'Youtubers': la esclavitud del algoritmo
- El éxito de los vídeos de los ‘youtubers’ depende de esta fórmula matemática
- Algunos expertos reclaman una regulación para que los creadores de contenido estén protegidos ante despidos o cambios de condiciones
Ya sea por su capacidad para conseguir millones de seguidores, o por sus polémicas mudanzas a Andorra, en los últimos tiempos nos hemos acostumbrado a hablar de los youtubers. Más allá de las cifras mareantes, hay quienes tratan de vivir con los ingresos que generan sus visualizaciones. Una clase media de youtubers que lidian a diario con un jefe muy particular: el algoritmo, esa fórmula matemática que marca el éxito o fracaso de sus vídeos y que regula también, por ejemplo, el trabajo de los riders. Teniendo en cuenta que Tribunales de Inspección de Trabajo han ido dando la razón de forma recurrente a los riders desde hace unos años al entender que, si un trabajador recibe órdenes de la empresa y esta ordena sus tareas, entonces es un trabajador de esa compañía, ¿se podría decir que los youtubers son trabajadores de YouTube?
YouTube retribuye a quienes vuelcan contenido en su plataforma según los rendimientos que organiza precisamente ese algoritmo, o sea, la empresa. Adrián Todolí, profesor de Derecho del Trabajo de la Universidad de Valencia, piensa que hay “trazas de laboralidad”. Significa que la relación entre un youtuber y la empresa se parece más a la de cualquier trabajador con su empleador de lo que imaginamos.
“Aunque pensamos que el youtuber tiene mucha libertad, es cierto que, al final, quien decide, aunque sea de manera indirecta, el salario o lo que acaba retribuyendo suele ser el algoritmo”, comenta a RNE. Lo que reclama Todolí es regular la cuestión. Al menos que quienes vuelcan contenido a la plataforma “tengan protección ante despidos o cambios de condiciones unilaterales”. Así que “la cuestión no es si son o no laborales, sino que tengan unos derechos laborales y que YouTube no pueda unilateralmente modificar las condiciones y dejar desamparadas a estas personas”.
“Aunque pensamos que el youtuber tiene mucha libertad, es cierto que, al final, quien decide, aunque sea de manera indirecta, el salario o lo que acaba retribuyendo suele ser el algoritmo“
Los 'youtubers' opinan
Algunas de esas personas dedican mucho tiempo a elaborar sus vídeos. Mikel Herrán, PutoMikel en YouTube, confiesa a Diez minutos bien empleados, el espacio de información laboral de Radio 5 Todo Noticias, que tarda unas 40 horas en terminarlos. Dice que realiza uno cada dos semanas, así que su trabajo en YouTube equivale a una media jornada.
El creador de contenido Fernando Candente suma unas diez horas de trabajo al mes y suele recibir aproximadamente 100 euros como retribución, pero se paga así la hora por decisión del algoritmo. “No es una vía de ingresos para mí porque la monetización es bastante complicada para los pequeños”, afirma.
Héctor Herrero, otro youtuber que presta su testimonio a RNE, comenta que el algoritmo “te puede fastidiar bastante”. Para mostrarlo, recurre a un ejemplo: “Imagínate que subo un vídeo acerca de los contenidos de Nintendo y después uno de Play Station. Eso YouTube lo va a ver como un contenido diferente y ya si subo vídeos acerca de televisión o películas, piensa que me estoy alejando. Eso, sumado a que los espectadores pueden no visualizar un último vídeo que se desvíe del tema, hace que YouTube interprete que tus vídeos no interesan”. Pero eso es lo que Héctor intuye respecto a su experiencia, porque el modelo matemático no es público y además cambia.
Desde agosto “tiene un componente de aleatoriedad”, denuncia Martí Montferrer, el youtuber que está detrás del canal “C de Ciencia” y que lo dejó recientemente por los cambios en la fórmula. Desde entonces resulta más complicado saber qué le gusta a YouTube para poder repetir la pauta. “Eso genera una dinámica muy adictiva”, confiesa Montferrer, lo que le llevó a tirar la toalla. “Sentí alivio”, dice. Irónicamente, como confiesa a Diez minutos bien empleados, el vídeo que ha recibido más visitas en el canal C de Ciencia es el último, el de su despedida.