'La nube': saltamontes asesinos y terror capitalista
- Se estrena en España la película de Just Philippot premiada en el Festival de Stiges
El terror -como buen género- está lleno de servidumbres de estilo y contenido que son sus fortalezas y debilidades. Pero todavía hay zonas para explorar como demuestra La nube, la película de Just Philippot (París, 1982) doblemente premiada en el pasado Festival de Sitges que combina un drama realista sobre la explotación de los agricultores con una fantasía sobre una colonia de saltamontes que demandan sangre humana.
La nube es, de hecho, resultado de la residencia Sofilm, dedicada a la escritura de guiones para renovar el cine de género en Francia. “La primera versión del guion era muy de género, algo así como 'Alien en el mundo rural' y la nube de saltamontes estaba muy presente estaba muy presente, explica Philippot, que visita Madrid para presentar su película y, como buen francés, tomarse “un café”.
Virginie (Suliane Brahim) es una propietaria de una granja de saltamontes de los que extrae y vende su harina (lograda tras tostarlos y pulverizarlos). La harina tiene ventajas por sus valores nutricionales y también medioambientales por su bajo coste energético, pero, Virginie, que vive con sus dos hijos, sufre serias dificultades para rentabilizar su inversión.
“En principio es una agricultura prácticamente perfecta porque necesita muy poca agua, electricidad, consume muy poco, pero el problema es que no responde a la necesidad del mercado, que es, básicamente, producir algo barato”, ilustra Philippot.
Accidentalmente, Virginie descubre que el tamaño de los saltamontes se incrementa cuando beben sangre de su brazo hasta el punto de lograr sus ansiados beneficios. “Nos dimos cuenta de que el monstruo era esa mujer con apariencia de madre coraje, que no se da cuenta de que destruye el entorno y a sus propios hijos”, desarrolla. “Es una alegoría del mundo contemporáneo y nuestra manera de destruir el mundo en el que vivimos trabajando, aparentemente, en el futuro de nuestros hijos”.
Cine fantástico documental
La película se transforma así en un mito fáustico, si bien el alma es, literalmente, la propia sangre y, el trato, unos puñados de euros. Pero lo más interesante de La nube es su tono y estilo perfectamente documental y realista, tan poco frecuente en el fantástico. “Lo importante es que fuera una historia real y no caer en el fantástico fuera de la misma. Lo que me gusta del cine documental es la sensación de que la realidad te la puedes encontrar al salir del cine”, afirma el director. “Y si hablaba del mundo agrícola quería mostrar cómo es, no usarlo como pretexto”.
Dice Philippot que reside en una ciudad pequeña y eso le hizo tener muy presente el hilo que une lo que come con los productores del alimento. “Es como si planteásemos la historia de un panadero al que le obligan a vender las baguettes a 10 céntimos. ¿Cuántas tendría que hacer para sobrevivir?”, se pregunta como analogía.
Como en Los pájaros, los saltamontes son una amenaza latente mientras se desarrollan los personajes hasta el estallido final. Y afirma que le interesaba más la sangre como elemento del género más que los propios saltamontes. “Los saltamontes no me daban miedo, no son como serpientes. La directora de producción me dijo cuántos necesitaba y le respondí lo que ponía en el guión: cientos de miles. Me respondió que tendría 5.000”, dice entre risas. “Los primeros planos de la sangre permiten descubrir en tiempo real la presencia de algo que no debería estar ahí, como las vacas locas o los pesticidas: cosas con las que la naturaleza va a tener que hacer algo”.