La pandemia que cambió nuestras vidas: ¿Qué desconocÃamos hace un año y ahora es habitual?
- Antes de marzo de 2020, nadie sospechaba lo que vendría después y obligaría a vivir de manera diferente
- Un año del estado de alarma: así fueron los días de marzo de 2020 que llevaron al confinamiento
Un año de COVID-19 ha servido para cambiar la vida de los ciudadanos de una manera profunda. La convivencia diaria con la enfermedad, y su amenaza constante, ha obligado a aprender a vivir de una manera diferente a cómo se hacía. Mascarillas, distanciamiento físico y social, PCR, test de antígenos, saturación de las UCI, vacunas... Antes de marzo de 2020, nadie o casi nadie sospechaba lo que vendría después y se instalaría en la vida de todos durante tantos meses. Estos son solo cuatro de los aspectos que se desconocían hace un año y se han convertido en habituales:
Las mascarillas, parte de la vida diaria:
El uso de los distintos tipos de mascarillas entre la población, ya sean sanitarias, quirúrgicas o higiénicas, ha desempeñado un papel fundamental en la reducción de la transmisión del virus SARS-CoV-2. Hasta principios de abril, el Gobierno de España desaconsejaba su utilización porque, tal y como sostenían, no reportaban beneficios entre la ciudadanía. ¿Por qué ocurrió algo así? Durante los compases iniciales de la pandemia, los profesionales del Sistema Nacional de Salud sufrieron una acuciante falta de material de protección, y los esfuerzos de la administraciones se encaminaron a abastecer a este colectivo, a lo que hay que sumar la ausencia de evidencia científica al respecto.
Pero con el paso de los meses, la evidencia científica se hizo más sólida y la postura de las autoridades sanitarias, tanto nacionales como internacionales, fue cambiando. Para agosto, en España las comunidades autónomas ya habían impuesto la obligatoriedad de la mascarilla en todos los espacios públicos, convirtiéndose así en un elemento omnipresente del paisaje diario de la pandemia.
La llegada de las vacunas contra el coronavirus ha inaugurado una nueva etapa en la que el final de la pandemia parece cada vez más cercano. Sin embargo, los expertos coinciden en señalar que las mascarillas aún nos acompañarán unos meses más, ya que continuarán siendo necesarias para frenar los contagios al menos hasta que se alcance la anhelada inmunidad de grupo.
Las olas que marcan el ritmo:
La pandemia de COVID-19 ha dejado de momento tres olas en España perfectamente diferenciadas. Todas ellas eran imposibles de prever, tanto si se iban a producir como, en caso de que así fuera, su intensidad. Ahora que se acaba de doblegar la tercera ola, la pregunta más inmediata es si se producirá una cuarta.
Primera ola:
El primer estado de alarma se decretó el 14 de marzo de 2020, ante el incremento de casos que se estaba produciendo en el país. La primera ola alcanzó su pico de contagios hacia finales de marzo, aunque por aquel entonces la capacidad de diagnóstico era muy limitada, por lo que muchos contagios e incluso muertes por COVID-19 no se detectaron.
Segunda ola:
Desde que culminó la desescalada, a finales de junio, apenas hubo tregua, y durante el verano los contagios volvieron a subir. Impulsada por los focos localizados inicialmente en zonas de Aragón y Cataluña, la curva comenzó a remontar ya en agosto, aunque el pico de esta segunda ola no se alcanzó hasta finales de octubre.
Tercera ola:
Los cierres y restricciones que se decretaron para doblegar la segunda ola se mantuvieron hasta comienzos de diciembre. En ese tiempo, la curva volvió a bajar, pero no a los niveles a los que se había llegado con el final de la desescalada. Después del puente de diciembre, la curva comenzó a subir de nuevo, y se dispararon coincidiendo con la Navidad. A finales de enero, la pandemia pulverizaba todos los registros en cuanto al número de contagiados diarios.
La irrupción de las variantes:
Otra de los elementos que han caracterizado a la pandemia han sido las variantes del coronavirus, a pesar de que el SARS-CoV-2 es un patógeno que no se caracteriza especialmente por su capacidad para mutar. Sin embargo, los elevados niveles de transmisión en todo el mundo, sumado a que cada vez va encontrando mayores trabas para propagarse, han propiciado la aparición de estas versiones mutadas, algunas especialmente preocupantes como la británica, la sudafricana, la brasileña de Manaos o la californiana.
Bajo presión ambiental, las variantes más transmisibles tienen una ventaja frente al resto, por lo que tienen más probabilidades de convertirse en predominantes. Sin embargo, y aunque sin duda representan un motivo de preocupación, los expertos consideran que no suponen una amenaza tan grave como para poner en riesgo todos los avances conseguidos hasta ahora en el control de la pandemia. La solución contra estas variantes es la misma que se necesita para a nivel global: vacunar al mayor número posible de personas.
Lo mejor, las vacunas:
Cuando, a comienzos de 2020, coincidiendo con el inicio de la pandemia, los laboratorios de todo el mundo iniciaron una carrera contra reloj para desarrollar una vacuna contra la COVID-19, pocos pensaron que antes de que acabara el año habría no ya una, sino varias disponibles, todas ellas con unos niveles de seguridad y de eficacia altísimos.
[Especial en RTVE.es La gran vacunación. Objetivo: llegar a la inmunidad de grupo
Las vacunas han sido de largo la mejor noticia desde que la pandemia irrumpió como un huracán en nuestras vidas, y quizá la principal lección que se pueda extraer de este gran logro es que sin investigación científica no hay futuro, pero que para que pueda llevarse a cabo hay dos ingredientes que siempre son necesarios: financiación y recursos.
La carrera por las vacunas tiene ahora ante sí más desafíos titánicos: los fármacos deben poder producirse a una escala nunca antes conocida -varios miles de millones de unidades en el menor tiempo posible-, por lo que la implicación de la industria farmacéutica es fundamental. Además, hay que asegurar unas campañas masivas de vacunación también inéditas a nivel mundial. Cuando se habla de enfermedades infecciosas, el riesgo de una persona es siempre el riesgo de todas, por lo que la inmunización colectiva se convierte en un objetivo obligatorio.