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Falta de contacto, mascarillas y brecha digital: las barreras del coronavirus para las personas con síndrome de Down

  • La pandemia ha limitado al mínimo las relaciones sociales a las que estaban acostumbrados
  • Los colegios y centros de educación especial se han tenido que reinventar para poder llegar a ellos

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Las mascarillas se han convertido en una de las grandes barreras a la hora de comunicarse para las personas con síndrome de Down
Las mascarillas se han convertido en una de las grandes barreras a la hora de comunicarse para las personas con síndrome de Down

El coronavirus ha provocado meses de confinamiento e incertidumbre para todos, también para las personas con síndrome de Down, que, al igual que el resto de la población, han tenido que adaptarse a la fuerza a esta nueva normalidad, con las dificultades extra que supone para las más de 35.000 personas que existen en España con este tipo de discapacidad intelectual.

La pandemia ha provocado en ellos dos grandes problemas: por un lado, un retroceso en el aprendizaje y, por otro, una reducción al mínimo de las relaciones sociales, en un colectivo que ya de por sí tiene unas "habilidades sociales escasas", apunta Adoración Escribano, trabajadora y educadora del centro de educación especial Asprona en La Roda, Albacete, mientras relata a RTVE la nueva realidad que están afrontando con el coronavirus en el centro.

se nota que va dejando más secuelas

"Conforme van pasando los meses se hace un poco más cuesta arriba, sobre todo las costumbres de socializar, salir a la calle, estar con amigos, se nota que va dejando más secuelas", añade también a RTVE el presidente de Down España, Agustín Matía.

Unas relaciones sociales imprescindibles para su desarrollo

Según apuntan los profesionales, el 80% de las relaciones de las personas con síndrome de Down se realiza en los centros ocupacionales, colegios y centros de día.

Acostumbrados a trabajar con unas pautas y rutinas muy marcadas, el confinamiento ha roto de la noche a la mañana su necesario y esencial aprendizaje. "A nivel educativo, tengo alumnos que han vuelto con un cierto retroceso", señala Adoración.

"Cuando comenzó el curso escolar en el mes de septiembre los profesionales se dieron cuenta de que había alumnos que habían estado en una situación muy aislada, que habían perdido todas sus rutinas escolares", añade por su parte Isabel Alonso, directora pedagógica del Colegio de Educación Especial María Corredentora en Madrid.

Una lenta adaptación a una nueva realidad

La adaptación a esta nueva realidad, con la pandemia como escenario de fondo, ha hecho que los educadores tengan que reinventarse y reordenar el orden de prioridades. Gracias a esta reconversión, sus alumnos han ido recuperando poco a poco, aunque de una manera distinta, los aprendizajes autónomos y rutinas esenciales, todo marcado por unas medidas de protección especiales.

"Ellos han vuelto al cole, pero no es el cole que ellos dejaron, volvían con la idea de que llegaban al de siempre, pero había cambiado", señala la directora del colegio Maria Corredentora, Cristina Gerechter.

El virus ha cambiado por completo los métodos de educar, con las correspondientes dificultades que eso conlleva.

Parte de su formación para darles autonomía, consistía en llevarles una vez por semana al supermercado o salir cada 15 días de excursión, pero la pandemia mundial ha hecho que este tipo de actividades hayan quedado en el olvido, por el momento. "Ya no podemos hacer nada de esto, no hay nada. Es muy triste", apunta Adoración, trabajadora y educadora del centro Asprona.

Clases reducidas y sin interacción entre ellas

Además, estos centros de educación especial han tenido que reorganizar la enseñanza en grupos reducidos de cuatro a ocho personas, y ya no hay sociabilización entre las distintas clases.

"Va a pasar factura, ya veremos cuando empiecen a salir como reaccionan", dice Adoración, mientras cuenta como hay alumnos del centro que han desarrollado ansiedades y estereotipias debido al confinamiento y a la rotura de las rutinas a la que estaban acostumbrados.

Y es que, a pesar de estar rodeados de mascarillas, guantes, realizar recreos reducidos y cero contacto social entre clases, hay otras muchas actividades que ya no se pueden realizar, incluso dentro del centro, sobre todo las que implican contacto físico por temor al virus.

Las mascarillas, otra barrera más

Las mascarillas han sido otra de las grandes barreras con las que se han encontrado las personas con síndrome de Down. Con escasa comprensión en muchas situaciones, necesitan apoyarse en las gesticulaciones o en la vocalización de sus cuidadores.

"Es precisamente en el tema del lenguaje donde hay una dificultad añadida. Las familias lo dicen también, hay niños que están presentando más dificultades a la hora de expresarse oralmente, a la hora de la compresión", incide Cristina.

La brecha digital también llega a los centros de educación especial

A las dificultades presenciales del día a día, hay que añadir otra más. Al igual que en los colegios e institutos de todo el país, desde los centros de educación especial también se combina la enseñanza online, algo que se ha convertido en un obstáculo más en un ya complicado aprendizaje.

En el colegio Maria Corredentora compaginan la formación presencial con las clases online, un cambio importante en su metodología de trabajo, que les ha llevado a formar a los profesionales a contrarreloj, adquirir soportes y dotar a todo el centro de conexión a Internet para poder impartir las clases.

"Si ya es difícil llegar a ellos de manera presencial, a través de una pantalla lo es mucho más", señalan desde la dirección pedagógica del centro. En muchos casos para que las clases telemáticas sean productivas y los chicos y chicas no se desconecten necesitan de "la presencia de las familias al otro lado de las pantallas", reconoce Isabel.

Por su parte, en el colegio de educación especial Asprona, actualmente toda el trabajo es presencial, pero durante los meses de confinamiento si lo fue online, aunque no siempre se pudo. Con la llegada del coronavirus, muchas familias si tenían acceso a Internet o a una tablet, pero no en todos casos fue así.

Nos ha abierto los ojos de golpe

"Nos dimos cuenta del déficit informático que teníamos", señala Adoración. Para poner solución a ello, desde el Gobierno de Castilla-La Mancha solicitaron a los centros información sobre los alumnos que no tenían acceso a nuevas tecnologías para paliar el problema.

"Rellenamos los papeles, los mandamos para que ayudasen a quién lo necesitaba, pero nos hemos quedado ahí. No han mandado nada", cuenta Adoración, al mismo tiempo que explica lo que eso ha provocado. Durante el confinamiento no ha podido comunicarse y socializar con todos sus alumnos. "Nos hemos encontrado con una gran brecha digital. Nos ha abierto los ojos de golpe", concluye.

A pesar de esa carencia, con la llegada del confinamiento no tuvieron más remedio que trabajar así. Y es que los centros de día, como en toda España, también se convirtieron en un foco de posibles brotes, en un grupo poblacional que además en gran parte es de riesgo.

Casi un año después de que el virus paralizase el mundo, las personas con síndrome de Down siguen viendo como continúa estando comprometida su educación y desarrollo diario por la falta de contacto físico, las mascarillas y una brecha digital a veces insalvable. A pesar de ello, desde los diferentes colectivos y organizaciones tienen la esperanza de que pronto la nueva normalidad que les ha traído el coronavirus vuelva a dar paso a lo que ellos conocían hasta marzo del año pasado.