El Jardín de África: un memorial para enterrar con dignidad a los migrantes ahogados en el mar
- La UNESCO y la Media Luna Roja han inaugurado este miércoles un memorial en Zarzis (Túnez) para dar sepultura a migrantes
- Dos jóvenes libios han sido localizados por su familia, y sus cuerpos identificados con pruebas de ADN y la fecha del naufragio
El Jardín Africano es un memorial, un lugar de descanso para todas aquellas personas muertas en el Mediterráneo en su viaje migrante y cuyos cuerpos han sido devueltos por el mar. Una obra de arte que lleva años reclamando la tierra para devolver la dignidad a aquellos de los que nadie sabe nada, ni siquiera sus nombres, y para evitar que acaben en el vertedero de basura donde habían sido enterrados durante años porque los cementerios tunecinos estaban desbordados.
"Es un paraíso en la tierra", define su creador Rachid Koraichi a RTVE.es, un prestigioso artista argelino cuyos trabajos sobre la memoria son conocidos en todo el mundo. No concibe el arte que denuncia sin más, sino el que construye. Su impulso nace de la impotencia, pero logra contagiar armonía y orden en sus obras. Siempre ha estado convencido de que su trabajo está dirigido a la “comunidad de los seres humanos” y pretende que este memorial se convierta en un lugar donde las familias y seres queridos puedan venir a rezar y rendirles un último homenaje. La directora de la UNESCO, Audrey Azoulay, ha destacado en la inauguración que es un lugar único en el mundo "lejos de simbologías religiosas y cargado de humanidad".
Todo comenzó con una llamada. Desde Túnez, su hija Aisha le había telefoneado indignada tras ver en los medios de comunicación que los ahogados en el mar eran llevados a un vertedero. Koraishi no pudo permanecer indiferente. "Mohamed era mi hermano mayor, tras la guerra de Argelia, partió en una embarcación rumbo a Europa y nunca supimos nada de él", recuerda con dolor. Para él, en este cementerio también está la tumba de su hermano. Una tumba inexistente que le pesa en la conciencia desde su desaparición.
Tumbas sin nombre
El artista viajó a Zarzis, al sur de Túnez, para comprobar la situación en los vertederos y, al día siguiente, comenzó a buscar un terreno. No podía comprarlo a su nombre por no ser tunecino, pero sí pudo hacerlo a nombre de su hija Aisha. Desde junio de 2018 hasta hoy, ha estado trabajando para hacer realidad este memorial. En todo este tiempo, han seguido llegando más y más cuerpos de personas migrantes.
En el cementerio hay granadas como símbolo de unidad. También jazmines, buganvillas, naranjos amargos, galanes de noche. Recibe al visitante un olivo de 120 años en la entrada y, al pasar la puerta principal, una alfombra de azulejos de cerámica conduce hasta una sala de rezo. Al levantar la mirada se ve el símbolo de las tres religiones monoteístas. El paseo de azulejos divide el cementerio en dos. A cada lado hay cientos de tumbas blancas donde yacen bebés y jóvenes, mujeres y hombres.
Koraichi nos señala la tumba de una madre y su bebé. "Vino embarazada. Tuvimos que quitarle el bebé y enterrarlos juntos", nos relata con cierta emoción. Como ellos, hay más de 200 personas enterradas. Una decena son niños y niñas. En cada tumba, una tablilla de cerámica los identifica con los datos que se tienen, la fecha y lugar del naufragio, así como la prueba de ADN, fundamental para que sus seres queridos les localicen.
El artista argelino recuerda un caso cercano. Se trataba de una familia procedente de Libia que estaba convencida de que dos hermanos estaban aquí. "Les propusimos venir, hicieron su prueba de ADN y cuando cruzamos los datos, resultó que tenían razón, estaban aquí", afirma Koraichi. La clave fue la fecha del naufragio y, aunque se ofrecieron para tramitar el traslado de los cuerpos, el padre de uno de los jóvenes lo rechazó: "En Libia no va a haber un sitio mejor para enterrarlo. Sé dónde está y vendré a rezarle aquí".
Este memorial, además, ha implicado a los artesanos de la comunidad. Para el artista argelino es una filosofía de trabajo, en su actividad cuenta con la artesanía local, trabajadores de la construcción, cerrajeros o carpinteros de la zona. "Yo sé lo que quiero, pero ellos son los que me ayudan a conseguirlo. Todo lo que veis está hecho a mano", aclara. Su intención no es invadir, sino beber de las tradiciones culturales autóctonas. Por su mentalidad nómada y sus raíces del desierto, busca siempre que sus obras reflejen la diversidad de culturas de los lugares en los que permanece por un tiempo: Siria, Turquía, Túnez, Argelia, Marruecos, Europa, Cuba o Estados Unidos.
La acogida por parte de la población local
"Llevo muchos años viendo cuerpos en vertederos, la situación es terrible. Se hacía una gestión que no era humana ni aceptable", asegura a RTVE.es el médico Mongi Slim, presidente de la Media Luna Roja tunecina en la región. Recuerda que en 2003 las autoridades locales crearon un cementerio que actualmente alberga a unas 1.000 personas, pero allí ya no cabe ni un alfiler.
“Cuando Rachid me llamó, recuerdo que fuimos a una cafetería y, allí mismo, empezó a dibujarlo. Yo no creía que íbamos a poder realizarlo“
"En Túnez cada familia tiene su propio cementerio, a veces aceptan enterrar a alguien de fuera, pero solo en casos excepcionales. En estos años hemos llegado a recibir decenas de cuerpos en un solo día", explica el doctor, satisfecho al contemplar el memorial. Lleva muchos años pensando en soluciones. "Aquí no tenemos medios. Para hacer las pruebas tenemos que recorrer 300 kilómetros. Cuando Rachid me llamó, recuerdo que fuimos a una cafetería y, allí mismo, empezó a dibujarlo. Yo no creía que íbamos a poder realizarlo", dice.
Ellos dos son los artífices de este cementerio. Koraichi aporta todo el material y la parte creativa, mientras que Slim se encarga de toda la logística y el contacto con la comunidad. "Esta inversión ha reactivado la economía de muchas familias".
Slim tiene grabado el primer día que tuvieron que recibir cuerpos. "Eran 56 personas fallecidas, yo tenía que intentar recoger la máxima información. Apuntaba cada detalle. La imagen del cadáver de una madre agarrada de su hijo jamás la podré borrar de mi mente", asegura.
En el pueblo la gente sigue sorprendida de cómo un artista se ha hecho cargo de todo esto y "ha creado una conciencia social". "Queremos que la gente sepa quiénes son y dar valor a cada vida".
Slim nos recibe en su casa, su teléfono no para de sonar. "Mañana traerán otros cinco cuerpos". Se detiene y se queda pensativo. "Necesitamos que las familias de origen, que siguen esperando una llamada, un mensaje o una carta, sepan algo de sus seres queridos. Necesitamos llegar a todas", reitera.
Zarzis, un lugar fronterizo marcado por el dolor
“Yo quería irme con mi hija de dos años, pero hace poco vi cómo traían a una mujer muerta agarrada de su bebé. Ahora ya no me quiero arriesgar“
Zarzis es un lugar fronterizo, de idas y venidas, marcado por el dolor, la rabia y la frustración de cientos de personas que cada día arriesgan su vida en el intento de alcanzar Europa.
Aquí se habla más de los que no lo consiguen. "Yo quería irme con mi hija de dos años, pero hace poco vi cómo traían a una mujer muerta agarrada de su bebé. Ahora ya no me quiero arriesgar", nos explica Vicky, una mujer nigeriana que ahora quiere regresar a su país. La hemos encontrado sentada en la puerta del Jardín, donde nos cuenta que lleva dos años en Túnez y aún no ha reunido el dinero para poder pagar a un traficante. Lo poco que consigue le alcanza solo para sobrevivir junto a su pequeña.
En la costa vemos grupos de jóvenes. Muchos esperando su turno. También ellos intentan conseguir el dinero para marcharse. Esta ciudad de agricultura y pesca cuenta con una población migrante que no quiere quedarse. Unos se marchan, mientras otros intentan llegar desde países de tránsito como Libia que no quieren recordar.
Este es un monumento para la memoria. Para el recuerdo de los que ya no están, pero también es un lugar de búsqueda y de reencuentro. La obra de Koraichi se confunde con su vida. No tiene mucho misterio. Nos confiesa su máxima: "Que la belleza que amamos sea la que hacemos", como decía el poeta Rumi. Una belleza, advierte, que refleja las sombras y nos pone frente a un terrible espejo.