'Una veterinaria en la Borgoña': la comedia amable sobre los "héroes" del mundo rural
- Se estrena en España la película de Julie Manoukian que triunfó en Francia antes de la pandemia
La imagen, probablemente idílica, que evoca el trabajo de un veterinario rural y la cruda realidad poco tienen que ver. Como tantos oficios vocacionales, la situación de los veterinarios se ha precarizado hasta el punto de escasear manos precisamente donde son más necesarias. Ese es el punto de partida de Una veterinaria en la Borgoña, la comedia de Julie Manoukian (París, 1982) que logró medio millón de espectadores en Francia y que el 16 de abril se estrena en España.
Ambientada en Morvan, recóndita región de la Borgoña, la película comienza cuando Nico (al que da vida el popular cómico francés Clovis Cornillac), un veterinario con tendencia a anteponer su abnegado trabajo a su familia, conoce la jubilación de su compañero Michel. La buena noticia es que Michel ha elegido a su sobrina Alexandra (Noémi Schmidt) como sustituta. La mala es que Alexandra, urbanita y con un punto asocial, no tiene ninguna intención de volver al pueblo en el que pasó una infancia abruptamente traumática.
Dice Manoukian que se enamoró de la pasión y abnegación de los veterinarios rurales, cuyo campo de acción abarca animales domésticos, salvajes e incluso exóticos. “¿Quién no ha soñado con ser veterinario con 8 años? Lo que me sorprendió es que sus condiciones de trabajo se han degradado muchísimo pese a su importancia, no solo para los ganadores, sino para todo el entorno”, explica en una entrevista para RTVE.es. “Sabía que tenían problemas, pero desconocía cosas como que, por ejemplo, un ternero tiene menos valor que el examen veterinario para curarle”.
El humanismo de los veterinarios
Con un tono amable, Una veterinaria en la Borgoña señala nuestra desconexión con la naturaleza, pero también el agujero negro laboral que engulle la vida persona. “La historia de Alex es la de alguien que vuelve al campo y puede reconciliarse con su infancia, mientras que la de Nico es aceptar que no tiene que sacrificarse y ser el héroe para todo el mundo”.
Ese sacrificio conecta con el de los sanitarios, tan expuesto durante la pandemia, pese a que la película fue rodada y estrenada antes de la llegada del coronavirus. También con la necesidad de una atención más humana. “Los veterinarios me explicaron que hace tiempo que hicieron esa transición en el trato con sus clientes. Porque antes personas notables en el mundo rural y tenían autoridad, pero ahora no basta con el diagnóstico, tienen que convencer a sus clientes. Han tenido que cambiar su forma de comunicarse y adaptarse. Me dio la impresión que los veterinarios eran más humanos que los médicos”, opina.
El regreso al campo y a las raíces
¿Por qué ese éxito de taquilla en Francia? “Es un poco misterioso”, opina la directora. “Creo que se estrenó en un momento oportuno: en Francia se pensaba en dejar las ciudades, había algo en el aire sobre volver a las raíces. O a los animales, que en los últimos años han cobrado una enorme importancia”, analiza.
Como anécdota, la protagonista, Alexandra es una epidemióloga que alerta de pasada del peligro de potenciales virus. Manoukian muestra su “pesimismo” porque como sociedades no hemos sabido prever un acontecimiento esperable, pero se vuelve optimista “a nivel comunidad, porque la gente quiere vivir de otra forma, aunque el estado o la política no alcancen”. Ese retrato cariñoso de la comunidad el resumen de una película, quizá, más sanadora ahora que el día de su estreno en Francia.