'Earwig y la bruja' ¿Innovación o traición al espÃritu de Miyazaki y Ghibli?
- El estudio se pasa al 3D con este film de Goro Miyazaki, que se estrena este viernes 30 de abril
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A favor de Goro Miyazaki podríamos decir que no es fácil ser el hijo del mayor genio que ha dado la animación japonesa (Hayao Miyazaki); y que es imposible contentar a un fandom de Ghibli que ya le esperaba con las uñas preparadas por atreverse a realizar la primera película en 3D del estudio (algo que muchos consideran una traición al espíritu del mismo). Pero hay que reconocer que Earwig y la bruja, que se estrena en los cines este viernes, es convencional y previsible.
Earwig y la bruja no es una película desdeñable en absoluto, y los niños disfrutarán con las travesuras de su joven bruja protagonista. El problema es que, salvo en algunos detalles, carece de la magia que ha hecho famosas las películas de Ghibli en todo el mundo. Podría haber sido realizada por cualquier otro estudio. Ese es el auténtico handicap de esta cinta: el guion. Aunque lo más llamativo sea ese 3D que renuncia a años de tradición en busca de una renovación visual y estilística que, en el fondo, nadie deseaba.
Este es un tema peliagudo porque, aunque en occidente Pixar y Disney han impuesto el modelo en 3D/CGI para las grandes películas, en Japón siguen valorando mucho la animación tradicional, a la que consideran un arte. Y Ghibli siempre había sido el baluarte de ese arte gracias a los títulos de Hayao Miyazaki (La pincesa Mononoke, El viaje de Chihiro... ) o el fallecido Isao Takahata (El cuento de la princesa Kaguya, La tumba de las luciérnagas...)
Hay que reconocer que este Earwig y la bruja es una película concebida para televisión y para mantener a flote el estudio, mientras Hayao Miyazaki prepara su gran película (con el estilo tradicional de Ghibli) y que, esta vez, parece que sí será su despedida definitiva (Tiene 80 años). Por eso tampoco podemos pedirle el mismo nivel que a una gran producción cinematográfica.
En fin, está claro que Goro no tiene el talento de su padre ni este Earwig y la bruja, la magia de las grandes producciones de Ghibli, pero puede ser una buena excusa para llevar a los niños al cine.
Una bruja que no sabe que lo es
Earwig y la bruja es la segunda adaptación de Ghibli de una novela homónica de Diana Wynne Jones, tras la exitosa El castillo ambulante (Hayao Miyazaki, 2004). Narra la historia de Earwig, una niña de 10 años que tiene la habilidad de manipular a los demás para que hagan lo que ella quiera. Huérfana desde bebé, lleva una vida agradable y muy feliz en un hogar para niños donde todos atienden a sus caprichos. Un buen día, un hombre y una mujer de aspecto extraño la adoptan. “Mi nombre es Bella Yaga. Soy una bruja”, le dice su nueva madrastra a Earwig. “Te he traído a mi casa porque quiero que seas mi ayudante”.
Por su parte, el hombre extraño solo aparece para almorzar. Está siempre de mal humor y tiene la costumbre de decir “No me molestéis”. Por primera vez en su vida, Earwig se topará con unas personas que no se rinden ante sus deseos. Vivirá una serie de aventuras y situaciones que harán que descubra el enorme potencial para la magia que siempre ha guardado en su interior.
Otro problema es que la película avanza muy lentamente y no termina de despegar, contándonos dos historias en paralelo, la de Earwig y la del pasado de las brujas, que tenían un exitoso grupo de rock (lo que nos va relatando a base de Flashbacks). Lo peor es que, cuando parece que la cosa se pone más interesante, la película termina abruptamente.
La magia no soluciona nuestros problemas
Lo más interesante de esta historia, es que la magia no le servirá a la pequeña Earwig para resolver sus problemas (e incluso le causará muchos más). Y es que en el universo de Ghibli las cosas no se solucionan con magia sino con esfuerzo. Como ya nos demostró otra pequeña, Nicky, la aprendiz de bruja (Hayao Miyazaki, 1989), cuyas habilidades mágicas se reducían a volar con su escoba, lo que le permitió montar un negocio de mensajería (con mucho trabajo).
Aquí los poderes de Earwig le sirven para crear pociones, con inesperados y divertidos resultados. Pero también tendrá que esforzarse mucho para conseguir avanzar con la magia.
Esas escenas de magia nos ofrecen algunos momentos de humor oscuro francamente divertidos, como las travesuras de la pequeña maga para conseguir la atención de sus padres adoptivos.
Como decíamos al principio, Goro Miyazaki no tiene la magia de su padre ni la de Ghibli, como demostró en su debut, la decepcionante Cuentos de Terramar (2006). Aunque en 2011 nos devolvió un poco la esperanza con la interesante La colina de las amapolas (escrita por su padre y por Keiko Niwa). Pero por lo menos con esta película ha intentado hacer algo nuevo.
Tenemos que ser conscientes de que la Ghibli de la que nos enamoramos, la de Miyazaki y Takahata, terminará en breve cuando Hayao estrene su esperada última película.
Y el futuro es de Goro Miyazaki, al que tenemos que dar una oportunidad intentando no compararle con una de las etapas artísticas más brillantes del cine del último medio siglo. Estamos convencidos de que encontrará su propio camino, cuya primera baldosa quizá sea esta Earwig y la bruja, una entretenida película familiar.