'Judas y el mesías negro', las heridas vivas de EE.UU.
- Shaka King compone un vibrante thriller sobre Fred Hampton, líder de los Panteras Negras asesinado en 1969
- Especial Premios Oscar 2021
“Soy un revolucionario”. El grito de Fred Hampton, líder de los Panteras Negras de Chicago, tal vez no resuene en la historia con la misma intensidad que el de otras figuras los años 60 que lucharon por los derechos civiles y que igualmente murieron tiroteados. Seguramente porque falleció con solo 21 años cuando la policía le disparo mientras dormía, tras haber sido drogado, durante una redada.
Su voz no pudo explotar, pero Judas y el mesías negro, la película de Shaka King, recuerda su figura y de paso compone un vibrante relato de la opresión del estado por la que opta a seis premios Oscar: mejor película, mejor actor secundario (para Daniel Kaluuya y Lakeith Stanfield), mejor guion original, mejor fotografía y mejor canción original.
Pese a ser una historia real y pese a lo convulso de la época, el esqueleto de la trama es de una simplicidad cercana al mito. Bill O’Neal (Lakeith Stanfield)-un ladrón, un pillo sin ideales- recibe una oferta de F.B.I. que no puede rechazar para salvarse de la cárcel por sus robos: infiltrarse en el movimiento de los Panteras Negras para informar sobre Hampton (Daniel Kaluuya), un joven líder con especial carisma que representa el mayor temor para la policía federal, una especie de elegido en el que converjan los heterogéneos movimientos revolucionarios. Un Judas para traicionar a un Mesías.
La amenaza de los revolucionarios unidos
Kaluuya y Stanfield bordan dos personajes y optan al Oscar a mejor actor secundario en lo que solo puede explicarse como una hábil estrategia promocional: los dos son protagonistas absolutos. Shaka King sabe captar la atmósfera de aquel momento bisagra de la historia americana, cuando la tensión inundaba las calles, y la aprovecha para llenar de energía y ritmo un thriller histórico que supera con mucho las limitaciones de las películas biográficas.
Racismo y brutalidad policial siguen siendo temas centrales de la sociedad estadounidense, más aún tras el convulso 2020, pero la película también es un recordatorio histórico de la implacable persecución con la que el propio estado trató de aplastar cualquier movimiento socialista. Edgard J. Hoover (Martin Sheen en la película) consideraba el Partido Pantera Negra como “la mayor amenaza para la seguridad interna del país”.
Y no se queda ahí: Hampton es retratado como un orador eléctrico, un organizador brillante, y, además, como un integrador: soñaba con unificar los distintos movimientos que luchaban por los derechos civiles, también los no afroamericanos.
Si añadimos que, pese a la retórica bélica de los Panteras Negras, Hampton aparece más escorado hacia el pacifismo que a la insurrección violenta, su llamamiento traspasa la película y época e interpela directamente al espectador actual: ¿Y si necesitamos más tipos como Fred Hampton?