Ganadores y perdedores de la vacunación global: los países desarrollados acaparan las medallas
La inmunidad global frente al coronavirus ha estado amenazada desde el principio por una realidad: que en el mundo hay países que tienen la capacidad para proteger a su población gracias a una vacuna y otros que no. "Es realmente inaudito disponer de ocho vacunas en solo un año", destacaba una vez más el director de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesuss. "Pero donde estamos fallando es en la equidad de la distribución".
Nuevas dificultades han aparecido en estos meses. Algunas están directamente relacionadas con el virus, como la variante Delta, cuyo dominio aleja el objetivo de la inmunidad de rebaño. Otras complicaciones, en cambio, nacen de una naturaleza humana: el egoísmo de quienes podrían vacunarse, porque viven en países donde el suministro de dosis no es un problema, pero no quieren.
Y así, el horizonte del 70 % es cada vez más difuso. "Por favor, por favor, vacunaos", rogaba Biden a los estadounidenses recientemente. "Vosotros que podéis", añadiríamos.
1. Un mundo a dos velocidades
Esta semana, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, celebraba con antelación un gran hito en la campaña de vacunación europea: el 70 % de la población adulta de la Unión Europea ha recibido al menos una dosis.
La cifra esconde grandes diferencias entre Estados miembros. Mientras que Dinamarca, España o Irlanda rondan ese 70 %, Bulgaria, a la cola de la UE, apenas ha conseguido vacunar al 15 % de su población. Si alejamos la mirada, las diferencias son aún más evidentes.
El dato global, en otro orden de magnitud, también es esperanzador: en siete meses de vacunación, más de un cuarto de la población ha recibido al menos una dosis. Aunque como se puede ver en el gráfico, las diferencias entre los países con datos son enormes.
La geografía y la renta dividen el mundo, de modo que el porcentaje mínimo de vacunación entre los países de renta alta -donde se ubican casi todos los europeos- supera al máximo que registran los países de renta baja -casi todos ellos, en el continente africano-. Solo dos dentro del grupo de renta media-baja, Mongolia y Bután, han conseguido vacunar a más de la mitad de su población.
Con los más de 4.000 millones de dosis que se han administrado, la mitad de la población podría haber recibido al menos una. En cambio, en muchos países la proporción de población vacunada es cercana a 0.
2. Solidaridad COVAX
Para tratar de paliar la brecha de vacunación entre ricos y pobres está COVAX. El mecanismo de Acceso Mundial a las Vacunas COVID-19 echó a andar en febrero con 600.000 dosis que llegaron a Ghana. A mediados de marzo, el compromiso era de casi 200 millones de dosis para distribuir entre más de 130 territorios, principalmente en África y Asia. Ya entonces, el "nacionalismo de vacunas" amenazaba con poner en riesgo el éxito del programa.
A finales de marzo, COVAX había entregado apenas 30 millones de dosis. El objetivo era llegar a los 2.000 millones a lo largo de 2021, con las que poder vacunar al 20 % de la población de cada país receptor. Los datos que Unicef ha compartido con DatosRTVE revelan que, a 28 de junio, la cifra de dosis entregadas se había multiplicado por cinco; pero el compromiso era solo de 100 millones de dosis más que tres meses antes: 310 millones en total.
En la mayoría de los casos, las dosis entregadas están aún lejos de cubrir al 20 % de la población. A futuro, el compromiso serviría para lograrlo solo en algunos casos como El Salvador, Honduras o Kosovo. En otros muchos, la entrega del 100 % de lo prometido apenas supondría vacunar con una dosis a uno de cada diez habitantes.
3. Tercera dosis, rezagados y cuentas pendientes
Y mientras en gran parte del mundo aún esperan a que la vacunación despegue, en otros se ha frenado por causas que no tienen que ver con el suministro. El caso de Estados Unidos es, quizá, el más paradigmático: pese al buen ritmo inicial, los problemas para vacunar a determinados sectores de la población han frenado la administración de vacunas y la proporción de población con al menos una dosis continúa por debajo del 60 %.
En España, las comunidades lanzan campañas para vacunar a los rezagados. El grupo de mayores de 80 años está vacunado con pauta completa al 100 %. El de 70 a 79 años, al 98 %. Y a partir de ahí, empieza a haber más huecos entre grupos cuyo turno de vacunación ya pasó. Cuando ya hace semanas que se vacuna a veinteañeros, entre las personas de 60 a 69 años -el grupo más afectado por las complicaciones en torno a la vacuna de AstraZeneca- falta por completar la pauta un 10,5 %. Y entre los de 50 a 59, un 12,4 %.
El contexto español es distinto al estadounidense, pero la preocupación por el repunte de los contagios y la expansión de la variante Delta ha llevado a otros países europeos a plantear la obligatoriedad de las vacunas. Al menos para empleados sanitarios, profesores y otros profesionales que trabajan de cara al público.
Al mismo tiempo, algunos países en los que la campaña avanza a buen ritmo hablan ya de una tercera dosis -Pfizer, que prevé elevar sus beneficios un 29 % este año, lo ve necesario-. ¿Negocio, ciencia o falta de solidaridad? Siguiendo lo que dicen los expertos, sería estrechez de miras: ninguno estaremos seguros hasta que no lo estemos todos.
A esa frase -trillada, pero no por ello menos cierta-, el Fondo Monetario Internacional añadía esta semana un componente más: el económico. "La recuperación no está asegurada ni siquiera en los países con tasas de infección bajas mientras que el virus siga circulando en el resto del mundo", advertía el FMI. Quizás sea el incentivo que le hacía falta a la solidaridad internacional.
PD: la quinta ola ya ha llegado a los mayores, que empiezan a notar el impacto de los contagios entre jóvenes. En este nuevo repunte, ya con la vacunación avanzada, habíamos visto un cambio en la dinámica de casos-ingresos-muertes. Pero no podemos olvidar que cuanto más circula el virus, mayor es el riesgo. Incluso con vacunas. Empieza agosto y los médicos se van a descansar con la vista puesta en el hospital: "Tenemos planificadas vacaciones con un mensaje a nuestros compañeros: 'si la cosa se pone horrible llámanos y volvemos'".