La travesía después del río Bravo: ¿Qué ocurre al pisar el sueño americano?
- Informe Semanal recorre la frontera de Texas para escuchar a las personas que escapan desde Centroamérica
- Los menores solos y muchas familias con niños pequeños logran pedir asilo en Estados Unidos, a los demás los deportan
Acabamos de llegar a Texas, al valle del río Bravo. Ramón, un periodista, nos señala el camino: al pasar la verja naranja, una pista forestal de algo más de un kilómetro llega hasta el río, al punto donde tantas noches ha estado Ramón informando para su radio local La Pistolera. Por el camino vemos zapatos, camisetas, biberones, osos de peluche... atrapados entre las ramas. Son los objetos perdidos durante el éxodo diario.
Hacía 20 años que no se aventuraban tantas personas a cruzar la frontera entre México y MéxicoEstados Unidos. Aquí el río Bravo es estrecho y poco profundo, más fácil de cruzar, y es uno de los puntos por donde pasan más migrantes. Pasada la verja naranja el terreno es privado, pero la dueña deja que los periodistas pasen a retratar el drama que cada noche se despliega en su propiedad... así que cuando llegamos, justo antes del anochecer, ya hay dos focos encendidos apuntando al río y un grupo de fotógrafos. También aguardan varios agentes de la patrulla fronteriza.
Cae la noche y todo sucede según el guión: un chapoteo, unas voces, una linterna que se enciende en el río... y llega la primera balsa hinchable, justo a donde los focos estaban apuntando. El coyote ayuda a bajar a las familias y les pide que devuelvan los chalecos para el siguiente grupo. Va y vuelve con la naturalidad de quien hace su trabajo. La sensación de normalidad resulta tan chocante que parece que estamos en una ficción, pero la crisis humanitaria no puede ser más real. El drama es de carne y hueso: son familias con niños pequeños y menores solos.
"En nuestro país no hay más que peligro, muerte, drogas"
Son madres como Michel, que escapa de Honduras y nos cuenta que lleva dos meses y medio viajando con su hija de 4 años, a pie o a bordo de 'La Bestia', ese tren también apodado 'de la muerte'. "Allá está peligroso, no hay un buen ejemplo que darle a nuestros hijos, más que peligro, muerte, drogas", nos dice. Como Tami, que en casa no ganaba suficiente para mantener a su hija, su madre y su abuela. Como Carmen, que describe amenazas de muerte, mareros, extorsionadores. Las tres han criado solas a sus hijos y las tres nos dicen que sólo quieren darles un futuro mejor.
Adolescentes que llegan solos, como Karina. Escuchó que si venía antes de cumplir 18 años le dejarían pedir asilo, y dejó atrás a una madre destrozada. Su mirada está llena de tristeza. Pero no veía otra alternativa. Como Lesi, la chica que se ha sentado a su lado. Los padres de las dos murieron. Ellas nos dicen que han venido a estudiar, a buscar una vida mejor, a ayudar a sus madres que se quedan en Centroamérica, a escapar de la violencia y los feminicidios. Las dos tienen parientes en Estados Unidos y quieren reunirse con ellos.
Familias como la de Enrique, un abuelo de 75 años que un día, cuando las maras asesinaron a su hijo, reunió a la familia y les dijo que tenían que huir. Ha venido con otras nueve personas: varios hijos y nietos, los más pequeños de un año. En Estados Unidos vive otro hijo desde hace años. "Venimos buscando la salvación de la autoridad", nos decía Enrique justo después de cruzar el río, después de un mes caminando desde Honduras, pidiendo por las casas y pasando hambre. Pero la autoridad decidió que no podía salvar a todos: sus hijas con los niños pequeños se han quedado. A Enrique y a un hijo los devolvieron en caliente a Reynosa, en México.
Adultos como el grupo de catorce personas que nos encontramos corriendo campo a través para escapar de la patrulla fronteriza. O los que agachan la mirada en los furgones. O la mujer que nos cuenta que venía con sus hijos pero ellos cruzaron primero y los perdió. O la chica que ya ha cumplido 18 años y todavía no sabe que ésa es la peor de las noticias para ella.
La edad determina quién puede pedir asilo y quién es deportado
La edad suele determinar quién se queda y quién se va. La Administración Biden está permitiendo quedarse a los menores no acompañados. Muchas familias, sobre todo las que tienen hijos de menos de 6 años, también se quedan, porque México no las acepta de vuelta. Pero los demás, la mayoría, se topan con el título 42: una polémica medida de tiempos de Trump que Biden sigue aplicando. Alegando motivos de salud pública, por la pandemia, devuelven en caliente a los que llegan sin darles la oportunidad de pedir asilo. En el mes de mayo la patrulla fronteriza interceptó en la frontera sur a 180.034 personas. Expulsaron a 112.302 por el título 42.
En solo una noche, entre las 21.00h y la 1h de la madrugada, y en solo un punto del río, contamos más de una docena de balsas y más de 200 personas. Muchas llevan en la mano una pulsera amarilla: indica que han pagado a las mafias. Todo el trayecto puede costar varios miles de dólares. Sin pagar a los traficantes, es difícil llegar. El camino está lleno de delincuentes y lugares donde perderse.
Al amanecer, encontramos a un grupo al que acaba de interceptar la patrulla fronteriza. Es una familia de ocho personas. Otra familia que viene escapando de las maras y que se va a topar con el título 42. La abuela, dos hijas con sus maridos y los nietos. La abuela nos cuenta que su marido intentó cruzar en 2018, para pedir asilo. Lo deportaron y las maras lo mataron. Ella trae, en una bolsa de plástico, documentos para solicitar refugio: la muerte de su marido y amenazas a su familia. "Espero que no nos devuelvan, porque nos matan", nos dice, con la mirada asustada.
Pero no tuvo oportunidad de enseñar esos papeles. La deportaron pocas horas después de nuestra entrevista. A ella, a una de sus hijas y al nieto de 8 años. A su marido lo deportaron durante la Administración Trump, y acabó asesinado. A ella acaban de deportarla durante la Administración Biden y ahora está escondida en una casa, convencida de que si sale, la van a matar. A su otra hija sí la han dejado quedarse y pedir asilo. Su hijo de 3 años ha sido su pasaporte a la siguiente etapa del sueño americano.
Cada vez que un grupo se entrega a la patrulla fronteriza, escuchamos las mismas preguntas: ¿Quién es menor y viene solo? ¿Quién tiene hijos de menos de 6 años? Los que levantan la mano, podrán pedir asilo, y mientras se resuelve su caso podrán reunirse con sus familiares en Estados Unidos. Los que no levantan la mano en ninguna de las dos preguntas tienen todas las papeletas para ser deportados por el título 42.
El muro a medio construir
Al título 42 lo llaman el verdadero muro, fue la herramienta con la que Trump consiguió blindar la frontera. El otro muro, el físico, ha quedado a medio construir. Al recorrer el valle, nos vamos encontrando con tramos sin terminar y excavadoras paradas. En esta zona, la Administración Trump apenas consiguió construir unos pocos kilómetros de muro, porque el trazado pasa por tierras fértiles, ranchos privados, parques naturales... Los propietarios recurrieron y la Casa Blanca tuvo que litigar cada centímetro.
En 2019 visitamos a algunos de esos propietarios: la familia Cavazos. Se negaban a vender su rancho a orillas del río Bravo, el terreno que heredaron de su abuela y que les da de comer a varios primos. Ahora, volvemos a visitarlos. "Cuando escuchamos que Biden decía 'no voy a levantar ni un centímetro más de muro' pensamos que nuestra pelea se había acabado, pero no es así", nos cuentan. Ahora, después de varios meses con Biden en la Casa Blanca, es cuando les ha llegado la orden de expropiación definitiva. Les quitan 6 acres y medio de terreno.
Nadie en el Gobierno ha aclarado todavía qué va a pasar con los trozos de muro que quedaron a medio construir, ni con los más de cien propietarios con litigios pendientes. El megaproyecto de Trump, eso sí, ese muro "grande y bonito" para blindar toda la frontera con México, no tiene visos de poder terminarse en esta zona donde la frontera la marca el río. Pero el símbolo conserva todo su poder. Sigue siendo un reclamo político. Junto al rancho de la familia Cavazos, en otra propiedad privada, varios seguidores millonarios de Donald Trump acaban de pagar de su bolsillo un trozo de muro privado. Un trozo, por cierto, justo a la orilla del río, en donde los constructores dicen que no resistirá mucho. Pero mientras tanto, llamará la atención.
El gobernador de Texas, el republicano Greg Abbott, también ha anunciado que construirá su propio muro.También ha declarado el estado de desastre, porque considera un peligro público a los migrantes que cruzan la frontera sin papeles y atraviesan los ranchos. Es el último pulso con Joe Biden. Texas es el epicentro de la rebelión republicana contra el Gobierno demócrata.
La rebelión de Texas contra Joe Biden
La última parada de nuestro viaje nos lleva a la única clínica que practica abortos en todo el valle. Hay una reja en la puerta principal. Las clientas entran por la puerta de atrás, por el aparcamiento. Allí el primero en recibirlas es un guardia de seguridad. Es el encargado de poner orden cuando vienen manifestantes antiaborto e intentan bloquearles el paso.
En la clínica nos cuentan que en Texas han cerrado muchos centros por las restricciones de los últimos años. Ahora están alarmados por la nueva ley que prohíbe el aborto más allá de las 6 semanas de gestación, cuando muchas mujeres todavía no saben que están embarazadas. Es sólo una de las leyes con las que Greg Abbott está plantando cara a Biden. En temas como las armas, el acceso al voto, el medioambiente... cuanto más progresista se vuelve Washington, más conservadora Texas. Dos modelos opuestos para una sociedad muy polarizada.