Rasami Krisanamis: la hispanista que lucha contra la prostitución infantil en Tailandia
- Su entorno la define como una mujer fuera de serie o como una fuerza de la naturaleza
- Forma parte de la ONG Somos Uno, que ayuda a las mujeres víctimas de trata
Rasami Krisanamis es tailandesa de origen chino, budista practicante e hispanista. Está casada con un arquitecto tailandés, católico. Cuenta Rasami que ambos pueden practicar sus credos con naturalidad, porque su matrimonio está basado en el respeto.
Quienes la conocen, la definen como una mujer fuera de serie o como una fuerza de la naturaleza. A finales de los años 70 comenzó a estudiar español en la universidad ante el asombro de familiares y amigos. Ahora tiene la respuesta a aquel desconcierto inicial. Era su karma, dice.
Su ciudad natal es Songkhla, en la frontera con Malasia, una zona caracterizada por la diversidad religiosa y lingüística. Rasami afirma que ese contexto multicultural le ha resultado muy enriquecedor y, aunque vive en Bangkok desde hace tres décadas, no se considera una mujer urbana.
Al terminar la carrera, consiguió una beca del gobierno español para cursar estudios de máster en nuestro país. A su regreso a Tailandia, ejerció como profesora de español en la Facultad de Letras de la Universidad Chulalongkorn, en Bangkok. Es autora de varios diccionarios y manuales y traductora al tailandés de la obra del escritor José Luis Olaizola.
Hace más de dos décadas, le escribió para pedirle los derechos de Cucho, la novela infantil –Premio Barco de Vapor-. Le advirtió de que no podía pagarle, porque se dedicaba a actividades sin ánimo de lucro.
Olaizola se los cedió, iniciando una andadura que ha cambiado la vida de miles de niñas, potenciales víctimas de la llamada industria del sexo. Junto al padre Alfonso de Juan, misionero jesuita, José Luis Olaizola y Rasami Krisamanis constituyeron en 2002 la ONG Somos Uno, con sede en España. Desde entonces, más de dos mil menores en grave riesgo de ser prostituidas han sido escolarizadas y la mitad ha accedido a la universidad.
Somos Uno dispone de una amplia red de colaboradores sobre el terreno –docentes, personal sanitario….- que les ayudan a detectar a niñas en peligro de exclusión. El remedio es facilitarles el acceso a la educación y cubrirles las necesidades básicas de materia escolar, ropa y alimentos. Cuando se consigue retener a las niñas en su tierra, con una educación útil que les sirva para aprender un oficio o una profesión, ya pueden defenderse.