La juguetona imaginación de Chema Madoz
- El fotógrafo expone sus nuevos trabajos hasta junio en la madrileña Galería Elvira González
- Chema confiesa que "en las obras prima una idea de fragilidad por la pandemia que vivimos"
Una de las nuevas obras de Chema Madoz (1958) es la bucólica fotografía de un avión entre unas nubes que parecen de algodón. Pero si nos acercamos a la imagen comprobamos que, en realidad, es un avión de juguete encima de la nieve que nos dejó la tormenta Filomena. La podemos ver (hasta junio) en la nueva exposición del artista madrileño en la Galería Elvira González, en la que continúa explorando los significados ocultos y potenciales del objeto. Y, como novedad, expone una escultura tan sorprendente como el resto de su obra.
"Son obras -nos cuenta Chema- realizadas entre 2019 y 2020. Y para confeccionarlas me he dejado llevar por la intuición, por el día a día, trabajando sin una dirección concreta. Luego, a posteriori, he intentado encontrar una cierta relación entre ellas. En este caso, a diferencia de otros trabajos anteriores, prima una idea de fragilidad, por la pandemia que vivimos, aunque no tuviera ninguna intención de trabajar sobre el coronavirus Pero es inevitable que esos momentos personales que te tocan vivir se filtren en tu trabajo".
Por eso confiesa que: "El coronavirus está sugerido en algunas de las imágenes. Como en esa fotografía de unas escaleras formadas por columpios, que es una invitación a subirlas, pero que, a la vez, nos da bastante respeto hacerlo por la inestabilidad propia del objeto en sí".
"Al igual -añade- que la imagen del castillo de naipes que parece apuntar la idea de que la vida es una edificación que tiene tal punto de fragilidad que necesita estar protegida por el propio andamio que ha servido para su construcción. O la balanza en la que encontrar el equilibrio es casi una misión imposible. Hay unas cuantas imágenes que reflejan esa situación que vivimos".
"A pesar de eso -añade-, en las imágenes sigue habiendo humor e ironía, que es algo en lo que vengo trabajando y que creo que es necesario y terapéutico en estos momentos. Creo que se agradece".
El Rastro es una de sus fuentes de inspiración
La pandemia también ha dificultado su proceso de trabajo: "Sí -confiesa-, porque yo suelo buscar muchos de mis materiales en el Rasto de Madrid y ha estado muchos meses cerrado, lo que lo ha ralentizado y complicado todo. También en determinadas tiendas que han estado cerradas, lo que en ocasiones me ha llevado a recurrir a Internet".
En cuanto a si busca los objetos o los encuentra, Chema asegura que: "A veces voy al Rastro a buscar cosas que necesito y acabo volviendo con otras con las que no contaba. E incluso a veces cojo cosas que no sé en qué las voy a utilizar, pero que me llaman la atención por alguna razón. Termino conviviendo con esos objetos y, normalmente, suelen surgir ideas a partir de ellos".
A pesar de esas casualidades, el fotógrafo asegura que sus obras: "Normalmente son fruto de la reflexión, aunque eso no quita que a veces el azar juegue un papel importante. Pero creo que realmente lo que cambia es que normalmente se hace el ejercicio de reflexión antes de crear la imagen y en esos casos, esa reflexión se hace con posterioridad. En ese caso intento evitar que esa imagen se quede en un simple chispazo o un simple gag. Por lo que a veces dejo reposar las obras para ver si resisten el paso del tiempo".
Aunque las obras sean laboriosas busca la idea de "levedad"
Entre las fotografías nos llama la atención una pirámide de cartas que se ha construido con la ayuda de un andamio. "Es una de las obras que me han exigido un trabajo manual más laborioso y delicado. En la exposición hay imágenes que han sido complejas de construir junto a otras que tienen una composición muy simple, como esa del avioncito que simplemente he puesto sobre la nieve, de forma que nos evoque que vuela sobre las nubes".
"Pero aunque las imágenes tengan mucho trabajo detrás, siempre busco la idea de la levedad -continúa-. Intento que ese trabajo previo no se convierta en un lastre".
Como suele ser habitual en sus trabajos, ni la fotografías ni la exposición tienen título. "En las exposiciones en las que presento obra nueva no suelo poner títulos -confiesa-. Es un ejercicio que para mí tiene que ver con el respeto a la inteligencia del espectador. Creo que la fotografía es un ejercicio de comunicación visual en el que ya estás poniendo en pie una idea, por eso no necesitas darle más pistas al espectador que las que proporciona la propia imagen. Y a partir de ahí cada uno tendrá que hacer su lectura. Creo que así es mucho más atractivo para todos"
"De la misma forma que nos gusta asomarnos a la literatura, al teatro... para enriquecernos con la mirada de otros. Ese mismo ejercicio me gusta proponerlo en el sentido contrario, para ver cómo la mirada del espectador puede enriquecer la de los artistas".
El tamaño importa
En la exposición se combinan fotografías pequeñas con otras enormes. "A mí me suelen gustar las fotografías pequeñas -confiesa Chema-porque el espectador se tiene que acercar y se establece una relación más íntima. Mientras que las grandes casi las podemos ver desde el otro extremo de la sala. Aunque en esta exposición, curiosamente, hay muchas más imágenes grandes de lo habitual".
El cartel de la exposición es una fotografía que muestra a una oreja rodeada por una corona de espinas. "La corona de espinas -confiesa- es uno de esos objetos que, como decía antes, te encuentras y te llaman la atención sin saber muy bien para qué lo vas a usar. Pero era tan fuerte, tan potente, que me fui cargando con ella y luego hice esta alusión a la sociedad actual en la que hemos perdido la referencia con lo que tiene que ver con el sonido. Creo que vivimos en un mundo demasiado ruidoso y agresivo".
Su salto a la escultura y al color
La obra más sorprendente de la exposición es una escultura de una chimenea que, gracias a la inclusión de un telón rojo, simula un teatro. Es la primera escultura que expone Chema: "No creo que sea un salto muy grande, porque muchas de mis fotografías tienen detrás un trabajo escultórico -asegura-. Lo que pasa es que el hecho de fotografiar esas esculturas creo que las lleva a un territorio muy concreto, que tiene que ver con la sugerencia, la imaginación... un juego de presencia-ausencia. Hay una idea de algo que ha existido y no tienes muy claro si sigue existiendo. Es un terreno más movedizo. Pero en la mayoría de las ocasiones, esa fotografía ayuda a elevar al objeto a otro estatus diferente".
"Al añadir ese telón rojo a la chimenea la he convertido en una especie de teatro o de microteatro -nos cuenta-. Una especie de solfa de convertir lo doméstico en un espectáculo. Me parecía que en este caso concreto, por esa monumentalidad que sugieren esa chimenea de mármol y ese telón rojo iluminado de forma teatral, que la fotografía iba a reducir parte de esas sugerencias. Y por eso he decidido exponerla tal cual en vez de fotografiarla".
"Para mí lo que pasa en una chimenea no deja de ser un espectáculo. Simplemente poniendo troncos y encendiendo el fuego se convierte en una maravilla. Tu propio espacio doméstico se convierte en algo que podrías estar mirando horas y horas" -añade-.
En cuanto al blanco y negro de sus fotografías, confiesa que: "A veces he tenido tentaciones de hacer fotografías en color, sobre todo con cosas como los mapas, que tienen esos tonos azules del mar, que entroncan con la idea de la infancia, y que pierden al pasarlos a blanco y negro. A veces he sentido cierta pena al suprimir el color. Por eso no descarto que alguna vez pueda trabajar en color".