Alegría y cautela en el primer día sin la mascarilla en la calle: "Es muy raro pero a la vez ya me he acostumbrado"
Amanece el sábado en el centro de Madrid. Y lo hace con timidez, alegría y mucha precaución. Es el primer día en casi un año en el que hemos podido quitarnos la mascarilla al aire libre, siempre que no haya aglomeraciones o no podamos mantener un metro y medio de distancia con otras personas. Algunos ya han disfrutado del aire en la cara, pero lo cierto es que otros muchos todavía prefieren cubrirse nariz y boca.
"Alegría, mucha alegría, después de este año de mierda, por poder volver a estar por la calle de forma normal. Es muy raro, pero a la vez me doy cuenta de que ya me he acostumbrado", cuenta Monica a RTVE.es. Ella y Mike han salido temprano esta mañana, con la mascarilla en el bolsillo, como ya lo hicieron el viernes por la noche. "Estábamos volviendo de cenar a las 23.58 y cuando fueron las 00.00 todo el mundo se puso a gritar y lanzar las mascarillas, como si fuera una graduación. Me daba mucho miedo, por lo que pasó cuando acabó el toque de queda, pero esta vez la gente solo estaba contenta, sin ser un jaleo".
“Cuando fueron las 00.00 todo el mundo se puso a gritar y lanzar las mascarillas“
La cautela y los mentones cubiertos continúan siendo la norma en la calle, en muchas ocasiones por "costumbre", nos dicen algunos. "Me he levantado esta mañana y me la he puesto". Es el caso de Natalia, que este sábado caminaba sola con la mascarilla puesta.
La diversidad de opiniones reina, incluso, dentro de las familias. Jon, Isabel, Iñaki y María Eugenia atraviesan juntos la Plazuela de Antón Martín. Los dos segundos, con el tapabocas en su sitio; los primeros, lo llevan a mano por si fuera necesario. "Voy viendo y si hay una aglomeración, me la pongo", explica Isabel. "Ella no se la quita", dice señalando a María Eugenia, protegida con su mascarilla.
Pero hay ocasiones en las que no tendremos opción: hay que ponérsela. Otro grupo avanza, cargado de bolsas y maletas, con la protección respiratoria bien colocada en nariz y boca. "Vamos hacia el garaje", puntualizan, donde continúa siendo obligatorio llevarla por ser un espacio cerrado. Del mismo modo, una pareja hace cola para desayunar, con sus mascarillas puestas. Ellos también han preferido salir de casa como lo venían haciendo hasta ahora, pero todos aseguran que no tendrán problema en quitársela cuando haya poca gente a su alrededor.
Este nuevo pasito hacia la "normalidad" nos trae de vuelta costumbres y sensaciones, que ser por banales, no dejan de ser bienvenidas. "Esta mañana vistiéndome me he dado cuenta de que tenía sentido elegir unos pendientes, maquillarme o no", bromea una viandante. "Estábamos caminando y empezó a oler como a hierba. Lo primero que pensé fue: ¿dónde está mi mascarilla!", dice otro. "Es que hemos recuperado la sensación de oler".
En cualquier caso, epidemiólogos, médicos y expertos en salud pública recuerdan que la pandemia no ha terminado. Cuando pasamos mucho tiempo al lado de alguien, hablando o gritando sin mascarilla, la posibilidad de contagiarnos sigue existiendo en exteriores. La responsabilidad y la valoración del riesgo cae ahora del lado de los ciudadanos, en un verano que comienza con preocupación por los macrobrotes de estudiantes en un viaje de fin de curso.