Barack Obama: "Trump propagó las teorías conspirativas más demenciales, pero no estaba solo"
- Una semana después de la llegada al poder de Joe Biden, Obama repasa el legado de Trump
- El expresidente de EE.UU. advierte: "El populismo de derechas ha ido en aumento" | Coméntalo con el hashtag #ObamaEnRTVE
Una semana después de la llegada de Joe Biden al Despacho Oval, Barack Obama repasa en una entrevista en RTVE el legado de Donald Trump, la situación política en Estados Unidos y el desafío global al que nos enfrentamos para combatir una pandemia que ha cambiado nuestras vidas.
Obama acaba de publicar Una tierra prometida, el primer volumen de sus memorias, y lo ha hecho en tiempos convulsos, cuando las imágenes del asalto al Capitolio todavía sacuden la conciencia de Estados Unidos.
Estados Unidos vive una de sus mayores crisis debido a la división social y la pandemia de la COVID-19, que ya ha dejado más de 400.000 fallecidos en el país. En la única entrevista concedida a una televisión española, el expresidente analiza con la correponsal de TVE, Cristina Olea, el auge del populismo, el futuro de Estados Unidos, la división del país, los aspectos más importantes de su presidencia y de cómo vivió su familia los años que pasó como inquilino de la Casa Blanca.
PREGUNTA: En su libro escribe: "Todavía no estoy preparado para abandonar el ideal de Estados Unidos". Después de lo que hemos visto en las últimas semanas, ¿todavía ve su país como un ejemplo? ¿Podía imaginarse algo como el asalto al Capitolio?
RESPUESTA: Jamás me habría podido imaginar lo que sucedió, en parte por el contraste en la manera en la que lo gestionaron los servicios de seguridad, y su actuación frente a las protestas de Black Lives Matter. Jamás se me habría ocurrido que pudieran estar tan mal preparados. Pero hemos visto sentimientos de rabia subyacente, no solo aquí, en Estados Unidos, sino también en el resto del mundo. El populismo de derechas ha conocido un auge, en parte porque la gente no se siente segura económicamente, y también porque siente, culturalmente, que está perdiendo su estatus, que la composición de la población está cambiando.
“El populismo ha conocido un auge porque la gente no se siente segura económicamente y siente que, culturalmente, está perdiendo su estatus“
En Estados Unidos, siempre ha habido una tensión, un conflicto entre los que creen que la identidad estadounidense se basa en la herencia, la raza y el patriarcado, y los que defienden una visión más inclusiva. Es un conflicto que se remonta a nuestra mismísima fundación, al movimiento abolicionista, al movimiento por los derechos civiles, al movimiento feminista, al movimiento sindical... No son tensiones nuevas, son muy antiguas.
Todavía creo que Estados Unidos es importante para el resto del mundo, porque es la única de las grandes potencias que es multirracial, multiétnica, y tiene representación de todas las religiones y gente de todas partes del mundo, que han venido aquí para hacerse ciudadanos. Tendremos que aprender a convivir. Pero —como digo en el libro— aún no sabemos si llegaremos a la Tierra Prometida. Todavía estamos en el desierto, viendo cómo llegar hasta ahí.
P: ¿Cómo se ha sentido en estos cuatro años con Donald Trump en la Casa Blanca?
R: He estado frustrado. En ocasiones, he estado enfadado y desanimado. Creo que nunca he estado tan desanimado como durante esta pandemia, porque, yo tuve que gestionar la crisis del virus H1N1 en los primeros días de mi presidencia. Tuvimos suerte, en el sentido de que no acabó siendo tan contagioso y mortal como la COVID-19, pero sí me pude hacer una idea de lo que puede y debe hacer un Gobierno frente a este tipo de crisis. Esas lecciones nos sirvieron para gestionar el ébola e impedir que migrase e infectase potencialmente a cientos de miles o millones de personas. Ver lo mal que reaccionó el Gobierno de Estados Unidos me ha resultado frustrante.
“Cuando los ciudadanos no participan, el vacío se llena de demagogia“
Pero algo que me ha animado desde un principio es que, en cierto sentido, ha despertado a las fuerzas más progresistas del país. Después de las elecciones, muchos amigos me han dicho: “Creo que no te apreciábamos en tu justa medida. Tu Gobierno lidiaba con los problemas y las crisis; no sentíamos la necesidad de implicarnos tanto, o de estar tan pendientes”. Creo que lo que Estados Unidos ha aprendido es que el Gobierno importa y que la ciudadanía importa. Los ciudadanos tienen que estar informados, participar, y votar, si quieren tener un Gobierno eficaz, porque si no el vacío se llena de demagogia y, a menudo, degenera en incompetencia, falta de transparencia y corrupción.
P: En su libro escribe, en los últimos días del mandato de Trump: "Nuestra democracia se tambalea al borde de la crisis". ¿A qué se refiere?
R: Eso lo escribí antes de las elecciones y antes de los acontecimientos del 6 de enero, pero se veía venir. Parte de lo que le ha ocurrido al Partido Republicano se debe a que no tenemos un sistema pluripartidista. Todos los países europeos tienen un partido de extrema derecha. El problema en Estados Unidos es que la extrema derecha del Partido Republicano ha cobrado cada vez más protagonismo y las fuerzas más moderadas que solían existir en él han sido derrotadas. Ahora tenemos un Partido Demócrata que es de izquierdas o de centro izquierda y, por otro lado, un Partido Republicano de extrema derecha, que niega la existencia del cambio climático, que hasta discute los resultados de unas elecciones —cuando sus propios funcionarios admiten que no hubo fraude—, y que se aferra a teorías conspirativas que apuntan a que habría que ignorar o anular los resultados de las elecciones.
Donald Trump propagó las teorías conspirativas más demenciales, pero no estaba solo. Es algo que ya estaba pasando, incluso antes de que saliera él a escena. Para que una democracia funcione, es necesario que, tanto en la izquierda como en la derecha, la gente se ponga de acuerdo. Se pueden tener desacuerdos sobre las políticas, pero hay que partir de un entendimiento común sobre cómo funciona la representación, las elecciones, la legislación, la información... Una de las cosas que ha pasado en Estados Unidos es que los medios han cambiado. Antes, tanto la izquierda como la derecha veían los mismos medios. Hoy, esos medios están completamente diferenciados.
“Incluso los países más ricos, las democracias más avanzadas, no son inmunes“
En este tipo de situación, la democracia se vuelve frágil. Son problemas que vemos en todo el mundo y creo que lo que nos han enseñado los acontecimientos de los últimos años y los últimos meses es que, hasta los países más ricos, las democracias más avanzadas, no son inmunes a estos problemas. Es el tipo de problemas que vemos en Rusia, y Turquía, y Filipinas, y Myanmar... pero resulta que también son problemas en Estados Unidos, en España, en Hungría, en Alemania...
P: Estamos viendo populismos que crecen en muchas democracias occidentales y escuchamos teorías de la conspiración, narrativas falsas, gente que niega la pandemia, por ejemplo. ¿Qué ha ocurrido? ¿Se les ha escapado algo a los partidos tradicionales, a nosotros, los medios?
R: Creo que todos los que estábamos en las instituciones, cuando empezó a cobrar forma este fenómeno, deberíamos hacer un examen de conciencia. No cabe duda de que la crisis financiera de 2008-2009 acarreó mucho dolor y mucho miedo. Ese tipo de entorno siempre es caldo de cultivo para los discursos populistas y demagógicos. También vemos una fractura culturalmente, no solo en Estados Unidos, sino en Europa y el resto del mundo. Por un lado, una cultura urbana, que se siente muy cómoda con la diversidad y la convivencia entre gente de diferentes países, con formas diferentes de vivir la sexualidad o la religión, y diversas otras diferencias, y, por otro lado, la gente que todavía vive en comunidades rurales más tradicionales y ve estos cambios como algo confuso, frustrante, ofensivo, contrario a sus convicciones más profundas... No será tarea fácil resolver algunos de esos conflictos y contradicciones. Lo que creo que sí podemos hacer es tratar de escuchar, entender, ser compasivos y mostrar, a través de nuestras políticas y nuestro comportamiento, que nos importan todas las personas, no solo algunas.
En cuanto a los medios de comunicación mayoritarios, la cosa que más me frustraba cuando era presidente fue lo mucho que tardaron en denunciar abiertamente las mentiras y falsedades como lo que eran, porque querían parecer imparciales. En la controversia sobre mi lugar de nacimiento, de la que tanto se benefició Donald Trump, no fueron solo Fox News y otros medios conservadores los que le dieron un altavoz para promover lo que claramente era una mentira. También apareció en otras cadenas, repetidas veces, porque les daba audiencia y nadie le rebatió nunca lo que decía.
Más que nunca, en esta era en la que hay un millón de cadenas con las que se informa todo el mundo y plataformas de Internet, los que controlan esas plataformas van a tener que desarrollar, una serie de estándares nuevos. ¿Cómo se hace eso de una forma que sea compatible con la libertad de expresión? Creo que va a ser un reto, pero tenemos que desarrollar nuevas normas, nuevos hábitos y costumbres, y prácticas internas de las compañías, para poder dejar atrás esas tendencias tan destructivas.
P: Ahora, después de las elecciones ¿cómo ve su país?
R: Creo que el nuevo presidente —mi antiguo vicepresidente y amigo, Joe Biden— ha marcado un buen tono, con su voluntad de unificar el país; pero no creo que ocurra de la noche a la mañana, porque es la sociedad la que está fracturada y hay una fractura análoga en Europa y en el resto del mundo. Hay dos relatos luchando por imponerse: el de los que creen en un orden progresista en el que todo el mundo sea tratado igual, con dignidad y respeto, y en una economía que ofrezca oportunidades a todo el mundo, y creen que las mujeres tienen los mismos derechos y roles que los hombres, por un lado; y por otro, los que miran al pasado, apelan a la tribu, y la etnicidad, y la intolerancia religiosa, y ven el mundo como una pugna entre “nosotros” y “ellos”, y, a menudo, anhelan tener un líder fuerte tradicional, ya sea un Putin, un Erdogan, un Duterte o un Trump, para reinstaurar las antiguas jerarquías, y que definen a su país como la nación de unos pocos, no de todos. Es un debate que va a continuar.
“Los jóvenes son los que llevarán el mundo en la dirección adecuada“
La buena noticia es que cuando nos fijamos en las encuestas de gente joven, apuestan por el que creo que es el mejor relato: aprecian de manera unánime la diversidad. Es menos probable que tengan actitudes racistas, o que crean que la mujer tiene que “quedarse en su sitio”, y les preocupa mucho más el cambio climático y la sostenibilidad medioambiental; quieren una economía que funcione para todo el mundo. Creo que los jóvenes se mueven en la dirección correcta. Son las personas mayores, la gente de pelo gris, las que nos deberían preocupar. Espero que sigamos allanando el terreno durante el tiempo suficiente para que nuestros hijos tomen las riendas. Creo que son ellos los que llevarán el mundo en la dirección adecuada.
P: ¿Qué consiguió durante sus ocho años de mandato y de qué se siente orgulloso?
R: Con la Ley de Atención Sanitaria Asequible que promulgamos —nuestra reforma sanitaria—, cubrimos a 25 millones de personas que antes no tenían seguro médico. El Acuerdo de París nos dio una estructura internacional para lidiar con el cambio climático. No es suficiente, pero es un comienzo en la cooperación internacional para reducir las emisiones tóxicas causantes del calentamiento global. El acuerdo nuclear con Irán nos permitió atajar la amenaza de una carrera nuclear en Oriente Medio; y pude lograrlo sin ir a la guerra. Y salvar la industria automovilística de Estados Unidos, salvar la economía mundial del colapso... Son cosas de las que me siento bastante orgulloso.
Una de las cosas que intento describir en el libro —y de las que te das cuenta inmediatamente cuando accedes a la presidencia— es que heredas toda clase de circunstancias que no controlas del todo. No tienes ningún control sobre lo que ocurre antes o después: lo que sí controlas es lo que haces durante el período —relativamente breve— de tu mandato. Puedo decir, sin miedo a equivocarme, que Estados Unidos estaba mejor, nuestra economía estaba mejor, nuestro Gobierno era más eficaz, la población estaba más sana... Creo que, tras poner fin a la guerra de Irak y la de Afganistán, y sacar a nuestros tropas de esos países, y desmantelar Al Qaeda, e iniciar el Acuerdo de París, el mundo entero iba mejor. Pero la gobernanza también es un poco como la jardinería: nunca se acaba. No paran de crecer malas hierbas y tienes que pringarte las manos y seguir con la labor.
P: ¿Qué hay de sus fracasos? Uno de los grandes episodios del libro es la operación para capturar a Osama Bin Laden, pero sobre ese día usted escribe que fue la primera y única vez de su presidencia sin ataques del partido rival, y se pregunta si solo era posible la unidad cuando se trataba de matar a un terrorista. Usted se presentó hablando de unidad, pero cuando se fue el país parecía aún más dividido.
R: Sí, y no cabe duda de que esa fractura subyacente que te he descrito en la sociedad estadounidense no mejoró conmigo. Aún hoy, hay momentos en los que me pregunto si no podría haber hecho las cosas de otra manera... ¡pero no fue porque no lo intentase! La unidad solo se da cuando todo el mundo está interesado en la unidad, y el objetivo de los republicanos, cuando me eligieron presidente, no era la unidad, sino la división, porque era lo que les beneficiaba a ellos políticamente.
Es lo que vimos con Donald Trump: no le interesaba unificar el país; le interesaba azuzar el conflicto y consolidar su base. Creo que es una visión a corto plazo. Mi esperanza es que veamos fuerzas en el Partido Republicano que aboguen por volver a luchar por objetivos comunes, más allá de aferrarse al poder, o tratar de socavar al otro partido... Pero, como hemos visto a lo largo de la historia, hay momentos marcados por grandes divisiones, y no siempre pueden evitarse; a veces hay que convivir con ellas. Estoy seguro de que hay gente que habría estado dispuesta a unificar la nación conmigo si hubiera dicho que no pasaba nada por que un agente de policía asesinara a George Floyd en la calle sin ningún motivo válido. Desde su punto de vista, el que yo diga que es la prueba de que el racismo sistémico es un problema de fondo en el funcionamiento de nuestros cuerpos policiales es considerado como una “declaración que divide”; y, sin embargo, es la pura verdad. Y no podemos darle la espalda a la verdad, y a eso llamarlo “unidad”. Tenemos que lidiar con estos problemas. A veces es incómodo, y difícil, y supone atravesar períodos difíciles e incómodos; pero ya hemos vivido períodos difíciles e incómodos en el pasado.
P: También escribe en su libro sobre el esfuerzo, la lucha por ser un buen padre y un buen presidente al mismo tiempo. ¿Mereció la pena para su familia?
R: Es algo que somete a tu familia a una presión enorme. La presidencia de Estados Unidos ejerce una presión aún mayor en las familias que la mayoría de presidencias europeas, por ejemplo, para empezar por las medidas de seguridad, el carácter público y por el hecho de que no tenemos una separación entre “Jefe de Estado” y “Jefe de Gobierno”. El Presidente de Estados Unidos y su familia son percibidos como símbolos del país y el Gobierno, más allá de sus funciones ministeriales.
“Si mi cargo hubiera tenido un impacto negativo en mis hijas, me costaría perdonármelo“
Así que sí, estuvieron sometidas a mucha presión. Michelle describe en su libro, y en las entrevistas que concede, los retos a los que ha tenido que enfrentarse. El lado bueno —y creo que ella estaría de acuerdo— es que, de algún modo, pero sobre todo gracias a las maravillosas dotes de madre de Michelle —yo solo me atribuyo una parte pequeña del mérito—, y gracias también a mi suegra, que se vino a vivir con nosotros, nuestras hijas han resultado ser maravillosas. Nos preocupaba que acabaran siendo unas malcriadas, que se acostumbraran a los privilegios o que quedaran traumatizadas por el hecho de tener que criarse en un entorno tan atípico; y sin embargo han acabado siendo unas jóvenes listas, amables, graciosas y consideradas. No podría estar más orgulloso de ellas. Si por lo que fuese mi cargo hubiera tenido un impacto negativo en ellas, me costaría perdonármelo; pero hemos tenido la suerte de que hoy sean unas jóvenes encantadoras.
P: Trump revirtió muchas de sus políticas. Ahora, Biden está desmontando muchas de las políticas de Trump. ¿Qué podemos esperar nosotros, los europeos? ¿En qué posición ve usted a Estados Unidos en el escenario global?
R: Creo que cabe esperar que la Administración Biden represente una continuidad con respecto a mis políticas. Yo estoy muy orgulloso de nuestro trabajo para reforzar las relaciones transatlánticas, y la OTAN, y otras organizaciones, tratando de adaptarlas al nuevo siglo, y a los nuevos tiempos. Obviamente, el mundo no es el mismo hoy que cuando me marché de la Casa Blanca. Así que podéis contar con que la Administración Biden aborde algunas de estas cuestiones de una manera un tanto diferente.
En el caso de Europa, creo que lo que nos interesa es retomar la tradición de tener relaciones de cooperación transatlántica fuertes, porque, cuando Estados Unidos y Europa trabajan juntos, al unísono, tienen una influencia enorme en el escenario internacional. Y cuando están divididos, es un problema. Pero Rusia, China... son regiones en las que las cosas han cambiado, probablemente. Desde mi presidencia se han aprendido ciertas lecciones; y es probable que la Administración Biden tenga políticas que reflejen algunos de esos cambios. En algunos casos, puede que haya ciertas tensiones entre Estados Unidos y algunas de esas potencias en torno a ciertas cuestiones. Pero la buena noticia que creo que cabe esperar del equipo de Biden es que creen en el Estado de Derecho, creen en las instituciones multilaterales y la cooperación, creen en la ciencia, en los hechos, en los Derechos Humanos... Así que, en ese sentido, las cosas que les importan, su orientación ideológica, representan la mejor tradición no solo de Estados Unidos, sino de Europa.