El peligro de informar bajo las bombas: "Ser periodista en Gaza es suicida"
- Desde que inició la escalada, 26 medios de comunicación se han visto afectados por bombardeos israelíes
- Escucha Vivir Gaza, un podcast de Cristina Sánchez, corresponsal de RNE en Oriente Medio
Hana tiene 34 años. En 2014 era maestra en un colegio en la Franja de Gaza y durante la guerra con Israel su escuela quedó parcialmente destruida. Fue entonces cuando decidió hacerse periodista para contar al mundo las historias de Gaza y ofrecer programas educativos a los estudiantes a través de la radio. “Me di cuenta de que, como ciudadana, mi única arma era la palabra”, asegura Hana en declaraciones a RTVE.es.
Actualmente, Hana trabaja como freelance desde la Franja, y colabora con una radio tunecina y con medios europeos que tienen versión en árabe. “Nuestra vida en este trozo de tierra nos lleva a relatarla. No puedo evadir mis vivencias y emociones. No puedo no contar lo que siento y veo. Este dolor de mi pueblo es mío también”, admite, recalcando que “por eso, es importante el periodismo local aquí (en Gaza), pero es mucho más importante que vengan periodistas a contar lo que ocurre”.
Además, desde que comenzó la escalada bélica, ofrece apoyo psicológico a los estudiantes a través de la radio y las redes sociales. “Celebramos reuniones online para escucharlos cantar a Palestina y Jerusalén, para aliviarlos y dispersar su miedo de los proyectiles que caen sobre sus cabezas. Que el mundo sepa que somos un pueblo que ama la vida tanto como podemos”, asegura Hana.
“Contar noticias que protagonizan nuestros seres más queridos”
A la dificultad de trabajar desde un lugar en guerra, a los periodistas gazatíes se les suma el hecho de que ellos también son “una de esas personas” afectadas por los bombardeos israelíes. “Mi casa fue objetivo de uno de los ataques. Tuvimos que abandonarla inmediatamente después de que nos avisaran de que teníamos que marcharnos. Mi padre, mi madre, mis sobrinos, mi hermano… Tenían mucho miedo”, indica Ahmed, quien nació hace 32 años en el sur de la Franja de Gaza y trabaja desde hace 10 como corresponsal para un medio internacional.
Sami Aisa es editor jefe del diario ‘Al-Quds’, tiene 35 años y es padre de dos hijos: uno de nueve meses y otro de dos años. Su casa quedó destruida tras un ataque israelí. Ahora vive en casa de unos familiares y asegura que trabaja con miedo “en medio de la destrucción”. “Siento miedo por mi familia, pero quiero informar desde aquí. Me formé en periodismo y, desgraciadamente, aquí tenemos mucho que contar. Noticias que a veces protagonizan nuestros seres más queridos”, asevera.
Desde que comenzaron los violentos enfrentamientos en Jerusalén, en la Explanada de las Mezquitas, y el intercambio de proyectiles entre Israel y las milicias palestinas desde la Franja de Gaza, al menos 15 periodistas palestinos han resultado heridos, según ha denunciado Reporteros Sin Fronteras (RSF). La organización ha condenado el uso de la fuerza por parte de las autoridades israelíes contra los reporteros palestinos que “en ningún caso deben ser tratados como si fueran parte del conflicto”, según ha declarado la responsable de la oficina de RSF en Oriente Medio, Sabrina Bennoui.
“No tenemos protección”
“Israel cuando ataca lo hace indiscriminadamente. Las bombas no distinguen a los periodistas. Nosotros somos parte de la población civil que se ve afectada por los bombardeos”, recalca Sami. Al menos ocho periodistas han sido víctimas directas de los misiles lanzados desde Israel, 26 medios de comunicación se han visto atacados y seis casas en las que viven periodistas han sido destruidas por bombardeos israelíes. Además, según el último balance de RSF publicado en diciembre de 2020, de los 50 periodistas asesinados mientras ejercían su trabajo o porque se limitaban a ejercer su labor, 49 eran reporteros locales.
En la madrugada del 12 de mayo, Israel destruyó un edificio de 10 plantas en Gaza que albergaba hasta 14 medios de comunicación, como el diario Palestine Daily News y el canal de televisión Al-Araby. Ese mismo día, otro ataque aéreo israelí acabó con una torre de 14 plantas que alojaba a otros siete medios de comunicación, entre ellos la emisora de radio y televisión Al-Aqsa.
Los bombardeos israelíes también han destruido las oficinas de la agencia de noticias estadounidense Associated Press (AP) y la de la cadena catarí Al-Jazeera. Las Fuerzas Armadas de Israel han justificado los ataques afirmando que en varias plantas de los edificios había “activos militares que pertenecían a las oficinas de la organización terrorista Hamás”. Sin embargo, el presidente de RSF en España, Alfonso Armada, ha recalcado que "no se ha mostrado ninguna prueba incontrovertible". "No sé por qué se recurre a la destrucción de lugares de la prensa, pero parece un intento deliberado de silenciar a los testigos, de ocultar lo que ocurre, de sepultar la verdad", subraya. La organización ha pedido a la fiscal de la Corte Penal Internacional que investigue si estos ataques a medios en Gaza son crímenes de guerra.
“Era un edificio con periodistas que trabajan para medios internacionales. Yo soy periodista de un medio internacional y cuando ves esto te das cuenta de que un día serás el objetivo y dejarás a tu familia, hijos y padres”, señala Ahmed, indicando que “nos están apuntando desde todas partes todos los días”. “Trabajar como periodista en Gaza es suicida. No tenemos protección”, subraya Ahmed. Los periodistas no tienen equipos para trabajar en Gaza y, cuando sale a cubrir el conflicto, Ahmed utiliza un chaleco anti metralla de hace 20 años que es “muy pesado” y dificulta su trabajo.
“"Trabajar como periodista en Gaza es suicida. No tenemos protección"“
Hana admite que se conmueve cuando investiga y ve “la precariedad de esta profesión”. “Aquí no nos protege nadie. Yo soy freelance y no tengo seguros. Nadie me cubre los gastos o los traslados. Lo hago por responsabilidad”, afirma.
“La luz e internet se cortan una y otra vez”
Alrededor de dos millones de personas viven en la Franja de Gaza con restricciones para su movilidad impuestas por Israel y cortes de electricidad a diario que afectan directamente a los profesionales de la información.
“Los periodistas tenemos dificultades para movernos, para acceder a lugares que están completamente destruidos. Se corta la luz e internet una y otra vez”, señala el editor jefe del diario ‘Al-Quds’.
Por su parte, Ahmed afirma que los cortes de electricidad suponen un obstáculo para su trabajo, pero él intenta saltárselos y busca otra forma para poder entregar sus piezas al medio para el que trabaja. “Algunas veces tengo que entrar en un directo inmediatamente, pero no hay electricidad. Busco otras maneras para poder trabajar: intento ir a casa de un amigo para enviar mi trabajo o intento llamar a mi trabajo para explicarles la situación. Me dicen que son pacientes y que esperarán a que vuelva la electricidad”, explica.
Periodistas locales: los ojos y oídos de los que no pueden entrar en Gaza
Cuando estalló la escalada de violencia, Javier Gutiérrez, corresponsal de TVE en Jerusalén, estuvo en la Puerta de Damasco, una plaza en la que se reúnen tradicionalmente los musulmanes durante el mes de Ramadán y cuyo acceso fue bloqueado mediante barricadas por la Policía israelí, algo que los palestinos vieron como una humillación. En el barrio de Sheikh Jarrah, en Jerusalén Este, otro de los focos del origen de la escalada de violencia por el desalojo de familias palestinas en favor de colonos judíos, ha entrevistado tanto a palestinos como a judíos.
En los últimos días Javier Gutiérrez también ha trabajado desde Lod, una de las conocidas como ciudades mixtas en las que la violencia estalló “de la noche a la mañana”, así como en la valla fronteriza entre la Franja de Gaza e Israel. “Ahí fue muy intenso al principio. Fue donde se siente el riesgo del lanzamiento de cohetes por parte de las milicias palestinas hacia Israel. También donde está la artillería israelí que está lanzando sus ataques contra el norte de Gaza”, explica el corresponsal.
“Esa es una situación bastante difícil, compleja, arriesgada, pero interesante para poder contar al mundo qué está sucediendo. Sobre todo intentar dar en cada pieza de telediario, en cada directo, pinceladas para que la audiencia tenga cierto contexto y pueda comprender exactamente cuáles son las raíces de la violencia que ha vuelto a surgir aquí”, añade.
Las autoridades israelíes no han permitido el acceso de reporteros extranjeros a la Franja de Gaza y, por ello, los periodistas palestinos que se encuentran sobre el terreno son los únicos que pueden informar sobre lo que ocurre en el enclave. Alfonso Armada subraya que permitir la entrada de periodistas internacionales a Gaza es "fundamental", pero destaca que "hace mucho tiempo que es difícil conseguir acreditaciones y visados para dar cuenta de cómo es vivir en esa gigantesca y superpoblada cárcel a cielo abierto".
“El frente principal de batalla es la Franja de Gaza, donde la prensa internacional no puede entrar porque Israel no lo permite y, por tanto, el valor de los compañeros locales es fundamental. Son ellos los ojos del mundo para ver lo que está sucediendo dentro de la Franja de Gaza. Tiene un valor máximo”, afirma Javier Gutiérrez.
Por su parte, Cristina Sánchez, corresponsal de RNE en Oriente Medio, destaca que “detrás de una crónica desde una zona de conflicto firmada por alguno de los grandes nombres de esta profesión, está la labor del fixer”, refiriéndose a colaboradores sobre el terreno que ayudan a los reporteros sirviéndoles de guías, apoyándoles para buscar entrevistas y orientándoles. “Sin su conocimiento de sus propios países sería muy difícil acercarse a realidades que no son las nuestras y Gaza no es una excepción”, añade.
“Cuando podemos entrar (en la Franja de Gaza), lo hacemos de su mano y cuando no es posible, como durante estos días, son nuestros ojos, oídos y micros allí”, explica Cristina Sánchez. En el caso de RNE, Nebal Hajjo es quien ha acompañado a la corresponsal en sus viajes a la Franja y ahora es quien le informa sobre la ubicación de los últimos ataques. “Se acerca a esos lugares a conseguir testimonios y me sirve de termómetro para evaluar el estado anímico de la población civil a la que él mismo pertenece. Este es un punto esencial”, indica Cristina Sánchez.
“Yo he notado, en cada una de sus visitas, cómo su ánimo iba decayendo. Un deterioro en su salud mental y física. Y, con todo, no deja de trabajar, sabiendo que su casa o la de algún familiar puede ser también atacada, que puede perder a alguno de los suyos, de sus allegados o su propia vida”, recalca la corresponsal. “Es su herramienta de denuncia, dice, para que el mundo sepa lo que está sucediendo en ese pequeño territorio a orillas del mar Mediterráneo, y yo siempre regreso a Jerusalén con el sentimiento de culpa de quien puede hacerlo y deja atrás a quien se le niega ese y otros derechos”, asevera.