La película española 'Tristesse' arrasa en el Festival de Nueva York con cinco premios
- La cinta de Emilio Ruiz Barrachina ha conseguido los galardones a película, director, actor, actriz de reparto y fotografía
- Esta misma semana un juzgado ha absuelto al cineasta madrileño de un supuesto fraude
Emilio Ruiz Barrachina (Madrid, 1963) es un verso libre dentro del panorama cinematográfico español, autor de rabiosa independencia y obra vertiginosa e inclasificable.
Esta semana ha recibido dos noticias de esas que le pegan un subidón a cualquiera. La primera, que su película Tristesse se ha alzado con los cinco premios por los que había sido nominada en el New York City International Film Festival: mejor película, director, actor, actriz de reparto y fotografía.
Y la segunda, el fallo absolutorio que le declara inocente de la acusación de fraude en subvención asociada a los resultados en taquilla de su película El discípulo. La sentencia ha sido meridianamente clara: ni existió delito ni había razón fundamentada para iniciar litigio alguno.
El discípulo fue estrenada en los años de plomo de la pasada crisis, unos años en los que el Ministro de Hacienda acusaba desde su tribuna y sin empacho alguno a directores, actores y medios de comunicación. La cinta, que proponía una versión de la vida de Jesús de Nazareth cuya audacia no sentó bien en sectores conservadores, se saldó con tres premios en el Festival de cine Independiente de Londres y un procedimiento judicial que ha traído a su autor por la calle de la amargura durante doce largos años, los que se ha tomado la justicia en resolver.
¿Cuál de las dos noticias te deja mejor sabor de boca, el reconocimiento a tu obra o a tu inocencia?
Estoy muy satisfecho del reconocimiento a todo el equipo en una película como Tristesse: producción pequeña hecha con esfuerzo fuera de lo que se denomina industria, sin apoyos mediáticos, y que al final acaba recorriendo festivales por todo el Mundo.
Pero diría que ambos reconocimientos están íntimamente unidos porque Tristesse tiene mucho de autobiográfico y en ella se hace alusión a lo que sucedió a raíz de la actuación desde la administración contra un largometraje como El discípulo y contra mí mismo: No hay duda de que ha sido una losa que me ha perjudicado mucho en mi carrera porque la acusación se tradujo en una enorme dificultad para levantar proyectos.
En España la presunción de inocencia a nivel popular es hipotética y pareciera que los juicios se hacen más en los medios de comunicación que en los juzgados. Sucede que, como la justicia se desarrolla con una enorme lentitud, hasta que demuestras tu inocencia, tienes que soportar situaciones desagradables y estar dando explicaciones en todo momento. Se genera una desconfianza que es muy difícil de salvar, máxime tratándose de un medio como el cinematográfico tan expuesto a permanente sospecha sobre todo de unos años a esta parte.
Parece revelador que haya obtenido nada menos que 5 premios en un festival internacional una película que, sin embargo, no encontró hueco en ningún certamen español. En tu opinión ¿Qué está sucediendo en nuestro paisaje de festivales?
Es muy cierta (y más en España) esta frase de que nadie es profeta en su tierra. Somos un país complejo, somos gente complicada y en este sentido, cada vez que se hace un proyecto no va sumando, sino que es como si fuera el primero y esto hace muy difícil el ir avanzando. Por otro lado, me he mantenido siempre en una línea de independencia, no he pertenecido a ningún grupo o partido político y cuando uno no pertenece a nada, no te apoyan ni unos ni otros, muy al contrario: te sacuden unos y otros.
El personaje protagonista de Tristesse (deslumbrante Enrique Simón, con justicia premiado en Nueva York) es un director de cine como en standby, encapsulado en la nostalgia y el desencanto existencial, aturdido, quizás noqueado por la realidad. Pero aunque se proteja tras una máscara de derrota, su vitalidad interior no está del todo agotada. Ese inconformismo, esa rebeldía, ese “rayo que no cesa” que hace del poeta lo que es, se traduce en su caso en evocaciones oníricas que son, en el fondo, un modo de practicar el cine sin cámara.
El argumento del filme, la resolución judicial y los premios obtenidos, nos llevan a confiar en que Ruiz Barrachina también persistirá en su búsqueda de ese efímero rayo de luna que es la creación cinematográfica… cuando se es un genuino cineasta y no otra cosa.