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Día internacional contra la LGTBfobia

Silencio para sobrevivir: tres de cada diez personas LGTBI no visibilizan su orientación sexual en el trabajo por miedo

  • Tres de cada diez personas LGTBI no visibilizan su orientación sexual en el trabajo por miedo a bromas e insultos
  • 69 países criminalizan al colectivo LGTBI y en 11 se persigue con penas de muerte

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Las mañanas de RNE con Íñigo Alfonso - El 30% de las personas LGTBI ocultan su orientación sexual en el trabajo

"El verano de 2º a 3º de BUP lloraba todas y cada una de las noches. No entendía por qué yo tenía que ser así". Noemí tardó años en visibilizar su orientación sexual. En el colegio le hacían sentir que era un monstruo, en casa tenía miedo de decepcionar a su familia y en el trabajo percibía que no era un espacio seguro. El caso de Noemí no es una excepción porque, según datos de UGT, tres de cada diez personas LGTBI deciden ocultar su sexualidad en su entorno laboral y más de un 15% lo hace en su familia.

Rubén intentó mantener ese silencio en casa hasta que un despiste "delató" lo que él quería que fuera un secreto de por vida. Procede de una familia profundamente cristiana y cuando cuenta su historia recuerda cada detalle de estos últimos años. Primero fue una reunión con toda la familia en la que le pedían que jurara que no era gay y luego llegaron varias terapias de reconversión en Estados Unidos, en Puerto Rico y en Brasil. La lejanía no era un impedimento para "arreglar" lo que sus padres consideraban un problema. Rubén iba allí donde hubiera un pastor o líder severo que pusiera solución.

"Cada mañana, cuando me levantaba, mi madre me preguntaba que cómo me sentía ese día. Todos y cada uno de los días. Ella esperaba que yo le dijera que estaba bien, que ya no era gay, que había cambiado, pero eso no se puede cambiar", reconoce ahora con la perspectiva que le ha dado el tiempo. "En mi casa me hicieron un bullying horrible, me decían que era un mal hijo y me comparaban siempre con mi hermana. Me llevaban al extremo hasta que cogí una depresión", reconoce.

Mi madre esperaba que yo le dijera que estaba bien, que ya no era gay

Las bromas, según el informe de UGT, son la forma de discriminación más habitual (casi en el 90 %), seguida muy de lejos de los insultos (poco más de un 19 %), del acoso laboral (8,1 %) y del acoso sexual o por razón de sexo (4,2 %). Las organizaciones reconocen que las cifras son desalentadoras y demuestran que la LGTBIfobia no es un relato del pasado. Niurka Gibaja -de la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans y Bisexuales (FELGTB)- denuncia que el discurso de odio hacia el colectivo va en aumento en España.

Las mañanas de RNE con Íñigo Alfonso - Día internacional contra la LGTBIfobia: "En España hay muchas personas que no tienen todos los derechos" - Escuchar ahora

En el mismo sentido se ha pronunciado el Observatorio contra la Homofobia (OCH), que alerta de este crecimiento en Cataluña. Allí las incidencias de LGTBI-fobia han subido un 20% con respecto a 2019 y más de la mitad de estos casos los han sufrido hombres gais y bisexuales. Unas cifras que, una vez más, no reflejan fielmente la magnitud de esta discriminación ni el perfil de todos los que la sufren porque -reconocen desde el OCH- para los hombres sigue siendo más fácil denunciar que para las mujeres.

El miedo y la sensación de impunidad frenan las denuncias

Aun así, más de la mitad de los delitos de odio que se cometen contra el colectivo LGTBI no se denuncian, según un informe de FELGTB. Y cuando el filtro pasa por la justicia, el porcentaje todavía es menor: solo un 15% se denunció a la policía y solo un 3% se puso en conocimiento de la Fiscalía. "Los índices que ahora tenemos nos muestran que muchas de esas causas no llegan a término final y muchísimas personas no denuncian por el miedo y porque tampoco se les hace caso. Tenemos ejemplos de personas que han ido a denunciar y han parecido las denunciadas", reconoce Gibaja.

La pequeña puerta de entrada que muchas veces supone la justicia, el miedo a que los casos trasciendan o vivir en un lugar pequeño juegan en contra de la visibilización. "Yo no tenía referentes en Lugo, no conocía a nadie así, ni en mi familia ni entre mis amigos ni en la calle, por eso quería escapar de allí. Antes llegué incluso a pensar en suicidarme, pero tampoco podía hacerle eso a mi familia" asegura Noemí. Esta profesora, que recientemente ha sido madre junto a su pareja, recuerda miradas de asco en el instituto y acoso.

Tenemos ejemplos de personas que han ido a denunciar y han parecido las denunciadas

Todo esto sucedió hace unos 20 años, pero hoy las organizaciones denuncian que la situación tampoco ha cambiado tanto en los centros escolares y alertan de que muchas de las iniciativas de sensibilización vienen de las familias o de una parte muy pequeña del profesorado. "En muchos programas educativos no está contemplada la diversidad y yo siempre digo que la LGTBIfobia no está en nosotros, que viene de fuera. Además, es triste que el impulso venga en muchos casos de padres de familia o de algunos profesores que están creando una red. Esto debería ser una responsabilidad del Gobierno", afirma Gibaja.

Precisamente, esta necesidad es la que Noemí detectó en el instituto en el que tiene plaza desde hace dos años. Antes trabajaba como ingeniera en una empresa y allí tampoco se sintió capaz de visibilizar su sexualidad. Un día pensó que había que dar el paso y que quizá eso suponía cambiar de trabajo. "Quería aportar y además ahora soy funcionaria, ya no pueden despedirme", declara. Hoy, reconoce, le sorprende que tantos años después su alumnado diga que no había visto nunca a una mujer lesbiana.

Migrar para estar vivo

Juan José ha tenido que salir de su país por ser un hombre trans. Primero recibió insultos, después empezaron a intimidarle y un mes después el discurso cambio: "Si no te vas, te vamos a matar", me dijeron. Juan José llegó a España poco antes de la pandemia como solicitante de protección internacional.

Ya son 69 países, según datos de ACNUR, los que criminalizan las relaciones entre personas del mismo sexo y en una decena se castiga con penas de muerte. La mayoría están en África y en Asia y las penas varían, desde latigazos hasta trabajos forzosos o cárcel. No es el caso de Colombia, de donde es Juan José y donde hay políticas públicas, pero en su caso las amenazas venían de un grupo armado.

Su historia tampoco es una excepción. Aunque el Ministerio del Interior no publica los motivos de las peticiones de asilo que se tramitan, las organizaciones aseguran que de las más de 37.000 solicitudes que se iniciaron en 2020 en nuestro país muchas son por ser LGTBI. Salir de su país era para Juan José, como para otras muchas personas, la única manera de seguir con vida.