Líbano, el espejo en el que Siria se miraba comienza a romperse
- En Portada viaja a Líbano para conocer la realidad de los refugiados sirios
- Se cumplen diez años de la Guerra en Siria
- La crisis económica, política y social ha empeorado, aún más, su situación
“La vida en una tienda no debería haber durado tanto”, se lamenta Mezyad mientras mira desde el puesto fronterizo de Masnaa, en Líbano, a las tierras donde empieza su Siria natal. La guerra ha cambiado un destino que parecía feliz. Era técnico de laboratorio en Homs y su vida era cómoda. Pero las bombas y los combates le obligaron a cambiar sus planes y huir. Su opción, como la de muchos, fue Líbano, un espejo en el que siempre se ha mirado Siria y que hoy parece romperse.
“Libaneses y sirios siempre fuimos como hermanos, no había discriminación entre nosotros”, comenta a En Portada. “Muchos de mis familiares venían aquí a trabajar”, recuerda Masnaa. Hoy, Mezyad vive en una tienda construida con maderas finas y plásticos, en uno de esos asentamientos dispersos que se encuentran en cada pueblo del Valle de la Beká.
Un 20% de los refugiados sirios en Líbano vive en ellos. Los llaman “Asentamientos informales”, porque el Gobierno Libanés no los reconoce como campamentos de refugiados. De hecho, hay muy pocos campamentos en Líbano de grandes dimensiones. La mayoría de estos asentamientos están construidos en tierras de cultivos que sus propietarios alquilan porque les resulta más rentable.
Cuando llegó, hace ya ocho años, Mezyad buscaba un destino seguro para su mujer y sus cuatro hijos. Al principio, ellos le siguieron y vivieron con él en la misma tienda. Pero la vida les tenía preparada una nueva desgracia. “Mi esposa cayó enferma, cáncer de mama. Buscábamos a ayudas. Fue una situación terrible, y con gran presión psicológica. Los médicos eran muy caros, los cuidados, las radiografías… No podíamos pagar un alquiler, una vivienda más confortable que esta tienda ,ven el campo”, recuerda. “En 2018, creímos que la situación en Siria estaba mejor. Nuestra situación económica aquí nos hacía pensar que debíamos volver. Así que los envié. Hoy lo lamento”, asegura Mezyad.
Las tres crisis de Líbano
Tras escapar de una guerra, la incertidumbre no ha abandonado a los sirios. Líbano, esa casa en la que se han refugiado, está ahora agrietándose. Desde hace dos años, el país se ha visto sometido a una sucesión de crisis consecutivas. Primero, un colapso económico y financiero de 2019 que ha traído una devaluación de la moneda del 80%, con los precios de los alimentos duplicándose y el desempleo, disparándose. La tensión se ha trasladado a las calles, los disturbios en las calles se incrementaban, y el siempre frágil equilibrio político se ha resquebrajado.
La explosión en el puerto de Beirut del pasado agosto incrementó la presión. Murieron más de 200 personas, entre ellas, 41 sirios. Hogares enteros quedaron destruidos y muchos puestos de su trabajo desaparecieron. La llegada de los peores efectos de la pandemia el coronavirus no ha hecho sino complicar aún más la situación.
Provocó un cierre total del comercio y un confinamiento estricto. Los refugiados, los más vulnerables, se han visto especialmente afectados y muchos de sus campamentos se vieron sometidos a restricciones más severas ante el temor de que fueran foco de contagio.
Tensiones y conflictos
Las consecuencias económicas son catastróficas para libaneses y sirios y han tenido especial impacto en las regiones más pobres del país, como la ciudad de Trípoli. Situada al norte, en estos años ha sido uno de los grandes centros de acogida de sirios que huían de la guerra.
Pero la crisis ha golpeado a su población con dureza. Hoy, casi el 60% de la mitad de sus habitantes viven bajo el umbral de la pobreza. Y con la crisis han llegado también nuevas rencillas, rencores y tensiones entre la población local y los refugiados.
Un ejemplo de ello fue el incendio del campamento de Miniyeh, en la periferia de Trípoli. Allí vivían decenas de familias, y quedó completamente arrasado. La razón: una disputa laboral y económica.
“Entró un libanés. Había un altercado por algo que tenía que ver con trabajo y con dinero. Discutió con un sirio y entonces ocurrió todo”, nos cuenta Abdelkader, uno de los más antiguos habitantes de ese campamento. "Todo el mundo salió del campo y quemaron las tiendas. Sabían que no había nadie en ellas y las quemaron”, recuerda. Como Abdelkader, muchas familias perdieron gran parte de lo que tenían. Incluso documentos, los papeles oficiales que les han ayudado estos años.
El dilema del retorno
El deterioro de la situación en Líbano hizo que algunos se replantearan el regreso a Siria. Algunos lo hicieron y muchos, dice la ONU, desearían seguirles. “Al menos el 80% dice que sí quiere volver”, comenta en una entrevista la portavoz de ACNUR en Líbano, Lisa Abu Khaled. “La posibilidad de hacerlo o no, depende de la situación de cada familia”, asegura Khaled.
Pero esa situación parece haber cambiado. “Hoy hay muy pocos que quieran volver a Siria, por varias razones. Entre ellas, que el nivel de vida es peor en Siria y que reciben malas noticias de sus parientes allí”, comenta el Alcalde de la localidad de Arsal.
Mientras, millón y medio de sirios sobreviven como pueden en un país que, entre crisis y crisis, parece acercarse al límite de sus capacidades. Ellos, los más vulnerables, se debaten entre el miedo y la incertidumbre. Escaparon de una pesadilla y, diez años después, las tensiones y la inestabilidad les sigue persiguiendo y ya no tiene claro a dónde ir.