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Rabia, frustración y decepción de los jóvenes, el caldo de cultivo detrás de las protestas en apoyo a Hasel

  • Sociólogos y psicólogos coinciden en que hay un "malestar" juvenil que trasciende a la mera defensa al rapero
  • Según fuentes policiales, 24 de los 75 detenidos en Barcelona en las seis noches de disturbios son menores de edad

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Cabecera de la manifestación por la libertad de Pablo Hasél, a su paso por la Gran Vía de Barcelona, este domingo.
Cabecera de la manifestación por la libertad de Pablo Hasél, a su paso por la Gran Vía de Barcelona, este domingo.

Detrás de las imágenes que dejan las protestas por el encarcelamiento de Pablo Hasel, del centenar de detenidos, las decenas de agentes heridos y los contenedores calcinados, hay una serie de factores que han podido prender la “mecha” de la violencia en las calles y también algunos sentimientos que impulsan a numerosos jóvenes a defender y justificar estas revueltas como única vía de expresión útil. Entre ellos, la rabia, la frustración, el desánimo y la decepción.

Eso es lo que coinciden en señalar varios expertos consultados por RTVE.es, quienes creen que la crisis económica y social, la pandemia y las expectativas incumplidas han podido contribuir a radicalizar unas manifestaciones que han dejado 91 agentes de la policía catalana heridos.

Según han informado fuentes policiales este lunes, 24 de los 75 detenidos en Barcelona en las seis noches de disturbios son menores de edad e incluso uno de ellos tiene 13 años, mientras que también un tercio de los arrestados acumula 165 antecedentes por desórdenes públicos, hurto y robo. Ellos representan la punta del iceberg, pero cuentan con la aprobación de otros muchos jóvenes de Cataluña o de otros puntos de España que defienden sus acciones al entender que no hay alternativa.

Un “malestar” que trasciende a la defensa del rapero

El sociólogo y profesor de la UDIMA Mariano Urraco, especializado en juventud, considera que la expresión más “radical” de la queja por la condena al rapero por enaltecimiento del terrorismo e injurias a la Corona puede que tenga más que ver con la ideología que con una cuestión generacional, pero sí cree que existe un “malestar” que trasciende a la causa que defienden y que incita a miles de jóvenes a apoyar las protestas desde casa y a justificar, en algunos casos, el uso injustificable de la violencia.

Unos cuantos son los que queman contenedores, pero muchos otros son los que no lo condenan

“Unos cuantos son los que queman contenedores, pero muchos otros son los que no lo condenan y a los que les parece legítima esa forma de protesta. Ahí está el verdadero problema, en esa forma de entender la opción de manifestarse, que tiene que ver con la pérdida de confianza de los jóvenes en la sociedad y que es peligrosa”, opina Urraco.

Al menos ocho detenidos en la sexta noche de disturbios en Barcelona por Pablo Hasel

El sociólogo de la UNED y presidente del Comité de Investigación en Estudios de Juventud de la Federación Española de Sociología, Jorge Benedicto, ve "evidente" que en las protestas hay “más factores” que el de la mera defensa de la libertad de expresión.

“Hay un malestar latente en los jóvenes que se termina traduciendo en estas situaciones. Lo curioso es que solo nos preguntamos qué pasa con los jóvenes cuando hay fenómenos muy espectaculares. Nos quedamos con el tema de la violencia, que es lo más visible, y no nos fijamos en los procesos que son de largo plazo ni en las soluciones”, apunta Benedicto.

Distintas motivaciones y una "frustración" compartida

La psicóloga Rocío Murias, especializada en adolescentes y jóvenes, distingue entre las diferentes edades que hay dentro de la misma juventud y cree que, si bien habrá una mezcla de motivaciones en los manifestantes más maduros, incluyendo la ideología, la pertenencia a grupos antisistema o la defensa de la libertad de expresión, serán menos claras las razones que tengan los adolescentes implicados en las protestas, quienes, por su corta edad, tienen "menos espíritu crítico" y son "más influenciables".

"En los menores seguramente haya influido mucho la importancia que tiene en estas edades la necesidad de pertenecer a un grupo, el constuir una identidad grupal. Si ellos también acuden a una manifestación, aunque derive en actos vandálicos, encuentran una manera para sentir que forman parte de algo. A lo mejor las letras del rapero ni les gustan, pero acuden a las movilizaciones y se sienten aceptados", explica Murias.

La psicóloga, que apunta que en los jóvenes hay actualmente "una gran acumulación de hastío y hartazgo", señala también que los de menor edad pierden el sentido de la responsabilidad al estar en grupo e intiuye que muchos de ellos no serían capaces de incendiar un contenedor o un coche si no estuvieran acompañados.

Como lo hacen entre muchos no se sienten tan responsables y eso les da mucha fuerza

"Como lo hacen entre muchos no se sienten tan responsables y eso les da mucha fuerza (...) Y luego también se sienten reforzados por los que solo escriben en redes sociales", agrega Murias, que incide en que habrá múltiples desencadenantes en estos actos.

Benedicto tampoco considera que haya un "perfil único" de manifestante. Él se centra en el contexto para analizar las motivaciones y cree que en el caso concreto de Cataluña es ya “sintomático” el hecho de que periódicamente haya protestas que sigan el mismo patrón y que estén secundadas por multitud de jóvenes, porque en las luchas por acontecimientos puntuales está presente también la "frustración" por todo lo que se deriva del proceso independentista y un panorama social cada vez más "incierto".

Esto último, cree, es lo que más puede influr en las réplicas de movilizaciones que se dan en otros puntos de España en los últimos días, donde el agotamiento juvenil también ha podido encontrar en la defensa de Hasél una vía para una crítica más amplia a un sistema que, recalca Benedicto, "no les representa".

No se sienten escuchados ni representados

“No se sienten representados ni sobre lo que necesitan ni respecto a la forma de hacer política, y esto es algo que en nuestra sociedad se ha asentado mucho por la influencia de la corrupción, por ejemplo. La propia tradición política que tenemos les lleva a pensar que no se pueden conseguir las cosas de otro modo”, señala Urraco.

Él cree que hay una frase que “resume perfectamente el imaginario colectivo español” y que está calando en los jóvenes, la de “quien no llora no mama”.

“Muchos de los que justifican los altercados lo hacen porque sienten que no hay otra manera de ser escuchados si no es quejándose y haciendo ruido, que no hay otras vías alternativas más eficaces porque las manifestaciones pacíficas no tienen visibilidad. Es triste, pero es así, y esto está generando una sociedad muy egoísta”, abunda Urraco, quien afirma que las protestas en defensa de Hasél pueden ser el “caldo de cultivo” propicio para que en el futuro se produzcan “brotes similares”.

Benedicto alude a otra frase que ha sido compartida por los defensores de Hasél y escrita en pancartas, que considera muy "reveladora" sobre lo que sienten: "Nos habéis enseñado que ser pacíficos es inútil".

La crispación política repercute

Ambos sociólogos sostienen que la polarización que se vive en España y la crispación que impera en el ámbito político son otro factor que repercute negativamente en la manera que tienen los jóvenes de analizar lo que ocurre en su país y coinciden en que el 15M, que inicialmente despertó ilusión, terminó por convertirse en una decepción más. Ahora, muchos desconfían de los políticos y no encuentran ningún tipo de interés en sus propuestas.

“El problema básicamente es que los jóvenes cada vez desconfían más de las instituciones y es un proceso muy peligroso, porque lo que da alas es a soluciones no democráticas. Ahora estamos viendo la violencia por este caso, pero no nos asombremos de que los partidos más radicales sean cada vez más votados por jóvenes. La desconfianza lleva a que puedan apoyar a movimientos antidemocráticos o autoritarios”, añade Benedicto.

En este sentido, Murias explica que los jóvenes son mucho más "influenciables" y se dejan llevar por lo que leen en redes sociales o lo que les dicen en su círculo de amistades. Su falta de madurez hace que sean incapaces de tener un "criterio propio" y es más fácil que sigan al pie de la letra los llamamientos o sientan que el fin justifica los medios.

"Engañados" tras una doble crisis

Al hablar de las sensaciones más extendidas entre los jóvenes los expertos mencionan continuamente palabras como rabia, frustración, incertidumbre, enfado, decepción o desánimo y, en la búsqueda del ‘por qué’ siempre atribuyen un gran peso al marco social y económico y al encadenamiento de varias crisis.

“Yo, la palabra frustración la vincularía mucho al engaño. Durante décadas se les ha dicho que si estudian postergarían el disfrute para el mañana y que la sociedad les iba a dar una recompensa, pero ven que esto no llega. Hay una rabia que saca el impulso antisocial, el sentir ‘me han engañado, la sociedad me debe algo y me lo voy a cobrar’”, explica Urraco.

Benedicto coincide en que arrastrar la “precarización” sin encontrar soluciones contribuye al cansancio y afirma que lo vivido durante la pandemia les conduce a seguir pensando que “cada vez que hay una crisis ellos son los principales pagadores”.

También ha podido ser determinante, cree Murias, la experiencia vivida en el último año por las múltiples restricciones que han tenido que asumir.

"Sobre todo, en la adolescencia, cuesta mucho más aceptar las normas y las figuras de autoridad. Algunos puede que no vean que si se pueden manifestar es porque están en un país democrático y se quedan con que esta situación conlleva más control por parte del Estado. Piensan que se les está coartando la libertad y han sentido que lo de Hasél era otra forma de represión", dice la psicóloga.

“Creo que también puede que tenga que ver el tema de la fatiga de la pandemia, el hecho de que llevan durante un año muy recluidos, con muchas restricciones de comunicación con sus semejantes y encima soportando un discurso culpabilizador a tope", opina también el sociólogo de la UNED.

La "criminalización" no ayuda

Ese último es otro de los ingredientes que, según los expertos, puede alimentar el enfado juvenil y colectivo. Durante la gestión de la crisis sanitaria, en la primera ola, los políticos "nigunearon" a las generaciones más jóvenes y, sin embargo, cuando empezaron los rebrotes fueron los grandes señalados.

“También se está dando otra criminalización ahora. No todos los que se manifiestan son vándalos. No podemos criminalizarlos a todos y decir que todos queman contenedores porque hay algunos que no salen. Lo que sí hay que tener presente es que en el futuro pueden hacerlo si su situación no mejora”, advierte Urraco.

La solución para evitar que haya un gran número de jóvenes que se sientan anclados en el desánimo y otros muchos que busquen vías no respetuosas para expresar su descontento pasa, según los expertos, por ofrecerles el lugar que hasta ahora no han tenido en la vida pública.

“La participación de los jóvenes no puede ser secundaria. Mientras mantengamos la situación de malestar, la probabilidad de empeoramiento irá aumentando. Todavía no he visto ninguna propuesta de ningún partido para ver qué hacer con el 40 % de paro juvenil”, dice Benedicto.

Murias cree que tener "más en cuenta" a estas generaciones y no potenciar solo sus conductas más reprobables es imprescindible, mientras que Urraco habla de establecer “un nuevo pacto social” entre los jóvenes y la sociedad que ponga fin a premisas que están “caducadas” como la de que “el sacrificio y el estudio siempre llevan a un futuro mejor”.

Dejar de lanzar promesas que luego quizá no se cumplen e incluirlos en la búsqueda de soluciones es, en resumen y en opinión de los expertos, un primer camino para no seguir echando más leña al fuego. Después, se necesitarán políticas concretas dirigidas a paliar los efectos de una doble crisis que obliga a los jóvenes a prorrogar planes de manera indefinida.