COVID persistente: más de 200 síntomas posibles que se extienden durante más de siete meses
- La fatiga, el malestar después hacer esfuerzos o la disfunción cognitiva son los síntomas más frecuentes a partir del sexto mes
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Los pacientes de COVID persistente, conocido también en inglés por long COVID, sufren durante su enfermedad de 25 a 55 síntomas diferentes, de un abanico de 203 síntomas posibles en total, que afectan a diez sistemas orgánicos. En el 91 % de los casos el tiempo de recuperación alcanza los ocho meses, según un nuevo estudio publicado en EClinicalMedicine de The Lancet por el grupo internacional Patient-Led Research Collaborative for Long COVID.
La fatiga, el malestar después hacer esfuerzos o la disfunción cognitiva son los síntomas más frecuentes a partir del sexto mes, según el artículo firmado por Athena Akrami, neurocientífica en el londinense Sainsbury Wellcome Centre de University College London (UCL) y otros. Antes, recogen también problemas respiratorios, gastrointestinales, menstruales, dermatológicos, de la visión e inmunológicos, que implican, incluso, la aparición de alucinaciones o nuevas alergias.
Esta reciente investigación de la enfermedad, con dificultades para el diagnóstico, se basa en las respuestas de 3.762 pacientes con confirmación o sospecha de infección por coronavirus y síntomas que perduraron durante más de 28 días.
Más de 200 síntomas posibles
El estudio confirma que los síntomas musculoesqueléticos, cardiovasculares, gastrointestinales, pulmonares y neuropsiquiátricos han sido prevalentes en más del 85 % de los casos, con diferentes momentos de aparición. De este modo, la probabilidad de que aparezcan puede mantenerse estable (como en el caso del estreñimiento), disminuir ligeramente (como el malestar y la fatiga) o aumentar en los últimos meses (como con los pitidos y ruidos en los oídos conocidos como tinnitus, la pérdida de audición, los espasmos musculares y los temblores).
Pero su investigación se ha centrado especialmente en los síntomas que han categorizado como “neuropsiquiátricos” que engloban la disfunción cognitiva, las pérdidas de memoria o los problemas sensoriales y motores. Según la publicación, el 85 % de los encuestados declararon haber experimentado niebla cerebral y disfunción cognitiva, incluyendo problemas para prestar atención, ejecutar tareas, resolver problemas o tomar decisiones. Asimismo, el 72 % de los pacientes sufrieron pérdidas de memoria a corto o largo plazo, pese a que las resonancias magnéticas cerebrales no mostraron anomalías en la mayoría de los casos.
Entre otros, se han declarado también problemas de habla y lenguaje (48 %), dolores de cabeza (77 %), dificultades para dormir (79 %), afectación en el estado de ánimo (88 %) y en el gusto y olfato (57 %), así como, incluso, alucinaciones (23 %). La mayoría de los pacientes han sufrido de manera continuada los síntomas, sin interrupciones.
Una enfermedad inhabilitante
La fatiga y la disfunción cognitiva -comunes a todos los grupos de edad- junto a los problemas respiratorios son los síntomas que han impacto de forma más importante en la vida de los pacientes encuestados. Así, el 45 % han necesitado un horario de trabajo reducido en comparación con el que tenían antes de la enfermedad, y el 22 % no trabajaban en el momento de la encuesta debido a la enfermedad.
Además, el 86 % de los participantes experimentaron recaídas, desencadenadas principalmente por el ejercicio, la actividad física o mental y el estrés. En cualquier caso, si atendemos a la gravedad, los síntomas “graves” y “muy graves” alcanzan su máximo durante los 28 días en los que puede extenderse la infección aguda, mientras que los síntomas “moderados” y “leves” comienzan a aumentar gradualmente a partir de entonces.
“Dada la heterogeneidad de la COVID persistente, será necesaria una investigación multidisciplinar para comprender la fisiopatología de la enfermedad y desarrollar tratamientos eficaces”, ha señalado el grupo investigador en su artículo, en el que defiende “la importancia de frenar la propagación de la COVID-19 mediante medidas de salud pública validadas y la vacunación”, y destaca “la necesidad de una sólida red de seguridad que incluya bajas por enfermedad, permisos familiares, prestaciones por discapacidad y protecciones y flexibilidades en el lugar de trabajo”.