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Análisis | Estados Unidos

Trump pasa sus últimos días en la Casa Blanca aislado y alejado de los focos

  • Los medios estadounidenses describen a un presidente enfadado y abandonado por sus asesores
  • Trump ha aprovechado sus últimos días para indultar a asesores y socios

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El presidente de EE.UU., Donald Trump, desembarca del avión presidencial, el Air Force One, en la base de Andrews, en Maryland, en agosto de 2020. SAUL LOEB / AFP
El presidente de EE.UU., Donald Trump, desembarca del avión presidencial, el Air Force One, en la base de Andrews, en Maryland, en agosto de 2020.

Este próximo miércoles, 20 de enero, Donald Trump dejará de ser el presidente de Estados Unidos. El mandatario apura sus últimos día en el poder encerrado en la Casa Blanca, abandonado por la mayoría de sus aliados, alejado de los focos y de las cámaras que tanto le gustan, enmudecido en redes sociales y bajo la sombra de un segundo impeachment.

Poco ha trascendido de sus actividades y conversaciones en estos días. Su familia prepara ya la mudanza, y buena parte del personal habitual de la residencia presidencial ya se ha marchado. Se sabe que el presidente no asistirá a la ceremonia de inauguración del mandato de su sucesor, Joe Biden, y ni siquiera estará en Washington: el mismo día 20 por la mañana se marchará a su residencia de Mar-a-Lago, en Florida.

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Según medios como CNN o Politico, Trump no ha tenido ningún contacto con Biden para preparar la transición y se ha negado a dejarle siquiera una carta o mensaje de despedida, como hizo con él Barack Obama.

La primera dama, Melania Trump, sí se ha despedido. Este lunes ha difundido un vídeo en el que insta a los estadounidenses a "escoger el amor sobre el odio" y "la paz sobre la violencia". "Pienso en toda la gente que me llevo en el corazón con sus increíbles historias de amor, patriotismo y devoción", ha asegurado.

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Un presidente enfadado y aislado

Los medios estadounidenses y las agencias de información intentan obtener un mínimo atisbo de lo que pasa por la mente del presidente a través de fuentes anónimas de su entorno. Estas describen a un Trump enfadado, en especial con su vicepresidente, Mike Pence, con quien no se habla desde que se negara a sabotear la proclamación de Biden por el Congreso, y con los congresistas republicanos que votaron a favor del impeachment en la Cámara de Representantes.

Las mismas fuentes aseguran que Trump sigue sin aceptar el resultado electoral, pese a que tras el asalto al Capitolio reconoció que debía dejar paso a Biden, y está preocupado por el futuro de sus negocios, después de que varias empresas y entidades le hayan dado la espalda. Especialmente le ha dolido que la PGA, el circuito estadounidense de golf, el más importante del mundo, haya retirado un torneo a uno de sus campos en Nueva Jersey.

Los comentaristas políticos de Washington afirman también que el aún presidente prepara algún tipo de despedida ceremonial del cargo, con una multitud de seguidores vitoreándole y una banda militar. Pero no está claro si será en los jardines de la Casa Blanca o en la base militar de Andrews, en Maryland, donde abordará por última vez el Air Force One para desplazarse a Florida.

Según las mismas fuentes, los escasos asesores de comunicación que le quedan intentan contener a un presidente irritable, y le han recomendado que evite los actos públicos y las cámaras. Desde su visita al muro con México en El Álamo (Texas), Trump no ha vuelto a comparecer públicamente. Tampoco ha encontrado una alternativa a su altavoz en Twitter para comunicarse con sus seguidores.

Pero que Trump esté solo y aislado no significa que su administración haya dejado de tomar decisiones. Al contrario. En los últimos días, el Departamento de Estado, dirigido por un fiel trumpista como Mike Pompeo, ha endurecido las sanciones a Irán, ha designado al movimiento hutí de Yemen como organización terrorista y ha vuelto a incluir a Cuba en la lista de países que amparan el terrorismo.

También se han acelerado las ejecuciones de presos bajo jurisdicción federal. Entre ellas, la de la única mujer que se encontraba en el corredor de la muerte.

Trump podría además dejar colocados en algunos puestos a funcionarios fieles, lo que preocupa a la nueva administración.

Indultos a asesores y amigos

El presidente ha aprovechado sus últimos días y horas en la Casa Blanca para usar la prerrogativa del indulto. Si en diciembre perdonó a aliados condenados por la trama rusa, al padre de su yerno, Jared Kuchner, y a mercenarios acusados de matar a civiles en Irak, este martes se espera una nueva tanda de indultos, hasta 100 según la CNN. Según la cadena, que asegura haber hablado con tres personas cercanas a este asunto, las acciones de clemencia incluyen a varios criminales de "cuello blanco" y conocidos raperos.

En Washington preocupaba la posibilidad de que Trump intentara autoindultarse, algo de dudosa legalidad que nunca ha ocurrido en la historia de Estados Unidos, u otorgar el perdón a los miembros de su familia. Según la CNN, Trump ha descartado definitivamente esta idea.

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Al presidente le preocupan el impeachment y las acusaciones por los sucesos del 6 de enero en Washington, cuando pidió a cientos de enardecidos seguidores que "lucharan como en el infierno" por él y marcharan hacia el Capitolio para denunciar el falso fraude electoral. Lo que siguió ya es conocido.

Estas acusaciones no dejarán de perseguirle aunque deje el cargo. Como parte de su defensa, grabó un vídeo el pasado miércoles condenando explícitamente la violencia. Se sabe también que Trump busca un nuevo equipo de abogados, tras el fiasco de los intentos por revertir el resultado electoral. Según algunos medios, el presidente ha prescindido de su principal asesor legal, Rudolph Giuliani.

Nixon, el espejo de Trump

Aunque Trump ha descartado dimitir, como hizo Richard Nixon acorralado por el Watergate, la comparación entre el final de ambas presidencias es inevitable. Nixon pasó el testigo a su vicepresidente, Gerald Ford, en una modesta ceremonia en la misma Casa Blanca, antes de tomar el helicóptero que le sacó de la residencia. La imagen de Nixon haciendo la señal de la victoria en la puerta del helicóptero se ha convertido, paradójicamente, en un icono de la derrota. Después, Ford indultó a su predecesor.

Si el nombre de Nixon ha quedado para siempre asociado al del escándalo de guerra sucia política, el de Trump puede quedar ligado al del asalto al Capitolio, símbolo de la democracia estadounidense.

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