La artista Claudia Comte denuncia la destrucción de los arrecifes de coral en 'After Nature'
- La polución, la pesca indiscriminada y el tráfico de barcos son algunas de las amenazas para los corales
- Las esculturas están hechas de madera de árboles caídos en Jamaica
Claudia Comte mezcla escultura con arte digital en After Nature, una exposición que pretende llamar la atención sobre la destrucción de los corales y su difícil regeneración, y sensibilizar al público del cambio climático. La exposición se puede ver en el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza hasta el 22 de agosto, desde su presentación en mayo ha contado con más de 29.000 visitantes.
After Nature está inspirada en una expedición a Nueva Zelanda y un programa de regeneración de corales de la Fundación Alligator Head, en Jamaica, organizado por Francesa Thyssen-Bornemisza y dirigido por Chus Martínez, directora del Institute of Art de la FHNW Academy of Art and Design de Basilea (Suiza) y comisaria de Ocean Space (Venecia).
Día y noche
Varias esculturas de madera con forma de corales se sitúan sobre una plataforma elíptica hecha de espejo, esta pretende simular el mar y su reflejo. Sus simpáticas estructuras redondeadas, simples, pero con gran presencia, y variopintas, atraen la mirada de los asistentes. La primera sala representa el día.
Según explica Chus Martínez en el folleto dedicado a la exposición, el espejo es “una llamada de atención” donde los humanos se reflejan como responsables de poner en peligro a los arrecifes y a la naturaleza. Chus insiste en que no tiene un mensaje negativo, “Vemos nuestro reflejo en el espejo y nos reencontramos. Al ver esta imagen sentimos gratitud”.
Los corales están hechos de madera de árboles caídos de Jamaica. Comte utilizó una motosierra para darles forma, su espacio de trabajo eran carreteras y playas locales, y junto a ella colaboraron grandes carpinteros de la zona como Eric Samuels y Weston Panton.
Las esculturas permanecen en su color natural, el color de la corteza de los árboles, en lugar de mostrar tonalidades como las que se encontrarían en el fondo del mar o en un arrecife. La intención de Comte es hacer un paralelismo entre los bosques terrestres y los marítimos, ambos necesarios para que el ser humano viva y respire.
Las dos salas se encuentran enmarcadas por una pared curva con ondas de colores vivos que no pasan desapercibidas. Además de ser una clara referencia al oleaje del océano, la elección de los tonos flúor y vibrantes pretende representar las señales bioluminiscentes que muchos animales del fondo marino emiten para comunicarse, y de este modo entrelaza ambos espacios.
En la rueda de prensa que se realizó en el museo el día de la inauguración, Comte explicó que las líneas del mural de casi 100 metros empiezan siendo líneas más rectas y azuladas, pero a medida que el espectador avanza “hacia el atardecer”, es decir, hacia el final de la primera sala, estas se convierten en un oleaje más abrupto y sus tonos se vuelven rojizos y anaranjados.
Al sumergirse en la segunda sala, más oscura que la primera, de una tonalidad similar al inconfundible fondo del mar o a la noche, los visitantes se quedan hipnotizados por el gran cubo que protagoniza el lugar. La pieza, compuesta por cuatro pantallas, te ofrece una experiencia de 360 grados al poder rodearla y ver como diferentes corales, esta vez coloridos, se forman y se deforman.
“Uno de los objetivos era transportar al espectador a otro mundo, por eso para mí ha sido importante representar lo que se podía sentir en el fondo submarino”, explica Comte.
En la emisión de esta obra digital, el coral se regenera en cuestión de segundos, algo que no ocurre en la vida real. El proceso de regeneración de un coral puede llevar años, y esto es lo que la artista pretende advertir con su exposición.
Arte y compromiso medioambiental
En 1980, el huracán Allen azotó la costa de Jamaica dañando gran parte del ecosistema de la región, y antes de que este pudiera recuperarse, un virus viajó por las corrientes y acabó con los erizos de mar. “La polución, la pesca indiscriminada y el tráfico de barcos se sumaron al desastre”, denuncia Chus Martínez.
La desaparición de los erizos de mar afectó a los bosques de alga, a los peces pequeños y a los nutrientes de los ecosistemas. El desequilibrio provocó la destrucción de los arrecifes de coral.
Chus insiste en que “la regeneración de los arrecifes de coral solo es posible si, al mismo tiempo, se controla y se prohíbe la pesca indiscriminada”, y anima a fomentar la sensibilidad hacia los arrecifes y a comprender que “la naturaleza necesita mucho tiempo para regenerarse”.
La peculiaridad de los corales, que no destacan únicamente por ser estéticos, hace que numerosas especies de esta familia hayan desarrollado un lenguaje visual, al adoptar proteínas que les permiten producir una luz de color fluorescente. Este fenómeno denominado bioluminiscencia tiene como objetivo interactuar con otras especies y advertirlas de los peligros de sus sutiles venenos.
Esta exposición tiene su origen en una expedición a Nueva Zelanda dirigida por Chus Martínez, y organizada por TBA21–Academy, una academia fundada por Francesca Thyssen-Bornemisza. A este viaje le siguió una residencia en Alligator Head Foundation en Jamaica, un refugio para la conservación del océano y socio científico de TBA21–Academy. Ahí fue donde Comte expresó su compromiso con el programa de regeneración de corales a través de su creatividad.
Claudia Comte (Vallis, Suiza – 1983)
Graduada en la Ecole Cantonale d'Art de Lausanne, ECAL (2004-2007) y con un Masters of Art in Science of Education en la Haute Ecole Pédagogique, Visual Arts, Lausanne, Suiza (2008-2010).
Su región se caracteriza por el verde de sus bosques y su naturaleza. Por ello, es una artista con especial interés por la madera y la memoria de los materiales. En esta exposición, Comte junta su pasión por el bosque con su curiosidad por los arrecifes de coral, sin abandonar su toque minimalista “metódico y dinámico a partes iguales”.