La Vall de Nuria: peregrinaje al paraíso escondido del Pirineo Catalán
- El valle gerundense de Núria es uno de los últimos reductos payeses tradicionales en el Pirineo Catalán
- La construcción de un tren cremallera en 1930 permitió que más personas pudiesen acceder hasta su Santuario
- Su entorno natural es el hogar de especies en peligro de extinción como el Urogallo o la Perdiz Blanca
- El sábado a las 10.00 horas en La 2 de TVE puedes ver este reportaje en Agrosfera
Hubo un tiempo en que las zonas de alta montaña eran evitadas a toda costa. Los campos de cultivo se encontraban más abajo en los valles, donde las temperaturas eran agradables y no había motivo aparente para escalar hasta aquellas altas cotas. En el Vall de Núria en Girona, los únicos que se atrevían a seguir subiendo hasta alcanzar la cabecera del valle eran los pastores, los primeros payeses, que allá por el siglo VII se aventuraban a coronar el circo glaciar que marcaba la frontera con Francia acompañados de sus reses. Allí, en mitad de aquel paraje tan indudablemente bello como hostil, pasaban cortas estancias en verano.
Quiso la casualidad, o más bien la tradición bíblica (que ya desde tiempos de Moisés y el Sinaí había dejado claro que, además de la cabra, el creyente también tira al monte) que San Gil, un santo de origen ateniense, eligiese este lugar para iniciar su labor de evangelización.
Cuenta la leyenda que San Gil llegó a la Vall de Núria ataviado con una sencilla túnica y con tres objetos en su haber: una olla, en la que preparaba las tradicionales "farinetes" (migas de pan) para dar de comer a los pastores; una campana con la que les llamaba a la hora de la comida; y una cruz con la que les evangelizaba. Además, en sus ratos libres, todo según la leyenda, talló en madera la figura de la Virgen de Nuria. Una talla que posteriormente debería esconder en una cueva junto al resto de sus pertenencias a causa de la invasión árabe.
Fue otro peregrino llamado Amadeo, proveniente de Dalmacia quien, según la leyenda, encontró en el año 1079 dicha cueva y la reliquia que contenía, marcándola como lugar santo de peregrinaje e iniciando una tradición que persiste hasta nuestros días.
El propio padre Emili Villegas, actual rector del Santuario de Núria (que fue construido a partir de los cimientos de un antiguo hospital de montaña y la ermita original del siglo XVII después de que un terremoto en 1428 lo redujese todo a escombros) admite que a leyenda hace aguas. “La figura que tenemos actualmente en el Santuario data del siglo XII, por lo que es improbable que sea la misma que talló San Gil”, confiesa, y a la vez añade que esto no ha sido inconveniente para que centenares de parejas viajen cada año a Núria para pedirle a la Virgen que les ayude a tener hijos. Actualmente, además de símbolo de fertilidad, la Virgen de Nuria también es patrona de los esquiadores. “Los tiempos han cambiado” añade Emili.
Peregrinaje sobre raíles
Y tanto que han cambiado. Si en el siglo XIX, la Vall de Núria contaba con dos modestas infraestructuras: un hospital de montaña y una capilla; la llegada de la tecnología en el siglo XX cambió para siempre su ADN.
Paralelo al camino de peregrinos proveniente desde el pueblo que Queralbs (último asentamiento del Valle del Fresser y puerta a la Vall de Núria) en 1930 se tendieron raíles dentados para la circulación de un tren cremallera, que desde entonces redujo el molesto trayecto de más de 3 horas desde la localidad al santuario en unos cómodos 30 minutos a bordo del ingenio mecánico.
““Con el cremallera la gente pudo empezar a visitar Nuria no solo en verano sino también en invierno, algo que hasta entonces solo habían podido hacer los esquiadores”“
“Con el cremallera la gente pudo empezar a visitar Núria no solo en verano sino también en invierno, algo que hasta entonces solo habían podido hacer los esquiadores”, comenta Ruth Bober, relaciones públicas de la estación de esquí que ahora preside el valle. “Resulta mucho más cómodo que andar durante horas por la nieve por las pronunciadas pendientes que hay para llegar hasta aquí”, indica.
La cuna del excursionismo catalán
Sin embargo, mucho antes de la llegada del cremallera y los esquiadores, Vall de Núria ya se había convertido es un destino preferente entre otro colectivo: los pirineístas. “Aquí en Vall de Núria se construyó el primer refugio de montaña de todo el Pirineo Catalán”, comenta Santiago Farriol, director del Parque Natural de las Cabeceras del Ter, donde se enmarca el valle.
““Aquí en Vall de Nuria se construyó el primer refugio de montaña de todo el Pirineo Catalán”“
La ambición de estos primeros alpinistas se entiende solo tras contemplar el circo glaciar que marca el final del valle y la frontera con Francia. Una divisoria rematada por el pico Puigmal, que con sus 2.900 metros marca el final del Pirineo Alpino antes de que este comience a descender hacia el oeste en busca del mediterráneo.
El último refugio del Urogallo
Estas condiciones singulares han provocado la aparición de una fauna y una flora únicas en todo el Pirineo. De entre todas estas anomalías destaca la presencia del Urogallo, en peligro de extinción en toda la península. Esta especie requiere para su supervivencia un estado continuo de tranquilidad sin contacto con el ser humano, pues solo en esas condiciones emite su característico canto que les permite aparearse. La Perdiz Blanca, también en peligro de extinción, es otra de las especies que todavía resisten en la zona.
De payeses a propietarios rurales
El entorno de la Vall de Nuria ha sido tradicionalmente ganadero, si bien esta tendencia ha ido reduciéndose con los años. A los primeros rebaños de ovejas queralbinas (ahora en peligro de extinción) les sucedieron otros de vacas brunas de los Pirineos. Una especie más rentable y que requería de menos cuidados.
““Lo hacemos por continuar con la tradición, pero si sopesas las escasas ganancias que obtenemos y la cantidad de horas de trabajo que echamos a la semana no nos compensa”“
Actualmente, quedan muy pocos rebaños de vacas y prácticamente ninguno de ovejas. Por el contrario, la mayoría de los antiguos payeses han optado por reenfocar sus negocios hacia el turismo, principal fuente de ingresos del valle en la actualidad.
“Lo hacemos por continuar con la tradición, pero si sopesas las escasas ganancias que obtenemos y la cantidad de horas de trabajo que echamos a la semana no nos compensa”, dice Albert Auquer, heredero de una tradición payesa que se remonta al siglo XVII que continúa con el negocio familiar ayudado de su hermana Rosa, propietaria de varias casas rurales en la zona. “Estuve viviendo fuera un tiempo y, acabe volviendo, nada es comparable a trabajar aquí”, dice ella.