La paradoja de ser feliz en pandemia
- Bodas, nacimientos o firmas de contratos laborales amplificaron su efecto positivo poniendo en jaque el sino de 2020
- Un año del estado de alarma: así fueron los días de marzo de 2020 que llevaron al confinamiento
Decía el filósofo griego Epicteto que no son las cosas que nos pasan las que nos hacen sufrir, sino lo que nos decimos sobre estas cosas. Casi 20 siglos después de la cita, se puede decir que la frase mantiene un envidiable estado de salud. En el último año hemos aprendido a convivir con una perpetua sombra de miedo e incertidumbre provocada por el desarrollo del coronavirus y, sin embargo, también hemos sido testigos, a veces de forma directa o como simples observadores, de acontecimientos que parecían contravenir los oscuros caminos trazados por la enfermedad.
No sabemos si la pandemia nos ha hecho mejores o más fuertes, pero sí que el mundo ha seguido girando y con ello las historias que llevan un pequeño haz de luz en un tiempo dibujado en blanco y negro.
‘Cuarentenials’: primer año de los nacidos en la era COVID
Queda mucho tiempo para que tomen conciencia del momento histórico en el que han llegado, aunque su aventura ya comenzó con ciertos tintes de épica frente a la adversidad. Son niños y niñas nacidos durante la primera ola del coronavirus, algunos los llaman ‘cuarentenials’ o ‘pandemials’ y su venida al mundo supuso una mezcla de preocupación y alivio para padres que han aprendido a ser uno más en mitad de la crisis.
“Durante el final del embarazo nos agobiaba bastante la seguridad en los hospitales, aunque al mismo tiempo teníamos ilusión e impaciencia porque el bebé naciera”, comparten Jordi y Paula. Como padres primerizos de Pol, el no tener un recuerdo anterior también les sirvió, afirman, para normalizar la situación: “No habíamos tenido una experiencia previa, por lo tanto, no creo que tuviéramos una presión añadida y sí una realidad a la que acostumbrarnos”, destaca Paula.
“Pensábamos en la suerte que teníamos al poder sentirnos ilusionados con lo que estábamos viviendo en casa“
Que su aventura como padres coincidiera con las restricciones impuestas por la crisis sanitaria les sirvió para encontrar salidas al laberinto de inseguridades al que nos sometía el inicial desconocimiento de la enfermedad. “Muchas veces, con el comienzo del confinamiento duro, pensábamos en la suerte que teníamos al poder sentirnos ilusionados con lo que estábamos viviendo en casa”, añade Jordi.
Sin embargo, no todo fue color de rosa para esta pareja residente en Madrid. La casi total ausencia de vida social y familiar sí que supuso un pequeño desgaste en los primeros compases de vida del pequeño: “Fue duro y sí existe cierta soledad porque no quedábamos con amigos para que lo conocieran y los abuelos tampoco pudieron vivir la experiencia plena de tener un nieto, menos aún los paternos que viven en otra comunidad”, incide Jordi.
Internet, las videollamadas y el uso de WhatsApp ayudó a mitigar esa sensación de aislamiento, reconocen, también sirvió para que Marius y Beatriz, otra pareja que suma el ‘bebé a bordo’ en el coche, pudiera mostrar la evolución del embarazo. “Durante esa etapa fue clave porque con el confinamiento creo que casi nadie me ha visto embarazada”, confiesa Beatriz.
El pequeño Hugo comenzó su andadura vital a principios de agosto. “Ya habíamos pasado los primeros meses de pandemia y aunque vivimos con ansiedad antes y después de su llegada es cierto que superar las restricciones más severas nos permitió eliminar algo de estrés”, continúan los padres.
Tanto Marius y Beatriz como Jordi y Paula reconocen que la llegada de los bebés ha sido un balón de oxígeno para sus vidas y las de su entorno. “Ha sido un punto de luz, como una inyección de motivación para la familia en estos tiempos”, confirma Beatriz.
La realidad de las bodas que sí fueron
El amor no se ha salvado de la influencia del coronavirus. Si bien es cierto que en el último año Cupido nos ha dejado historias dignas de película, el número de bodas celebradas en el país ha disminuido alarmantemente. La COVID-19 no entiende de sentimientos o emociones y, por ello, casarse en estas circunstancias convierte a las parejas en una rara avis.
“No era el momento de lamentarnos, sino de seguir hacia adelante pese a las restricciones“
María Barajas y Miguel Ángel Navarro se dieron el sí quiero el pasado mes de septiembre en Torrijos, una pequeña localidad toledana. Tras dos años planificando ese momento tuvieron claro que la pandemia no les dejaría sin boda: “Fue un proceso complejo y nos enfrentamos a cambios sobre la idea inicial, pero decidimos mantener el día y utilizar el confinamiento para ultimar los preparativos”. Ese mismo mes y a no muchos kilómetros de María y Miguel Ángel, en Daimiel, otra María (Martín-Consuegra) y otro Miguel Ángel (Ruiz) decidieron sellar su compromiso con una ceremonia civil: “Teníamos todos los trámites realizados y pensamos que no era tiempo de lamentarnos, sino de seguir hacia adelante pese a las restricciones”, proclama María Martín-Consuegra.
Con un grupo de invitados más reducido de lo esperado, mascarillas y distancias, ambas parejas explican, con la perspectiva del tiempo, que no cambiarían aquel día por una festividad prepandemia, aunque Martín-Consuegra adelanta que, pese a no quitarle el sueño, “si se recupera la normalidad en 2021, tenemos idea de celebrar una fiesta con todos nuestros amigos y familiares”.
Encontrar trabajo durante el confinamiento: difícil pero no imposible
2020 y empleo dejaron claro que formaban un binomio para el olvido. Despidos, ceses de negocio o la solución temporal de los ERTE, conformaron una fórmula nada halagüeña para todo aquel que tuviera que buscar un contrato en un brutalmente golpeado mercado laboral. Antonio, Esther, Fernanda y Miguel vivieron esta realidad y encontraron empleo cuando todo alrededor animaba a lo contrario.
"Llegas a una edad, ves que las cosas no te han salido como prometían a los 30 y sí que percibes una sensación de fracaso", dice Antonio (47 años). Montador de ferias y exposiciones, el parón de la actividad en febrero precipitó la disolución de su propia empresa y el envío masivo de currículos: “Siempre mantuve el teléfono encendido, pero dejó de ser rentable”, aclara. En el mes de agosto, tras aplazar el pago de impuestos y solicitar la moratoria de hipoteca, recibió una llamada que cambió todo. “De pensar que, al día siguiente, tal vez no tendríamos para comprar el pan pasamos a contar con algo de seguridad sabiendo que lo básico no iba a faltar”, continúa. Su historia tuvo un doble final feliz, ya que su mujer también encontró empleo en pandemia, “nos llamaron para empezar el mismo día, yo he dejado de ser autónomo y ahora tengo la estabilidad de un salario fijo, así que lo único que puedo decir es que el año pasado resultó ser un gran año para nosotros”, declara.
A Esther (27 años), el confinamiento le pilló preparando una oposición de educación secundaria que tuvo que aplazarse. "Se me vino todo abajo cuando suspendieron la convocatoria, porque era pensar en otro año esperando el examen", mantiene. Su vida cambió de forma inesperada con la inscripción en un proceso de llamamiento público telemático que, en comunidades como Castilla-La Mancha y de forma extraordinaria, venía a sustituir a las habituales bolsas de trabajo. "Te puedes imaginar el cambio de trabajar 12 horas a la semana en una academia por las tardes a una jornada completa de instituto", apunta. Desde noviembre ha enlazado contratos hasta conseguir una sustitución de larga duración que le permite mirar a la futura oposición con otros ojos: "Para nada borraría 2020, si llega el examen partiré con puntos de experiencia que harán que pueda obtener un mejor resultado", aclara.
Se suele decir que la suerte no viene sola, sino que se busca y trabaja. Algo parecido debieron pensar Fernanda (56) y Miguel (57) que, al handicap de la crisis sanitaria, tuvieron que sumarle el peso de la edad. Son los denominados trabajadores senior, colectivo para el que el año pasado supuso un lastre más con el que cargar.
A Fernanda y Miguel les une Generación Savia, un proyecto sin ánimo de lucro que funciona como punto de encuentro entre estos profesionales con el objetivo de mejorar su empleabilidad. Miguel llegó a la plataforma tras un despido y con la idea de que el paro no debía convertirse en un obstáculo:"Tenía confianza, conocimientos, contactos y la certeza de que algo saldría", nos cuenta. Su apuesta o ejercicio de fe, según quiera entenderse, salió bien y hoy trabaja para Técnicas de Fluidos, empresa que apostó por la veteranía "buscando el valor del trabajador que puede aportar desde el primer minuto porque ha dedicado una vida a ese terreno", opina.
Fernanda conoció a su actual socio en una reunión de Savia. "Cuando cumples una edad es fundamental conocer a gente que está en una situación parecida a la tuya y con la que puedes compartir experiencia e ideas", asevera. En plena pandemia decidió emprender y lanzar Freeme, una app para la gestión de facturas de autónomos que desde octubre es una realidad: "No nos pesó la incertidumbre, creíamos que era el momento de arriesgar y aprender sobre la marcha cuáles eran los mejores pasos", sostiene.
La importancia del día a día
Dimensionar correctamente el calado de la crisis sanitaria, evaluar racionalmente la situación y jugar bien las cartas diariamente son algunas de las pautas que los expertos ofrecen para evitar caer en las garras del pesimismo.
“Las personas que están más en forma en términos emocionales no piensan en el problema, sino en las oportunidades“
“Si comparamos esta adversidad con otras como las guerras, relativamente frecuentes en el siglo pasado, te das cuenta de que estamos ante un problema infinitamente pequeño y si en aquellos tiempos la gente salía adelante y conseguía hacer cosas valiosas, nosotros mucho más”, cuenta para RTVE.es el psicólogo y autor de obras como Nada es tan terrible, Rafael Santandreu. Para este especialista, se trata de "volver a un tipo de pensamiento racional que sepa situar correctamente la pandemia en la escala de importancia. Es la primera vez en la historia de la humanidad que nos vemos fuertemente protegidos contra un hecho de este tipo y en lugar de mostrar optimismo preferimos quedarnos con el pesimismo".
Santandreu insiste en que "los percances o contratiempos también son terreno de aprendizaje, crecimiento y fortaleza". Una cuestión relevante para "no entrar en terrenos de sufrimiento estéril", expone. Preguntado sobre cómo abrazar e interiorizar esta idea, el psicólogo aclara que " siempre hay cosas que hacer y las personas que están más en forma en términos emocionales o mentales no piensan en el problema, sino en las oportunidades que surgen”.
Sus palabras cobran sentido al preguntar a los entrevistados por las técnicas que les han permitido no perder el optimismo en estos tiempos: "Hablamos a menudo para, de forma conjunta, intentar poner freno a pensamientos que nos pongan en lo peor", afirman Jordi y Paula. La técnica se repite en la pareja formada por María Barajas y Miguel Ángel Navarro, que recalca que "afrontar juntos esta etapa y creer en lo que teníamos entre manos nos ha hecho crecer como pareja". Distinta tesitura, pero parecida solución encontraron aquellos que buscaron empleo con el viento en contra. "Cuando tú no puedes hacer nada para solucionarlo, tampoco puedes estar continuamente castigándote por lo mal que está todo. Siempre hay algo bueno, por pequeño que sea, a lo que agarrarse", señala Esther. Incluso a veces la memoria de otras generaciones puede salvar del influjo fatalista: "Mis padres vivieron una posguerra, cuidaron de sus hijos y nos dieron formación. Muchas veces recuerdo a mi madre diciéndome 'de todo se sale hijo, de todo se sale'", evoca Manuel.
"El término 'vivir al día' me parece totalmente funcional. Reconocer la situación y mirar hacia adelante con los recursos que tenemos en ese instante es muy práctico, ya que de lo contrario puedes acabar ahogado en la orilla", resume el psicóloco y psicoterapeuta, Marc Ruiz.
Un muro frente a la felicidad
Entre todos los testimonios recogidos, llama la atención la ausencia de un adjetivo capaz de redondear cada uno de los relatos: feliz. Ruiz considera que "hay que visualizar el contexto y quizá en parte por empatía con las personas que lo han pasado mal y por el sentimiento de nadar a contracorriente nos neguemos una palabra que, por otro lado, puede poner toda la responsabilidad en el individuo". Santandreu va más allá y asegura que "reconocer que eres feliz consigue ganar la animadversión de muchos, por eso aunque no lo digas sí que puedes pensarlo".
No terribilizar es, según esta voz autorizada, una de las claves para salir airosos en estos tiempos. En esa línea, celebrar acontecimientos puede ayudar, algo que defiende también Ruiz, aunque Santandreu añade que “este tipo de festejos debe formar parte de una base anterior de satisfacción personal".
Ambos expertos coinciden en la necesidad de "amueblar bien nuestra mente" para, cuando todo esto pase, disfrutar más plena y conscientemente de lo que nos devuelva de nuevo la vida.