El Sáhara Occidental, moneda de cambio
- España es la potencia administradora de iure del territorio del Sáhara Occidental hasta que concluya su descolonización
- La Unión Europea no reconoce la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental
Ceuta ha sido el último punto caliente de un pulso diplomático cuyo foco está más al sur y a lo largo de la costa atlántica, el Sáhara Occidental.
El punto de arranque es el 10 de diciembre del año pasado, cuando el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, firma una declaración con dos decisiones de gran calado y complementarias: el reconocimiento de la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara Occidental y el establecimiento de relaciones diplomáticas entre el reino alauí e Israel.
Entre los críticos a esta decisión, un destacado republicano y secretario de Estado durante la presidencia de George Bush, James Baker, y muy buen conocedor del conflicto, ya que, entre 1997 y 2004, fue enviado especial del Secretario General de la ONU para el Sáhara Occidental y propuso un plan de arreglo, finalmente rechazado por Rabat, ya que culminaba con un referéndum de autodeterminación.
Contrariado por la decisión, en un artículo publicado en The Washington Post, James Baker subraya que es "un asombroso retroceso en los principios del derecho internacional y la diplomacia que Estados Unidos ha defendido y respetado durante muchos años. Esta precipitada medida disfrazada de diplomacia contribuirá a agravar el actual estancamiento en la resolución del prolongado conflicto entre Marruecos y el pueblo del Sáhara Occidental sobre el estatus de ese territorio. Además, amenaza con complicar nuestras relaciones con Argelia, un importante socio estratégico, y tiene consecuencias negativas en la situación general del Norte de África".
Como enviado especial del Secretario General de la ONU, James Baker viajó en su día a los campamentos de refugiados saharauis en Tinduf. Desde entonces, no solo no se ha avanzado en la resolución de este conflicto, sino que la situación se ha agravado. Lo único efectivo del Plan de la ONU, en vigor desde septiembre de 1991, es el alto el fuego, pero, a mediados de noviembre del pasado año, quedó roto en la zona de Guerguerat, fronteriza con Mauritania.
La posición de la Unión Europea
Aunque en la Unión Europea la postura marroquí tiene defensores, de momento, no parece que Bruselas esté dispuesta a tomar una decisión similar a la de Washington. Tras el reconocimiento de Trump, se apresuró a expresar su apoyo a las resoluciones de la ONU y a un acuerdo pactado entre las partes, incluido un referéndum de autodeterminación.
En la cuestión del conflicto del Sáhara Occidental, la Unión Europea no reconoce la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental, al que considera "territorio no autónomo de facto administrado por Marruecos", y aboga oficialmente por “una solución justa, duradera y mutuamente aceptable”. Pero existen diferencias entre los socios. En esta ocasión, la postura más molesta para Rabat ha sido la de Alemania, llegando a retirar su embajador en Berlín a principios de mayo, calificando de ‘destructiva’ la postura en este asunto.
Por su parte, Francia suele ser la más favorable a los intereses de Rabat, dispuesta a vetar siempre en el Consejo de Seguridad de la ONU las propuestas contrarias a los intereses marroquíes. Así, por ejemplo, en 2013 impidió que la Misión de Naciones Unidas, encargada de velar por el alto el fuego y de organizar el referéndum previsto en el plan de paz, supervisase las violaciones de derechos humanos en el Sáhara Occidental.
En los asuntos económicos, la posición comunitaria es mucho más ambigua. En sus acuerdos comerciales con Rabat, la Comisión y el Consejo Europeo le permiten incluir el territorio del Sáhara Occidental y, por ello, beneficiarse de sus recursos, entre ellos la pesca y los fosfatos. Sin embargo, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea se ha pronunciado en contra de estos acuerdos y se espera que haga lo mismo con el acuerdo de pesca vigente.
En cuanto a España, su papel es el más complicado. Para el derecho internacional y Naciones Unidas, es la potencia administradora de iure del territorio del Sáhara Occidental hasta que concluya su descolonización. Pero, por otro lado, le son esenciales unas buenas relaciones con sus vecinos del sur, en particular con Marruecos, un vecino hábil en crearle problemas cuando los vientos no soplan a su favor.