujeres mayores maltratadas viven en una localidad pequeña o una casa aislada

Los maltratadores suelen aprovechar el papel tradicional que muchas de estas mujeres tienen asumido, de entrega a su familia y el peso de la época en la que les tocó desarrollarse. El 9% de estas mujeres nunca ha estado escolarizada, el 61% sólo tiene los estudios primarios. El chantaje económico y emocional es muy fuerte: Estrella, de 78 años, dedicó su vida a cuidar de sus hijas y labrar fincas en Oleiros (A Coruña); se había ido de la casa conyugal cuando él la atacó con un azadón, pero volvió preocupada porque su marido no estaba atendido ni comía adecuadamente. Él la mató poco después, en 2007.

Lo que sí pueden tener todas en común, como decía Alicia Gómez Montano al final de su reportaje, es que pueden ser: "Mujeres que en la recta final de sus vidas aprendan que nunca es tarde, ni para empezar, ni para decir basta".