El trabajo con menores en riesgo de exclusión en Nazaret
- Nazaret es uno de los barrios incluidos en el proyecto ‘Atlas de Mortalidad MEDEA3’ que señala que, a menor renta, mayor nivel de mortalidad
- Asociaciones como El Arca ofrecen a los menores del barrio actividades de ocio y tiempo libre, refuerzo educativo o talleres
"Yo considero que esto es una gran oportunidad. Prefiero centrarme que ir todo el día bebida o fumada”, relata con ojos bien abiertos Ainara, una niña de 12 años del barrio de Nazaret. La plaza Aras de Alpuente es uno de los lugares de socialización de esta zona marinera. En ella juegan cada tarde los niños y niñas que, como Ainara, acuden a El Arca, una entidad ubicada en la misma explanada y que atiende a cerca de 125 menores del barrio y de la Punta, la localidad vecina. Nazaret es una de las zonas de València donde se observa una mayor relación entre el nivel socioeconómico y la salud de sus vecinos y vecinas, según el proyecto ‘Atlas de Mortalidad MEDEA3’, un estudio estadístico sobre la distribución geográfica de la mortalidad que concluye que, a menor nivel de renta, mayor mortalidad se aprecia.
El trabajo está coordinado por la Universidad de València, la Fundación FISABIO y la Dirección General de Salud Pública de la Generalitat Valenciana. Se ha desarrollado durante 20 años y se analizan diferentes causas de muerte, como por ejemplo, cáncer de pulmón, SIDA o cirrosis entre los hombres. Según Miguel Ángel Martínez, coordinador del proyecto, al hablar de enfermedades respiratorias "a todos nos viene a la cabeza el tabaco y, en el caso de la cirrosis, el consumo de alcohol". Por lo tanto, "lo que se puede ver es el tipo de conductas personales que pueda seguir la gente que vive en estas zonas". Además, según el anuario estadístico de la ciudad de València, el porcentaje de gente mayor de 65 años en Nazaret es inferior al resto de València, 19,1% frente al 21%.
“Fuman, beben y luego vuelven a calse con resaca“
Quiti es una niña de 13 años y también forma parte de El Arca. Allí le ayudan con las asignaturas del colegio que más le cuestan. Con desparpajo manifiesta que a ella le gusta ir, pero no pasa lo mismo con algunos de sus compañeros y compañeras: "Salen del colegio, no comen en su casa, fuman, beben y luego vuelven a clase con una resaca... Se pasan las horas [de clase] durmiendo".
En El Arca trabajan con menores en riesgo de exclusión para ofrecerles actividades de ocio y tiempo libre, refuerzo educativo o talleres, como por ejemplo los relacionados con la alimentación. Según Rocío Saborit, coordinadora de día del centro, es una cuestión que les preocupa especialmente porque "la comida barata es la peor. Nosotros vemos que desde pequeñitos van cogiendo obesidad, van cronificando, y entonces con 14 o 15 años ya padecen enfermedades serias".
Hoy es martes y en el local de la organización, después de hacer los deberes, los niños y adolescentes pueden elegir entre clases de baile o talleres de mecánica. Quiti y Ainara han optado por la danza "porque así nos movemos", pero Alin prefiere participar en el taller de reparación de bicicletas: "Yo quiero ser mecánico de coches". Está en sexto de Primaria y el curso que viene hará Secundaria en Castellar: "Iré con bici o con autobús, con el 95. Ya soy mayor, tengo 13 años".
“No queremos ser más que nadie... pero tampoco menos“
En el barrio hay dos colegios públicos y uno concertado, pero para hacer Bachillerato o Formación Profesional los niños y niñas tienen que salir. "Yo quiero ser psicóloga o abogada" dice Quiti, "pero me cuesta y más siendo de aquí, que nunca ha habido nada. Aquí casi nadie va al colegio, es más costoso". En 2017 se hizo una estrategia integral participativa del barrio. Cuatro de cada diez personas de media en la ciudad de València tenían estudios universitarios o secundarios, pero la cifra en Nazaret se situaba en uno de cada diez. El portavoz de la asociación de vecinos, Julio Moltó, recuerda que la zona necesita un centro de formación profesional, secundaria pública y una escuela de adultos en condiciones, porque "no queremos ser más que nadie, pero tampoco menos".
En la misma dirección se manifiesta Isabel Aliaga, miembro de la asociación, quien asegura que uno de los principales problemas de la zona es que los adolescentes de entre 14 y 18 años no tienen a dónde ir y entonces están por la calle. En este sentido, Esteban Murillo, coordinador de programas de El Arca, subraya que el objetivo no es "sacar" a los niños y niñas de la calle, es "sacarlos de la nada. La culpa no la tienen ellos porque están en la calle, ellos están donde tienen que estar, el problema es que la calle no está pensada para ellos".
La situación socioeconómica del barrio apenas ha cambiado en treinta años
El Arca celebra este año su 30 aniversario. El proyecto arrancó en la década de los noventa y, según Murillo, “los primeros estatutos de El Arca decían que nuestro objetivo era sacar a los niños de las drogas”. Según el informe de la estrategia participativa, se han registrado cambios importantes en este sentido, algo que también destaca Aliaga: “Ahora no tenemos droga. Bueno... droga hay en todos los sitios, pero aquí ha disminuido mucho”. Por eso, y por la experiencia acumulada a lo largo de tres décadas, Murillo explica que han cambiado la definición de la entidad: “Últimamente hablamos mucho de generar espacios protectores, para que un niño viva como un niño y una niña viva como una niña. [Queremos] que disfruten y crezcan al ritmo que tienen que evolucionar y no al que parece mandarle su contexto, esto ya es un acto de transformación”.
“Queremos que los niños crezcan al ritmo que tienen que evolucionar“
En la plaza Aras de Alpuente, además del local de El Arca, también hay una rotonda con una esfinge coronada por un globo terráqueo. En la escultura hay dibujadas tres figuras: una pescadera, un trabajador del puerto y un agricultor, los tres trabajos que desarrollaba tradicionalmente la gente que vive en este barrio, desde el que todavía hoy se dice "ir a València" para referirse a la ciudad.
En el barrio conviven dos realidades
“El barrio es muy diverso y eso debería ser una cosa a valorar. Pregúntale a un médico y solo ve enfermos. Bueno, pues nosotros al final trabajamos con gente que está en condiciones… Podemos tender a pensar que todo el mundo está mal, pero no es así” destaca Murillo. Según el análisis de 2017, en el barrio hay una “marcada segmentación en dos grupos poblacionales. Por una parte, aquellos que más o menos se aglutinan en entornos de normalidad social; y por otra, aquellos más culturalmente diversos, más empobrecidos”.
“Estamos en el año 2021. València está conectada por los servicios de metro y tranvía” pero, como también relataban Goscinny y Uderzo: "¿Toda? ¡No! Una aldea poblada por irreductibles galos resiste". El pequeño "pueblo galo" es el barrio marinero en palabras de Moltó, que añade que "la pócima secreta es la solidaridad”.
“El barrio es muy diverso, eso debería valorarse“
El mercado en el que los vecinos y vecinas compran carne, pescado o verduras frescas está a solo cinco minutos a pie de la céntrica plaza. Ahí se expande el Bulevar de las Moreras, el tramo final del jardín del Turia, una zona residencial con servicios como piscina comunitaria o pista de pádel en algunos casos. Justo donde termina Nazaret y crece la zona nueva, a las puertas del mercado, se ha construido la parada de tranvía, para que en algún momento el barrio conecte mediante este transporte público con el resto de la ciudad. Sin embargo, no llega a las entrañas de Nazaret, se queda ahí, a las puertas. En ocaciones, las fronteras no necesitan muros.