Viana do Bolo: El Entroido gallego en su máximo colorido
- La villa orensana acoge uno de los carnavales más llamativos de la comunidad autónoma
- Los bailarines boteiros y la androlla, un embutido de la zona, son los protagonistas de esta festividad
Cuando el 1984 se construyó la presa del Bao, el agua de los ríos Bibey, Camba y Conso al sur de la provincia de Ourense anegaron el interior de los valles de las proximidades. Bajo las aguas quedaron puentes romanos, granjas y barrios enteros, obligando a sus ocupantes a trasladarse a los cerros circundantes.
Como si se hubiese anticipado a esta inundación, siglos antes (aunque en realidad respondía a criterios defensivos) el pueblo de Viana do Bolo, de origen medieval, apenas vio trastocado su trazado. La villa había crecido desde el siglo IX alrededor de un complejo defensivo en lo alto del Bolo, uno de los cerros de mayor elevación de toda la ribera del río Bibey (de ahí su nombre) y la mayoría de los edificios de la localidad quedaron, en su mayoría, por encima del nuevo nivel el agua.
De hecho, lejos de resultar damnificada, esta nueva afluencia de agua dio a Viana do Bolo un nuevo empuje. Donde antes tan solo había un cauce emboscado y angosto, ahora había una gran superficie de agua remansada a través de la cual se establecieron puentes para salvar los espacios entre promontorios. Además, a lo largo y ancho de los valles de los alrededores el embalse extendió sus brazos haciéndolos navegables, los paisanos no tardaron en empezar a llamarlos los "fiordos celtas".
El turismo acuático no tardó en aparecer, y actualmente el pueblo posee el club náutico más importante de todo el embalse. En los días de primavera, verano e incluso otoño se puede surcar el embalse en piragua, paddleboard o haciendo windsurf.
Castillo, cárcel, museo
Viana do Bolo pudo no haber corrido esa suerte. De no haberse edificado en el siglo IX un complejo defensivo en lo alto del cerro, ofreciendo una atractiva protección contra los invasores, el pueblo podría haber crecido en el fondo del valle, mucho más cerca del río, y haber quedado anegado por las aguas.
Sin embargo, el valor estratégico del territorio quiso que el Bolo fuese el destino elegido para la construcción de dicho complejo, un castillo de doble muralla del que actualmente solo queda su sección central: el torreón del homenaje, que con sus imponentes tres pisos nos dan una idea del gran tamaño que debió tener el castillo en la antigüedad.
Si el Torreón sobrevivió a los años fue porque se le encontraron nuevos usos. Tal y como atestiguan las marcas y pintadas de sus muros, la estructura fue utilizada de cárcel durante la Guerra Civil. "Existen historias populares de como los vecinos del pueblo se acercaban al Torreón para pasar comida a los presos republicanos", cuenta Ramona García, vecina de la localidad que nos abre las puertas de la estructura.
“Actualmente, el Torreón es una puerta a nuestra historia“
"Actualmente, el Torreón es una puerta a nuestra historia, tenemos un museo etnográfico dedicado al pasado de la localidad, la primera planta la tenemos dedicada al hogar, la segunda a la agricultura y la tercera a la artesanía", detalla.
Ahuyentar los malos espíritus: el carnaval
El alma de Viana do Bolo es su carnaval, el Entroido. Una festividad que, si bien se celebra en toda Galicia, en esta localidad encuentra unas tradiciones y costumbres únicas. Si hay algo que la diferencia en esta localidad del resto de la comunidad autónoma es la figura del Boteiro, un bailarín tradicional encargado de abrir paso por las calles para el paso de las comitivas y las charangas. Para ello, el Boteiro hace uso de su colorido vestuario, una camisa de cintas trenzadas con las que compone formas y cenefas a gusto del bailarín. "Al estar cosidas la camisa del Boteiro puede llegar a tener hasta 2 o 3 kilómetros de cinta", explica Ángel Macías, el joven escondido tras el traje. "Era tradición en Viana que las madres y las hermanas ayudasen a los Boteiros a hacer sus camisas", recuerda Macías.
“La camisa del Boteiro puede llegar a tener hasta 2 o 3 kilómetros de cinta“
Además de la camisa, los Boteiros van ataviados con un cinturón de esquilas y una pesada máscara de madera. "Servían, según las creencias antiguas, para ahuyentar los malos espíritus y favorecer las cosechas", explica el joven. El último complemento que finaliza el traje es una vara con la que los bailarines realizan espectaculares saltos, lo que en conjunto acaban de revestir a un personaje difícil de obviar en mitad del jolgorio.
“Contaban chascarrillos y rumores, además de sátira política“
Aunque actualmente estos bailarines se encargan exclusivamente de abrir comitivas en su día tuvieron funciones más extensas. A comienzos del siglo XX, los Boteiros eran narradores de pequeños teatrillos en los que titiriteros y bailarines contaban a modo de comedia acontecimientos de la actualidad de la comarca. "Contaban chascarrillos y rumores, además de sátira política", recuerda Macías.
Capitán sin barco
Sin embargo, estas festividades son, hasta cierto punto, modernas. Para rastrear los orígenes del carácter festivo de la localidad hay que viajar más atrás en el tiempo, hasta el siglo XIX, y a un punto geográfico en concreto aguas arriba del río Bibey. Al Monasterio del Pai Eterno o ‘Padre Eterno’, datado del siglo XVII.
“Además de un punto de peregrinación religiosa era un punto de encuentro y celebración“
"Este era, además de un punto de peregrinación religiosa, un punto de encuentro y celebración para todas las gentes de la comarca", explica Sergio González que es vecino de la localidad. "Cada 6 de junio la gente venía a escuchar misa aquí, se sacaban las figuras del Pai Eterno y se ponían de cara al público, luego se volvían a guardar y entonces empezaba la fiesta, comida, juegos y celebraciones que duraban todo el día de la romería", detalla.
De entre todos los juegos, el más famoso eran los bolos, de hecho, todavía se pueden encontrar en una piedra de los alrededores del monasterio las Marcas de los impactos de la bola justo en el lugar donde se colocaban los bolos de madera.
Sin embargo, lo más curioso de este lugar es la leyenda de su fundación y construcción. "Dicen que hace muchos siglos un vecino de Viana se hizo capitán de barco y un día le pilló una tormenta, justo cuando el oleaje iba a hundir el barco él se encomendó al Pai Eterno, prometiéndole que si le salvaba la vida construiría en Viana un monasterio en su nombre. No conservó el barco, pero si la vida, y al llegar aquí de vuelta dicen que lo construyó en agradecimiento", comenta Sergio.
Al calor de la lareira
Las festividades de Viana do Bolo giran alrededor de la música y la tradición. Pero otro de sus principales protagonistas, hasta el punto de que tiene su propio día dentro de la semana de celebraciones, es su gastronomía. Los domingos del Entroido tienen un nombre, son los domingos de androlla, un embutido de costilla de cerdo adobada y embutida que tiene su origen en las casas tradicionales gallegas.
“Aquí en Galicia decimos que del cerdo se aprovechan hasta los andares“
"En la antigüedad las matanzas del cerdo se hacían en las propias casas. Aquí en Galicia decimos que del cerdo se aprovechan hasta los andares, y para poder conservar mejor todas las partes del cerdo se adobaban y se embutían en tripa, así fue como nació la androlla", dice Paqui García, charcutera de la fábrica de embutidos más importante de la localidad.
Un exquisito embutido que se acompaña en la mesa de acuerdo a la receta tradicional con grelos y patata cocida. Para que la Androlla acabe adquiriendo su peculiar sabor el embutido pasa en un secadero tradicional varios días, ahumada por el calor de una lareira tradicional. "Desde aquí, la Androlla ya está lista para ser comercializada, es el último punto de un largo proceso que apenas ha cambiado en las últimas décadas", asegura Paqui.