Niños armados contra el narcotráfico en México
- Los habitantes de Ayahualtempa han armado a sus niños para pedir más seguridad contra los narcotraficantes
- El presidente mexicano les ofreció ayuda pero la patrulla federal más cercana está a media hora en coche
En Ayahualtempa, en el estado de Guerrero, uno de los más pobres y violentos de México, los niños empuñan las armas junto a sus mayores para defenderse de los narcotraficantes. Desde hace años sufren el asedio del grupo criminal Los Ardillos que ha estrechado el cerco sobre ellos hasta dejarlos prácticamente aislados.
Los cañones de unos rifles asoman de la parte trasera de una furgoneta pickup. Son casi tan grandes como sus dueños. Los más pequeños tienen 7 años y usan armas de juguete, los de más de 12 años llevan armas de verdad y están cargadas.
Los niños soldado de Ayahualtempa están de "rondín", de patrullaje, por las polvorientas calles de esta abandonada comunidad indígena, incrustada en la montaña baja del estado de Guerrero, donde el Estado brilla por su ausencia.
La seguridad es cosa de los propios vecinos que, ante el avance del narco, decidieron armarse y crear una policía comunitaria. El año pasado incorporaron a los primeros menores en sus filas. Este año han sumado otros y ya son más de 30.
“No existe el miedo cuando se trata de defender a tu familia y a tu pueblo“
Uno de ellos es Leonel Toribio Gaspar, de 16 años, él nunca se imaginó empuñando un arma, han sido "las circunstancias" las que le han empujado. Las circunstancias fueron la llegada de la banda criminal de Los Ardillos que, poco a poco, ha ido ganando territorio dejando por el camino un reguero de muertos y desaparecidos. "No existe el miedo, sentencia Leonel, cuando se trata de defender a tu familia y a tu pueblo".
Una base del narco en el pueblo de al lado
Los Ardillos han establecido su base de operaciones en Hueycantenango, el pueblo de al lado, donde los habitantes de Ayahualtempa iban antes a hacer la compra o a vender sus productos, al banco a cobrar las ayudas sociales o a la secundaria a estudiar. Ahora muy pocos se aventuran más allá de la cadena que marca el límite del pueblo.
"Sales a la carretera, pasa un sicario, te levanta (secuestra) y a los cuatro días apareces por ahí muerto, descuartizado" asegura, José, nombre ficticio de uno de los comandantes de la CRAC-PF, la policía comunitaria de Ayahualtempa.
Los niños no son ajenos a esta situación. "Hay huérfanos, a algunos les mataron a sus padres a sus tíos -continúa José-. Y de ahí les nace. Ellos nos dicen quiero ser policía, sino quien va a defender a mi madre a mi familia".
Una llamada de atención
Más allá de su contribución a la seguridad del pueblo, armar a los menores ha sido una forma de llamar la atención de las autoridades. Hace un año, cuando los niños desfilaron por primera vez rifle en ristre, tanto el gobierno local como el federal se comprometieron a atender sus reivindicaciones. Hubo muchas promesas, pero no todas se han cumplido, de ahí que hayan vuelto a recurrir a los niños.
Su principal exigencia es que se refuerce la seguridad para que puedan volver a moverse libremente. Margarito Silva, coordinador de la policía comunitaria, asegura que, al principio, la Guardia Nacional aumentó su presencia en la zona, pero que en los últimos meses se ha ido replegando.
Este jueves, el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, destacó que la violencia se ha reducido en el estado de Guerrero desde su llegada al poder, poniendo en valor el papel de la Guardia Nacional. Casi a la misma hora que el presidente pronunciaba esas palabras, este equipo de RTVE constaba sobre el terreno que el último retén de las fuerzas federales está media hora en coche de Ayahualtempa.
"¿Dónde está la seguridad? No queremos que el presidente hable desde allí, queremos que venga aquí y lo compruebe con sus propios ojos" le exige el coordinador Silva, amenazando con nuevas acciones de los niños si López Obrador no visita la zona.
Sueños rotos
El presidente ha criticado este uso de los niños como baza negociadora y no ha sido el único. La Iglesia y organizaciones en defensa de la infancia y de los derechos humanos han puesto el grito en el cielo porque, a su juicio, no hay nada que pueda justificar el armar a estos menores.
“Me gustaría estudiar pero, pues no se puede“
Sobre el terreno, un niño de 7 años dice que quiere ser policía comunitario para "matar a los malos, a los sicarios", uno de 12 asegura que solo se siente seguro cuando lleva su rifle y otro de 16 asume que no podrá cumplir su sueño de ser médico. "Me gustaría estudiar -dice- pero, pues no se puede. No es seguro ir a la escuela y lo más importante ahora es defender al pueblo".