Santiago Ramón y Cajal: el fotógrafo, artista e inventor
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El hombre de ciencia en mayúsculas también era un gran amante de la fotografía, del dibujo o de la invención en todas sus vertientes. Respecto al uso de las cámaras fue pionero de la fotografía en color en España, de hecho escribió un tratado sobre este asunto en 1912.
“Utilizó todos los métodos posibles y también perfeccionó el gelatino-bromuro para acortar el tiempo de exposición. Los fotógrafos de la época eran conscientes y le encargaban placas que hacía con su mujer para sacarse un dinero extra, aunque luego se cansó y lo dejó”, explica Juan Andrés de Carlos, neurocientífico del Instituto Cajal y encargado del legado del científico español.
Cajal se percató de cómo funcionaba el principio de la Cámara Oscura con nueve años, simplemente por su afán investigador cuando le tocó estar encerrado como castigo escolar a sus travesuras. Este suceso es destacado por los expertos en la vida y obra de Ramón y Cajal como su primer acercamiento a la fotografía, una de sus más firmes pasiones.
Teófilo Hernando, médico personal de Cajal, al que asistió en el momento de su muerte, valora en una conferencia en 1969, rescatada del Fondo documental de RNE, que un niño que con nueve años reflexiona esto "hay que tratarle de una forma distinta a como se tratan a los demás estudiantes”, valoró Hernando.
La fotografía tenía límites para enseñar la morfología de las neuronas
La curiosidad imprimía sentido a la vida de Santiago Ramón y Cajal y por eso siempre andaba investigando nuevos métodos sobre los que dar rienda suelta a su pericia. Además de ser pionero en España de la fotografía en color, también lo es de la microscópica.
“La fotografía no le valía para mostrar la morfología de las neuronas, así que vuelve al dibujo“
“En 1917 ya tenemos un par de trabajos en este sentido publicados por Cajal, aunque acaba olvidando este método. No tanto porque la fotografía no estuviera perfeccionada, sino porque cuando sacas una fotografía estás sacando un plano", explica De Carlos. "Lo que está fuera no lo ves y las células nerviosas se expanden en las tres dimensiones del espacio, por eso, la fotografía no le valía para mostrar la morfología de las neuronas, así que vuelve al dibujo que se le daba muy bien y no presentaba esta limitación”, puntualiza.
La primera vocación real que despertó su ingenio
La fascinación de Cajal por el dibujo era muy potente y se hacía cada vez mayor conforme su padre trataba de poner todos los palos posibles en las ruedas de un hipotético Ramón y Cajal que fuera artista. Justo Ramón, progenitor de Cajal, quería que su hijo fuese médico, como él, a toda costa. El arte es su primera vocación y desde niño está pintando constantemente, aunque a su padre le repatea porque “tenía una mentalidad basada en que sus hijos solo pueden ser médicos. Le quita a Cajal el acceso a cualquier material con el que pudiese pintar”, asegura José Ramón Alonso, catedrático de Biología Celular.
Con estas dificultades, Cajal se crece para sortear los obstáculos porque como no tiene dinero para comprarse acuarelas “guarda las envolturas de los librillos de papel de fumar, que son de colores muy chillones, y los sumerge en agua para extraer los colorantes con los que luego pintará de manera obsesiva”, asegura Alonso.
Dibujo y Cajal, un axioma prolífico
Fernando de Castro Rodríguez, uno de los discípulos más importantes de Cajal, llegó a decir del Nobel que con sus dibujos "la ciencia se convierte en arte”. Una disciplina muy prolífica puesto que el padre de la Neurociencia llega a afirmar en una entrevista que le hicieron en 1900 que hasta esa fecha habría hecho doce mil dibujos. Perseguía, en sus palabras, un porqué muy interesante para los pintores: “la apreciación en el cerebro de la línea y el color”.
Su vocación artística la incorpora a su faceta científica puesto que sus dibujos son conocidos y admirados en todo el mundo: “Es una figura excepcional en la parte del arte que es la ilustración científica”, estima José Ramón Alonso. “Tiene óleos anatómicos que son impresionantes por su veracidad, y también dibujos artísticos que están hechos cuando él era niño e incluso adolescente”, recuerda el responsable del legado del científico español, Juan Andrés de Carlos.
El motor de su curiosidad se abastecía de desafíos constantes
Los retos llenaban los recovecos existenciales de Cajal y siempre que se enfrentaba a uno salía airoso. Cuando lo conseguía, deseaba poder tachar de la lista el próximo desafío técnico. Un ejemplo es su faceta portentosa, aunque menos conocida, de inventor. Está el ejemplo del fotofonógrafo, un artilugio capaz de grabar y amplificar el sonido sin surco y, por tanto, técnicamente superior al fonógrafo que acabaría patentando Edison.
“Ahora sabemos las noticias al instante, pero por entonces no se sabía todo tan rápido, él no sabía que Edison trabajaba en ese proyecto, pero sí se da cuenta cuando lo patenta porque es cuando sale a la luz a nivel internacional. En ese momento, tras ver que tenía el mismo principio que el suyo, abandona la idea", desvela De Carlos.
De todas formas, su proyecto era técnicamente mejor porque el fonógrafo de Edison "iba a reproducir y amplificar los sonidos por surco y dejaba ruido, sin embargo el fotofonógrafo de Cajal funcionaba mediante emulsión fotográfica, sin surcos, y por tanto no dejaba ese ruido. Conservamos uno de estos discos, pero no lo podemos reproducir. Es lo único que nos ha quedado de aquella investigación”, destaca De Carlos.
Conocimiento al servicio de una epidemia de cólera
Cajal también inventó una potencial solución contra el cólera, la denominada vacuna química, que llegó a rivalizar con la del famoso bacteriólogo Jaime Ferrán. Sin embargo, no tuvo la repercusión merecida porque Cajal hizo su anuncio en septiembre de 1885, sólo en España, en castellano, y ningún experto de la época fuera del país se enteró. En teoría.
Tal y como apunta Ramón y Cajal en uno de sus escritos, casi todos los autores atribuyen a dos bacteriólogos americanos, Salmon y Smith, “el honor de haber probado la posibilidad de vacunar a los animales mediante la inoculación de cultivos muertos” gracias a su publicación en una revista estadounidense en 1886.
Cuando Cajal está en Valencia se da un brote de cólera y le encargan estudiar la región valenciana: "Se olvida de la Histología para empezar a hacer Bacteriología”, describe De Carlos. Logró hacer una vacuna para combatir el cólera a través del mencionado método de la vacuna química, inoculando el agente patógeno "muerto o inactivado por calor”, añade.
La propuesta de Jaime Ferrán, quien estuvo encargado de estudiar el brote en Cataluña, “consistía en inocular el organismo vivo, algo que generó tensión entre ambos científicos”, explica. Al final, tras enfrentarse, el reconocimiento de la vacuna no será ni para uno ni para otro porque ambos lo publican en revistas españolas con la consiguiente poca repercusión. “Unos meses después lo publican unos americanos que son los que se llevan el reconocimiento del descubrimiento de la vacuna contra el cólera”, recuerda Juan Andrés del Carlos.